LA ESPAÑA ZOMBI

Artículo de Luis Bouza-Brey (3-8-09, 12:30)

 

Aún estando totalmente de acuerdo con la opinión de Camacho en su artículo sobre “ETA y la izquierda: palinodia de una complicidad, creo que ETA es una consecuencia de una democracia anómala y patológica y la resultante de deficiencias generales del sistema político actual, achacables principalmente a la esclerosis de la izquierda, pero no sólo a ella, sino también al carácter melifluo y acomplejado de la derecha democrática y al fundamentalismo de los nacionalismos periféricos.

Pero antes de entrar en materia aclaremos postulados: uno parte de la convicción de que la democracia es un ideal, pero que la realidad está distante de él. Lo que hoy se denomina democracia es aquello que Schumpeter definía como competición de unas minorías por los votos de los electores, a fin de obtener el liderazgo, en un contexto de libertades.

 Pero esta realidad intermedia, situada entre el despotismo y la democracia, tiene unas exigencias de coherencia ineludibles: los electores tienen que ser ciudadanos comprometidos con la libertad y la salud pública, y no idiotas, ni súbditos, ni fanáticos; las minorías que compiten por el liderazgo tienen que ser aristocracias abiertas al mérito individual, y no oligarquías cerradas en base a rasgos étnicos, económicos o sociales, o fundadas en redes clientelares corruptas; el liderazgo debe derivarse del mérito de los que lo ejerzan, demostrado por medio de una lucha competitiva por la obtención de apoyos mayoritarios, fundada en la argumentación racional y el convencimiento de su verosimilitud, y no en obediencias ciegas a autoridades infalibles; y debe ejercerse dentro de límites normativos y controles jurídicos y políticos que posibiliten el mantenimiento de las libertades y de las condiciones de la competición meritocrática.

Pues bien, para que la democracia real funcione tiene que darse este complejo articulado y coherente de rasgos; si no se da, el proceso democrático se desnaturaliza y el poder se corrompe. Y esto es lo que está sucediendo en España hoy: lo que a inicios de la transición nos pareció sensatez, derivada de la renuncia a imponer irracionalmente las ideas e intereses particulares de grupos al conjunto de la sociedad, no era más que miedo al enfrentamiento abierto en condiciones de inferioridad, o idiocia de amplios sectores sociales, despreocupados de la salud pública e insertos en el adocenamiento aborregado de los diversos “macizos de la raza” peculiares de la pluralidad de nuestro país, propensos a delegar ciegamente en líderes infalibles la definición de los intereses comunes.

Esta cultura política inmadura, de amplios sectores de idiotas, súbditos y fanáticos, a la que se superpuso una oligarquía apoyada estructuralmente por mecanismos electorales y partidarios antidemocráticos, y respaldada por redes culturales y mediáticas subordinadas y corrompidas, ha transformado a España en un sistema político zombi, en el que nadie cumple las normas ni ejerce los controles ascendentes propios de la democracia y el Estado de Derecho. El Estado español es hoy un ente vacío en el que se viola la Constitución y las leyes vigentes sin que ni el Ejecutivo, ni el Parlamento, ni la jurisdicción ordinaria o constitucional se den por enterados; en el que se aprueban leyes autonómicas anticonstitucionales sin que el Tribunal Constitucional ni el resto de los órganos competentes impulsen su nulidad; en el que se imponen cúpulas partidarias corruptas que instrumentalizan el poder político para realizar objetivos contrarios a sus propias razones de legitimación, sin que ni sus electores ni sus afiliados reaccionen a la traición y la deslealtad imponiendo castigo, censura y destitución; en el que se gobierna por medio del falseamiento de la realidad, la mentira constante y la demagogia populista, imponiendo al país políticas erróneas que lo conducen al caos y a la degradación…

En síntesis, el sistema político español, aparentemente democrático, ha sido vaciado de sentido por una corrupción generalizada en la que nadie desempeña su papel de acuerdo con el espíritu y las normas democráticas, produciéndose en consecuencia la progresiva ceguera, parálisis y derrumbe del sistema, por la dinamitación interna de sus fundamentos.

España se encamina a una crisis radical, que el día menos pensado estallará en un descontrol anárquico que nos conducirá de nuevo a un período prolongado de catarsis y sacrificios de la libertad y el bienestar, a fin de salir del pozo en el que nos ha sumergido la corrupción del sistema. Y posiblemente ya no haya más salida que esa: la propia corrupción del sistema impide su regeneración autónoma.