DESPUÉS DE BURGOS

Artículo de Jorge M. Reverte en "El Periódico" del 6-12-97

 

 Con un breve comentario final:

¿NO HAY NADA QUE HACER?

Luis Bouza-Brey, 6-12-97

 

Hace 27 años un grupo de etarras fue juzgado en Burgos por un tribunal militar. Fue un juicio sin garantías, un escándalo internacional, un pistoletazo en muchas conciencias, y un motivo para unir a muchos demócratas de uno y otro lado del desfiladero de Pancorbo (hay quien fija ahí la frontera). Carlos Garaikoetxea lo ha recordado con motivo de la condena de los miembros de la mesa de Herri Batasuna.

Los despropósitos se han seguido unos a otros, sin pausa, saliendo de las bocas de los más afamados portavoces del nacionalismo vasco, lo que es peor, del nacionalismo democrático (el que acepta, en general, las reglas del juego). Arzalluz se perdió en una sarta de consideraciones sobre presiones políticas y demás que tenía como fin descalificar globalmente a la justicia española; Ardanza, siempre más comedido que su jefe de partido, se quejaba de la condena no personalizada, lo que le llevaba a pensar que el juicio era en bloque a la mesa y no a sus componentes (se le olvidó que todos se defendieron por igual y todos admitieron por igual); el sindicato nacionalista ELA se plantó con la idea salvadora para Herri Batasuna: no os metáis en una huelga general (ya saben que los vascos no la van a hacer), y acompañadnos en una mani y un paro simbólico de dos horas. Pero fue Garaikoetxea quien dio el do de pecho, posiblemente animado por conseguir el premio a la mayor barbaridad: este juicio se parece al de Burgos.

Sin quererlo, o queriendo, Carlos Garaikoetxea ha dado en la diana: se trata de otro juicio de Burgos; o sea, el Estado español opresor, contra los patriotas vascos, equivocados por su opción violenta, pero vascos.

Para los que estuvieron en el banquillo de los acusados en aquel juicio; para los que estuvieron ejerciendo la defensa (Bandrés, inconsciente, no podrá cantarle a Garaikoetxea lo que se merece); para los que asistimos al juicio en directo como privilegiado público, para todos aquellos que se la jugaron, más o menos, en defensa de los acusados. Para todos, oír a Carlos Garaikoetxea provoca náuseas. Asco, conmiseración, pena. Pero también algo más: una pregunta, ¿es un imbécil o sabe lo que dice?

Me temo que, aunque fuera un imbécil, hay más de lo segundo. Carlos Garaikoetxea se ha subido al caballo que considera ganador, el de la provocación del nacionalismo contra España. Da lo mismo que sea la España democrática de hoy (como les daba lo mismo a algunos iguales a él cuando rindieron en Santoña a los gudaris para que fusilaran a unos cuantos y dejaran el ejército del norte de la República con la espalda al aire). De lo que se trata es de no permitir que Herri Batasuna se convierta en la única fuerza que defiende a los 23 vascos juzgados por el Tribunal Supremo español.

El nacionalismo democrático vasco (qué desgracia saber que en el seno de la casa de uno hay la posibilidad de que existan los fascistas) se debate en un problema de difícil, de casi imposible solución. Los vascos son una raza, por ejemplo. Y uno contesta: ¿y qué? Los vascos son miembros de una cultura distinta; ¿y qué? Y puestos a decir eso de ¿y qué?, se le acaban a uno las preguntas, en la misma medida en que se les acaban las respuestas a los nacionalistas vascos.

El tribunal que ha errado (al parecer, ha errado, según coinciden todos estos señores), ¿ha errado por español o ha errado porque los presos eran vascos?

Arzalluz es una de las pocas personas en el mundo capaz de contestar con sinceridad a estas preguntas. A Garaikoetxea le sale la necesidad de competir con él y lo estropea todo. Arzalluz es una de las pocas personas en el mundo capaz de reivindicar, sin que le salte la risa nerviosa, que los vascos, por el hecho de serlo y no ser zulús, tienen una forma distinta de ver la democracia, la justicia y lo que se quiera.

Por ello es más preocupante lo que está pasando. El nacionalismo vasco se ha metido en un callejón sin salida. Necesita enfrentarse a Madrid (que es una abstracción) al tiempo que pactar con Madrid y decirles a los de casa (a los etarras les llama "chicos" Egibar, a los que matan niños en Vic) que no hay que matar niños.

