¿QUÉ NOS ESTA PASANDO?

Luis Bouza-Brey, 26-2-08

 

UN DIAGNOSTICO

Deberíamos diagnosticar qué es lo que nos sucede, si queremos remediarlo. Y parece verosímil pensar que a la crisis europea de valores y estructuras del cambio de siglo se añade en nuestro país la peculiaridad de una crisis derivada de nuestras características históricas propias.

Decía Ortega en La España invertebrada que la ausencia de un potente feudalismo vertebrador en la historia de nuestro país habría producido un rasgo esencial constitutivo de España, que él definía como particularismo. Particularismo derivado de esta anemia de minorías selectas en los albores de nuestra Historia moderna, que habría constituido el fundamento genético de una sociedad deshilachada, plagada de corporativismos gremiales, territoriales, y culturales.
Parecía, no obstante, que la guerra civil y la larga dictadura habían puesto fin a este destrizamiento patológico, y que habíamos descubierto en nuestras experiencias negativas la necesidad de encontrar un mínimo común denominador que nos uniera en lo básico, a fin de desarrollar un proyecto de vida en común.

Pero hemos vuelto a recaer en nuestra patología endémica: las instituciones políticas se han vuelto a plagar con los peores; los partidos gobernantes, que deberían vertebrar la democracia, se rigen por la pauta del sectarismo y los compartimentos estancos en guerra de unos contra otros; muchos de los intelectuales y creadores de sentido y opinión se suman a la disgregación sectaria y la ceguera voluntaria; las minorías nacionalistas se niegan a aceptar la unión y se encierran en el delirio solipsista; los caciques se adueñan del territorio, parasitándolo; los ciudadanos se desentienden del espacio público y la razón crítica y votan por tradición y fidelidad ciega; los empresarios se someten sumisos a las subvenciones y exigencias del poder; las Universidades vegetan desaparecidas en el corporativismo, el burocratismo y la falta de ilusiones creativas; y las escuelas fomentan por ley la ley del mínimo esfuerzo y el desprecio a los mejores.
Estamos experimentando un reavivamiento acelerado e intensísimo de nuestras patologías seculares, y mientras que en Europa parecen intentar recuperar el rumbo con liderazgos potentes y creadores de sentido, que se esfuerzan por remontar la crisis occidental que emerge con la “degeneración del 68” y estalla con el hundimiento del comunismo y la izquierda dogmática, los efectos de la globalización y el renacimiento del fundamentalismo, aquí todavía no parece que encontremos la fuerza necesaria para vencer la descomposición política y el deshilachamiento moral y estructural del país.
Si este diagnóstico es correcto, y uno lo cree así, es preciso buscar la terapia integradora y unificadora que sea capaz de vencer el particularismo. En años anteriores parecíamos haber superado nuestras patologías históricas, pero quizás el cansancio moral ha estimulado nuevamente el ascenso de demagogos, lacayos, oportunistas, siervos e “idiotas”
(1) al puente de mando del país, y éste se hunde.

Estoy convencido de que estamos en una situación de emergencia nacional, y que es vitalmente necesaria una terapia regeneradora para salir de la agonía.

Como decía Ortega:

“Si España quiere resucitar es preciso que se apodere de ella un formidable apetito de todas las perfecciones. La gran desdicha de la historia española ha sido la carencia de minorías egregias y el imperio imperturbado de las masas. Por lo mismo, de hoy en adelante, un imperativo debiera gobernar los espíritus y orientar las voluntades: el imperativo de selección” (José Ortega y Gasset, en “La España invertebrada”, pg. 402., en sus “Obras Selectas” de Espasa).
Desde principios del siglo XXI se podría añadir que España cuenta con un nivel de desarrollo suficiente en la actualidad como para abrir sus estructuras a la promoción igualitaria del talento y el esfuerzo meritocrático. Sólo así podrá modernizarse definitivamente, vencer sus patologías seculares y fijar correctamente el rumbo de la Historia.
Podemos continuar perfilando el diagnóstico diferencial de la situación indicando que la suma de particularismos obstruye la percepción del interés general, y que esto da como resultado una democracia de ínfima calidad, en la que el funcionamiento del proceso político de conexión entre gobernantes y gobernados se encuentra pervertido por metástasis múltiples en todos los niveles: alta densidad de ciudadanía aborregada; grupos de interés que fomentan la corrupción y el servilismo al poder; medios de comunicación parciales, que manipulan la información; partidos oligárquicos, sectarios, oportunistas y electoreros; sistema electoral deficiente, parcial e injusto que tergiversa la representación; instituciones representativas monopolizadas por alianzas contra natura con los enemigos del sistema; gobernantes que usan la mentira como método de influencia sobre los gobernados; tribunales manipulados por el poder; normas inconstitucionales eficaces; Constitución nominal violada por el Gobierno y sus aliados; reapertura intencional de graves heridas históricas cerradas que se hurgan de nuevo…

En fin, la nuestra es una democracia “bananera” resultante de la ausencia de liderazgo y la suma de particularismos, en la que parece estarse cumpliendo al pie de la letra la prognosis de Rousseau, de que si la voluntad general no prevalece entre la mayoría de los ciudadanos, la República está perdida, como consecuencia de la falta de patriotismo y virtud cívica.

