DOS IDEAS DE NACION

  

Artículo de Luis Bouza-Brey, del 11-11-06, 10:30 horas

 

La dinámica política de nuestro país expresa dos concepciones diferentes de la Nación:

 

 

EL NACIONALISMO DECIMONONICO

 

 

La concepción propia de los nacionalismos periféricos es la de las Naciones respectivas como sociedades homogéneas a construir, edificadas sobre unos rasgos culturales o étnicos diferenciados que se deben preservar e imponer sobre las influencias externas, que deben ser rechazadas por incompatibles con el sueño de la unidad y homogeneidad.

 

Esta es la concepción decimonónica de la construcción nacional característica de las naciones europeas emergentes de la monarquía absoluta, impulsada por las burguesías a la búsqueda de hegemonía frente a la nobleza cortesana privilegiada y conservadora.

 

De ahí deriva en el nacionalismo periférico español el esfuerzo por diferenciarse del Estado y por construir un poder y una cultura nacional diferentes de los españoles. El objetivo nacional es la diferencia hacia fuera, la homogeneidad hacia dentro y  la soberanía institucional.

 

El nacionalismo español tradicional es semejante al anterior: su objetivo es la unidad y homogeneidad internas apoyadas por un poder político centralizado y uniformista.

 

En el siglo XIX, el nacionalismo español tradicional fue incapaz de conseguir la unidad y la homogeneidad mediante el fórceps centralista, al chocar contra una sociedad estructuralmente diferenciada y desigual en sus niveles de desarrollo y carácterísticas culturales.

 

En el siglo XXI, el nacionalismo periférico tradicional está fracasando en  su intento de conseguir la unidad y homogeneidad mediante el fórceps soberanista e independentista, al chocar contra una sociedad estructuralmente diferenciada y compleja en sus niveles de desarrollo y características culturales.

 

 

EL PATRIOTISMO RESPUBLICANO

 

 

En el curso de la Historia europea, en Francia, pero también en España, se ha ido configurando una concepción de la Nación alternativa a la anterior, basada en el patriotismo republicano, pluralista y heterogéneo, fundado en la idea de la ciudadanía, que construye el Estado común mediante la participación democrática. En Francia, la potente legitimidad republicana derivó en el siglo XIX en radicalismos, Imperio y centralismo. En España, la débil legitimidad republicana condujo en el siglo XIX-XX a radicalismos, cantonalismo, guerra y dictadura.

 

 

Lo que está por ver en el siglo XXI español es si somos capaces de configurar un Estado democrático en el que el nacionalismo complejo de los españoles cristalice en un Estado común, que sea el origen de un patriotismo pluralista y heterogéneo, basado en el cemento de la ciudadanía. La ciudadanía, en efecto, considerada como igualdad de todos los españoles ante el poder, con independencia de sus sentimientos de identidad particulares y diferenciados, es la única que puede unir a una España que es plural y a unas nacionalidades periféricas que son también plurales, entrecruzadas ambas instancias por sentimientos de identidad diferentes.

 

 

¿NACIONALISMO DECIMONONICO, PATRIOTISMO ESPAÑOL POSTNACIONALISTA, O

PATRIOTISMO-NACIONALISMO CIVICO?

 

 

Si esto se consigue, la resultante será un Estado-Nación complejo, integrado por nacionalidades y regiones plurales dotadas de autogobierno y capaces de resolver sus problemas comunes en el marco del Estado común.

 

Si este objetivo se realizara, el pluralismo estructural de la sociedad española produciría como síntesis un patriotismo democrático, cívico y respublicano, en el que la dinámica resultante sería de integración de las diferencias, y no la actual de lucha de todos contra todos tirando piedras sobre el propio tejado.

 

A ese sentimiento de comunidad se le podrá llamar patriotismo español o nacionalismo cívico, que daría lugar a un sentimiento de unidad y legitimidad diferente del decimonónico, pues estaría basado en la pluralidad y no en la homogeneidad, en la ciudadanía común y cosmopolita y no en la identidad particularista y cerrada, y sería capaz de identificar, mediante el debate democrático, los intereses comunes superiores a los particulares contrapuestos.

 

Pero lo que no se puede perder de vista es que los Estados-Nación siguen existiendo, en forma unitaria o federal, aunque con un sentimiento claro de su unidad jurídica y política superior, con independencia de su pluralidad y complejidad interna. El concepto de postnacionalismo sólo se puede aplicar en relación con el nacionalismo decimonónico. El actual es un nacionalismo cívico, cosmopolita, o federal, y abierto a potenciales uniones superiores, pero el sentimiento de unidad y soberanía del conjunto del pueblo para adoptar las decisiones comunes no ha desaparecido. Si se abandona la idea de unidad del conjunto de España ante la reclamación particularista de identidad del nacionalismo periférico decimonónico, no seremos capaces de salir de nuestro particular laberinto histórico.

 

En fin, espero haber sido capaz de aportar un grano de arena a este laberinto de conceptos. Tengan la paciencia de releerlo, a la segunda les resultará más claro.