En Ermua nació algo que, con suerte, tardará en perderse, y es la pérdida del miedo a decir lo que se siente. Los vascos, para pasmo de algunos antropólogos, sienten como los demás seres humanos (como los zulús, por ejemplo, por explicárselo a Arzalluz), y dijeron que ya bastaba. Hoy, los miembros del PNV y de EA, acojonados con que HB gane votos a su costa, han decidido dulcificar la derrota de los violentos.

El día 13, Arzalluz y Garaikoetxea van a regalarle a ETA una manifestación. Y el día 15, un par de horitas de huelga. Todo ello por unos votos que no van a conseguir. ¿O hay un porcentaje de canallas en Euskadi mayor que en la tierra de los zulús?

Breve comentario final:

¿NO HAY NADA QUE HACER?

Luis Bouza-Brey, 6-12-97

Esta es la pregunta que me hago ante las reacciones del PNV y EA frente a la sentencia contra HB. ¿Cuántos PNVs existen? ¿Cómo es que están en el mismo partido Atutxa y Arregui, por ejemplo, junto a Eguibar o Arzalluz? Y, por cierto, ¿en dónde están Ardanza y Anasagasti? ¿en el sector sensato o en el fundamentalista? A veces tienen períodos de delirio.

Desde este verano, parecía que el pueblo vasco había dado el mandato claro de "¡Basta ya!", "¡HB, fuera de Euskadi!", pero hay un sector de nacionalistas que siguen erre que erre,sin enterarse de que la única forma de acabar con ETA es no regalándoles legitimidad al deslegitimar a la democracia española. Para construir Euskadi no hay que correr a situarse en la posición del fanatismo de HB y sus votantes, sino plantarles cara ideológicamente, acabando con los viejos mitos que velan la percepción de la realidad y desangran el país inútilmente.

Mientras el PNV no se dé cuenta de esto no hay nada que hacer, no hay esperanza de que la situación en Euskadi se normalice. El problema es que hay un sector del nacionalismo, en el PNV y en EA, que sigue encerrado en la crisálida del pasado, sin desembarazarse de una vez de la parafernalia del viejo nacionalismo.

Aunque quizá, en el fondo, Garaikoetxea tenga algo de razón intuitiva, pero al revés. La sentencia contra HB se parece al proceso de Burgos, sí, en que acaba con la dictadura de ETA y HB sobre Euskadi.

El problema es más grave todavía, porque el poder absorbente de todo este conjunto de mitos y comportamientos llega incluso a arrastrar a sectores de la oposición, como sucede con algunos socialistas que vuelven a entablar debates "democráticos" con HB, para buscar salidas a la violencia. ¿Es que no se dan cuenta de que para ETA y HB hay una guerra con un enemigo que es la democracia española, y todo lo que sea darles un respiro les hace creer que están ganando batallas tácticas? ¿Es que no se dan cuenta de la lógica militar que impregna el comportamiento de estos fanáticos, que al mismo tiempo son lúcidos en el análisis de los acontecimientos concretos?

Por eso, Elkarris, terceras vías, Setienes, soluciones Herrero y demás alternativas son solamente ilusiones volátiles, absorbidas por el gran agujero de la cerrazón fanática.

La propuesta Elkarri no es más que eso, un gran agujero por el que se nos escaparía la democracia y el Estado contemporáneo, arrastrado por el viejo mito del foralismo redivivo.

Si se quiere cambiar el Estado hágase de acuerdo con aspiraciones y normas democráticas de reforma de la Constitución y el Estatuto, y no con recursos a los derechos "históricos" inamovibles de un pasado mitificado. Si seguimos por esa vía podemos encontrarnos todos vestidos con chilaba o trajes de pieles de cordero en el plazo de unos años.

En fin, permítaseme la indignación, que es una indignación contenida y todavía esperanzada, y permítanme aportarles en el artículo que sigue un ejemplo de indignación todavía más fuerte.

Antes de acabar, no obstante, quisiera señalarles a los socialistas vascos que el PSC no comenzó a situarse en el camino de ser alternativa en Cataluña hasta que puso en marcha el proceso de liberarse de los mitos del nacionalismo.