 

UNA TERAPIA

El primer y más importante remedio terapéutico para acabar con la corrupción de la democracia española es su revigorización moral mediante un liderazgo que insufle sentido, honestidad y rumbo al país, haciéndole percibir que la democracia es respeto al pluralismo, pero en un orden constitucional que articule y exprese el interés general. Que la democracia es libertad para defender los intereses particulares sin dañar el interés general, sin anular el objetivo esencial de las instituciones representativas, que es la definición y consecución del bien común.
La democracia no puede sobrevivir sin un mínimo de conciencia cívica y orientación “respublicana”, capaces de refundir los intereses particulares en la síntesis de los generales.

Por tanto, como escribía líneas atrás, la primera terapia a desarrollar es encontrar un nuevo liderazgo que limpie de putrefacción la conciencia popular y desarrolle la conciencia cívica.

Pero además de la definición de un nuevo rumbo moral y político es preciso modificar las estructuras que han estimulado la corrupción actual. Estructuras como los partidos políticos, el sistema electoral, la distribución periférica del poder, la configuración de la jurisdicción ordinaria y constitucional; y los mecanismos de control político y responsabilidad de los gobernantes.
Todas estas estructuras han sido configuradas en los momentos fundacionales del régimen, para responder a unas necesidades de transición, pero ahora están resultando disfuncionales para su sobrevivencia, por lo que se hace necesario y urgente renovarlas. Si los electores votan como deberían, la próxima legislatura servirá para preparar estas reformas, por lo que queda mucho debate por delante. No obstante, veamos posibles propuestas de reforma:

1.- La reforma del sistema electoral:

El actual sistema está claramente descompensado a favor de las minorías nacionalistas, por lo que se hace preciso corregir esta descompensación.

Por otra parte, el mecanismo de las listas cerradas y bloqueadas incrementa la irresponsabilidad de los dirigentes ante sus partidos y ante los electores, lo que hace precisa también su modificación.

Por lo que se refiere al restablecimiento del equilibrio justo entre mayorías y minorías, las fórmulas que a uno le parecen mejores son las siguientes: incrementar el número de diputados a 450, es decir, a cien diputados más, a elegir estos cien en circunscripción de ámbito nacional entre todos los españoles. Para desarrollar esta reforma haría falta modificar el artículo 68 de la Constitución.

Por lo que respecta al sistema de listas, la fórmula de listas abiertas constituye un error, pues haría inviable la elección consciente por parte de los electores, dado el alto número de candidatos entre los que elegir en las grandes circunscripciones y a nivel nacional. La fórmula podría ser  la de listas cerradas y desbloqueadas, pues de esa manera los electores podrían elegir la lista del partido de su preferencia, pero también alterar el orden de presentación de los candidatos, corrigiendo así la orientación del partido de su elección y descartando los candidatos que no les gustaran, poniéndolos de últimos en la votación. De ese modo, se incrementaría la responsabilidad de los líderes ante los electores, la autonomía de los diputados ante los dirigentes y la libertad de opción de los electores. Para desarrollar esta reforma sería preciso modificar la ley electoral vigente.

2.- La reforma de los partidos políticos:

Los partidos políticos españoles son estructuras demasiado oligárquicas e intocables, por lo que se hace precisa una reforma de los mecanismos de control de los mismos. Esta reforma se sumaría a la modificación del clima moral general, que obstaculizaría la mentira y la demagogia como formas de acción política, y a la nueva configuración del sistema electoral, que es de esperar que consiguiera los efectos mencionados en el apartado anterior.
¿Qué controles habría que establecer sobre los partidos políticos?

En primer lugar, un control judicial o de la jurisdicción constitucional efectivo sobre la legalidad y comportamiento democrático de los mismos: no parece congruente con la democracia que los partidos vinculados al terrorismo actúen dentro de la legalidad. Se podría crear algún mecanismo de instancia de la jurisdicción constitucional similar a la de los recursos de inconstitucionalidad para activar la ilegalización de los partidos enemigos de la democracia.
Por otra parte,  podría ser conveniente la puesta en práctica de elecciones primarias entre los miemebros de los partidos para seleccionar a los candidatos más importantes de los mismos para los puestos públicos.

3.- La reforma del modelo de distribución territorial del poder.

