CUADRATURA DEL CÍRCULO, ASIMETRIA Y PUNTO Y FINAL

Luis Bouza-Brey, 30-10-96

El reciente discurso de Pujol, como presidente de CDC, en el Hotel Plaza de Barcelona (8-10-96) plantea de forma sistemática por parte del nacionalismo hegemónico en Cataluña, una definición de objetivos políticos: unos de largo alcance, junto a otros más concretos.

El "leit motiv" de la argumentación es el del hecho diferencial catalán y la necesidad consiguiente de reestructurar el Estado español de acuerdo con pautas de asignación particularizada de más poder para Cataluña.
Realmente, estamos traspasando un umbral en la definición del Estado autonómico, en el que hay que exigir el máximo de prudencia a todo el mundo, a fin de evitar que el "tres de disset amb folra" se venga abajo.
(Traducción para los no catalanes: el "tres de disset am folra" sería un castillo humano como los que se hacen en estas tierras, compuesto por diecisiete pisos de tres personas).

 Voy a intentar exponer los planteamientos y objetivos diseñados por Pujol, para a continuación hacer su crítica junto con la de lo que a mi me parece el error básico de todo el discurso: la solución que se busca para el problema de la financiación de Cataluña.

El planteamiento general de Pujol es el de afirmar que el objetivo de CDC para Cataluña, con respecto al Estado español, es el de aceptar la integración en el mismo siempre que se asuma que Cataluña constituye una nacionalidad diferenciada dentro de España. Y pretende que esta diferenciación se haga extensiva no solamente al ámbito de la cultura y la lengua, sino al político, administrativo y financiero.

Para Pujol, España constituye una realidad plurinacional y Cataluña es "una nación dentro del Estado".
Para la Constitución, España constituye una Nación plural, compuesta de nacionalidades y regiones.
Partiendo de este planteamiento, según el Presidente de CDC, debe alcanzarse una situación de soberanía compartida entre el Estado y la Generalitat, que tendría como consecuencia la realización de diversos cambios en la estructura del Estado autonómico:

1.- Aunque CDC no la reclama, sí que afirma que si se realiza una reforma del Senado, ésta ha de tener en cuenta la existencia de nacionalidades dentro del Estado español.

Pujol no concreta qué quiere decir esto exactamente, pero si de lo que se trata, como pareció en ocasiones durante las discusiones de la comisión correspondiente para la reforma de esta institución, de que las nacionalidades posean veto en el Senado, o mayor representación que las regiones, esto no parece asumible. Llevaría a una aberración antidemocrática o a la necesidad de una revisión total de la Constitución en el sentido confederal. Y eso no creo que lo aceptaran la mayoría de las fuerzas parlamentarias ni el conjunto del pueblo español en el referéndum necesario para la reforma de la Constitución.

2.- En el tema de la cultura y la lengua, Pujol manifiesta por primera vez con claridad su posición: afirma que "la lengua catalana es la propia de Cataluña"..." la que le da su personalidad propia y diferenciada, y por tanto ha de ser la primera y principal lengua del país"... "aunque actualmente no es la única ni lo volverá a ser" ya que "...el castellano no es ya una lengua artificial en Cataluña, y si bien su presencia es en parte resultado de una violencia antigua, cuyos efectos llegan por inercia hasta la actualidad, hoy constituye la lengua primera y natural de muchos catalanes. Por tanto, el proceso de recuperación por parte del catalán de una posición preeminente y principal ha de ser largo y conducido con respeto a los derechos de todos y espíritu de convivencia".

A partir de esta concepción, el Presidente de CDC sostiene que en el ámbito cultural y lingüístico debería producirse un régimen confederal, es decir, "de poder político total", aunque cumpliendo con la exigencia constitucional y el espíritu de convivencia y pleno respeto a los derechos de los castellanoparlantes.

El significado que pueda tener este planteamiento, aparte del simbólico, para mi no resulta claro, como no sea que se pretenda la competencia total en este tema ---que yo creo que ya se tiene---, por medio del veto en el Senado sobre decisiones referentes a estas cuestiones, o el espacio catalán de comunicación.

Ahora bien: ¿sería positivo para Cataluña un espacio catalán de comunicación que significara una frontera lingüística con el resto de España? Yo lo pongo en duda.

3.- A nivel político-administrativo, Pujol reclama que: a) se interpreten el Estatuto y la Constitución de modo que las competencias de la Generalitat y el Estado sean menos compartidas,

b)"que se amplien las competencias legislativas de Cataluña" más allá de las previsiones estatutarias y de las constitucionales definidas de modo general para todas las Comunidades, de acuerdo con la posibilidad prevista en el artículo 150.2 de la Constitución. Este artículo faculta al Estado para transferir o delegar mediante ley orgánica competencias propias.

c) Que se revisen las leyes básicas del Estado que signifiquen reducción de la autonomía,

y d) que se amplíen las competencias ejecutivas de la Generalitat desarrollando la Administración única.

En mi opinión, este es el planteamiento que parece más viable de todos los mantenidos por Pujol, si se acepta el principio de desarrollo del Estado autonómico de acuerdo con una pauta de asimetría. Pero esta cuestión la desarrollaré al final.

4.- Pujol reclama también la posibilidad de que Cataluña tenga una presencia internacional, en el ámbito político y económico, cultural y lingüístico ---en la UNESCO, por ejemplo---.

Desde mi punto de vista, parece lógica la presencia diferenciada de Cataluña en las instituciones culturales internacionales, así como la posibilidad de presencia económica exterior en diversos aspectos.
Por lo que se refiere a la presencia política internacional, la experiencia alemana y española van abriendo camino a una representación colectiva de las Comunidades Autónomas en la Unión Europea. ¿Sería necesario ampliarla también al resto de las instancias internacionales?

5.- Finalmente, el complejo y peligrosísimo tema de la financiación. Pujol afirma que "una Autonomía diferente ha de tener una financiación diferente", y en consecuencia, reclama que, de acuerdo con los principios de corresponsabilidad y solidaridad, se articule un "PACTO FISCAL DE CATALUÑA CON EL GOBIERNO CENTRAL. Un pacto fiscal según el cual la Generalitat ingresaría los impuestos recaudados a los catalanes y devolvería una parte al Gobierno Central por dos conceptos: la participación en los costos de mantenimiento del Estado y la solidaridad con los territorios económica y socialmente menos desarrollados del Estado".

En este planteamiento se pueden distinguir varios aspectos y problemas:

En primer lugar, la cuestión de si se debe transformar el sistema actual de financiación, en el que existen un régimen común y otro especial, que se aplica a Euskadi y Navarra, creando otro nuevo para Cataluña.
En segundo lugar, la concepción del sistema impositivo mantenida por Pujol es errónea: los impuestos no sirven solamente para atender al mantenimiento del Estado y contribuir al desarrollo de los territorios menos desarrollados. También sirven para definir y aplicar una política económica común, que puede exigir, por ejemplo, crear infraestructuras nuevas en todo el conjunto de España, o atender a nuevas necesidades u objetivos, o mantener la unidad del mercado.

De hecho, aunque Pujol no lo dice, está reclamando un concierto similar al del País Vasco. Y el concierto puede tener su justificación histórica ---de cuando el Estado y la interdependencia apenas existían--- y "fáctica", además de ser resultado de la torpeza y estrechez de miras tradicionales de los dirigentes del PNV.
Pero algún día tendrá que clarificarse esta cuestión, impidiendo por ejemplo que un Gobierno débil y sin criterio renuncie a la potestad legislativa sobre los impuestos, rompiendo la unidad del mercado e infringiendo los artículos 138 y 139 de la Constitución.

Lo que parece extraño es que un dirigente con la sensibilidad e inteligencia de Pujol se haya embarcado en esta aventura. ¿No sería más viable, política y económicamente, defender la transformación del régimen común en el sentido de un mayor federalismo fiscal?

¿O es que estamos ante una táctica negociadora? Si es así, puede ser un sistema eficaz para remover la inercia actual de los partidos de ámbito estatal, pero es peligrosa por la carrera de agravios comparativos que desata.
Si es un objetivo que se considera realizable, en mi opinión se plantea desde una perspectiva confederal que el Estado no puede asumir: aunque la recaudación de los impuestos pudiera realizarse íntegramente por Cataluña --- y por el resto de las Comunidades Autónomas, añadiría yo---, además de los gastos de mantenimiento del Estado y los derivados de la contribución solidaria al desarrollo de los demás pueblos de España, existe también la parte de impuestos dedicada a los objetivos generales de la política económica común, en la que todas las Comunidades Autónomas deberían estar interesadas en participar.

Y por otra parte, si se admitiera la pretensión de Pujol tal como está formulada, la carrera del agravio comparativo y la demagogia en el resto de España estaría servida. Lo estamos comprobando estos días.

Lo que los nacionalistas catalanes y vascos no consiguen asumir o tener claro es que España como conjunto existe, tiene objetivos comunes, políticas comunes y, por tanto, impuestos para el conjunto.

Para terminar, opino que es muy importante, excepto en este último punto, el planteamiento general de Pujol.
La cuestión a dilucidar es si las nacionalidades históricas deben tener un tratamiento diferenciado, no sólo desde el punto de vista lingüístico y cultural. Es decir, si debe haber asimetría entre unas Comunidades y otras en los aspectos políticos, administrativos o económicos.

La Constitución deja abierta esa posibilidad en diversas partes de su articulado, y por tanto es posible. Lo que se trata de ver es si es asumible por el resto de las regiones y cuáles son los límites de esa asimetría.
Desde mi punto de vista, lo que parece un hecho incuestionable es que existen nacionalidades en las cuales existe un sentimiento de diferenciación, interpretado y representado hasta este momento por partidos nacionalistas, que exige un tratamiento diferente.

Este tratamiento diferente es posible desde el punto de vista constitucional, y puede servir para integrar a estas partes de España, siempre que no se transforme en un camino hacia la independencia o la confederación. Es decir, siempre que tenga un techo, un punto y final, y se acepte el hecho diferencial por parte de las demás Comunidades, a fin de evitar una carrera de locos disgregadora por no quedar de últimos.

Estamos en un momento crítico, y es tarea de los políticos determinar los rasgos de un nuevo pacto en la definición del Estado de las Autonomías:

Los no nacionalistas deberían aceptar la existencia de una cierta asimetría en el marco de un sistema que de hecho es federal, definiendo los límites de esta asimetría. Los nacionalistas catalanes deberían dar muestra una vez más de sensatez y sensibilidad y renunciar a la peligrosa visión confederal que a veces defienden. Los nacionalistas vascos,... esperemos que algún día se modernicen. Pero no vayamos todos los demás a ir hacia atrás también.
Si este pacto se realiza, habremos conseguido la cuadratura del círculo, aceptando una cierta asimetría y poniendo punto y final a un largo conflicto histórico de nuestro país.