Una de las primeras terapias a poner en práctica para frenar la degradación de la democracia española habrá de ser la creación de la conciencia de la necesidad de no desarbolar al Estado, que es el instrumento principal de mantenimiento y fomento de la libertad e igualdad entre los españoles.

Se habrá de crear la conciencia de que el incremento del autogobierno es positivo solamente hasta el límite en que incurra en daño a estas funciones de gobierno del Estado, pues cuando éstas se dañan el caos se incrementa y la democracia se hace inviable.

Además de desarrollar la conciencia de la complejidad e interdependencia de una estructura estatal compleja, la reforma del Senado se hace imprescindible para hacer que las comunidades autónomas participen en el Estado, y romper la lógica insolidaria y desvertebradora actualmente existente.

Por otra parte, la apertura del sistema de distribución de competencias y la inacción de los poderes estatales ha deteriorado la interdependencia y la coherencia del conjunto. Por ello se hace necesaria una reforma de la distribución de competencias dirigida a recuperar para el Estado el control de la educación, el sistema fiscal general y el urbanismo, así como el fomento y control de la implantación de la cultura y el idioma común en las instituciones políticas, administrativas y  educativas, al igual que en los medios de comunicación públicos de toda España, sin perjuicio de la cultura e idiomas específicos de cada Comunidad.

4.- La reforma de la jurisdicción ordinaria y constitucional:

Aunque el mal funcionamiento del Consejo General del Poder Judicial, como organismo de gobierno del poder judicial, así como el del Tribunal Constitucional, responden hoy a la ruptura de los consensos básicos entre los partidos, en general existe un proceso de degradación de la jurisdicción y de disminución de su independencia. La reforma del procedimiento de designación del CGPJ y del número de los magistrados del Tribunal Constitucional parecen necesarias, así como la del Ministerio Fiscal a fin de disminuir su subordinación al Gobierno.

Podría ser conveniente también, como apuntaba líneas atrás, la atribución al TC de una competencia  de control sobre la constitucionalidad de los partidos políticos, realizada a instancia de mayorías parlamentarias cualificadas.

 

5.- La reforma de los mecanismos de control político y responsabilidad de los gobernantes:

Además de la Regeneración Democrática que implica la restauración del clima moral mencionado en líneas anteriores, es preciso desarrollar mecanismos de control político, legal y penal de los gobernantes.

En primer lugar, y dadas las características de “racionalización” de nuestro sistema de gobierno, que tienden a favorecer la estabilidad del ejecutivo mediante una moción de censura constructiva que dificulta enormemente la exigencia operativa de la responsabilidad política máxima, quizá cabría pensar en la institucionalización de un mecanismo de “recall” popular contra el Presidente del Gobierno, rodeado de un elevado nivel de exigencia de requisitos de mayorías populares, cuando las medidas de control parlamentario fallan, impidiendo cambiar el Gobierno en situaciones excepcionalmente críticas.

También se hace preciso desarrollar el reglamento del Congreso a fin de regular el procedimiento previsto en el artículo 102 de la Constitución para el supuesto de acusación de responsabilidad criminal de los miembros del Gobierno, por supuestos delitos de traición o atentados contra la seguridad del Estado.

Parece evidente, por otra parte, que es preciso y urgente desarrollar el artículo 155 de la Constitución, legal y penalmente, a fin de evitar la deslealtad y el comportamiento inconstitucional de los dirigentes autonómicos.

Por lo que se refiere a otras medidas de control institucional, como la de limitación de mandatos del Presidente del Gobierno, no parece recomendable obligar al desalojo de la Presidencia por razones meramente temporales, ni ha sido introducida por ningún país con sistema de gobierno parlamentario.

 

SE AVECINA UNA LEGISLATURA AGONICA O CONSTITUYENTE

Dada la situación de deterioro de la democracia española, parece existir un único pronóstico posible: la próxima legislatura será agónica o constituyente. Si no se ponen en marcha medidas de regeneración constituyente del país, los próximos años la democracia se irá descomponiendo, y cuanto más tardemos en reaccionar más difícil será curar su desintegración.

Si se quieren poner en marcha medidas de saneamiento de la metástasis del sistema político español, la única opción posible es la articulación de un Pacto de Estado de carácter constituyente entre los dos grandes partidos del país, si Rodríguez Zapatero es sustituido al frente del PSOE.

Cuanto más tiempo se tarde en actuar más débiles serán las probabilidades de restablecimiento de la democracia española. Si ésta no recupera el conocimiento y sale del estado comatoso morirá.

 (1) Idiota es una palabra derivada del griego ἰδιώτης, idiōtēs (persona que carece de capacidad profesional, "un ciudadano privado y egoísta que no se preocupaba de los asuntos públicos), de ἴδιος, idios (privado, uno mismo).(WIKIPEDIA)