UN TRISTE SEMBLANTE
Artículo de Joaquín Leguina en “El
Siglo” del 7-6-10
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Los más cucos entre los políticos –y son legión– odian hablar o que se
les hable del pasado, reniegan de la memoria propia (aunque algunos,
paradójicamente, tengan gran fe en ese invento galo de la "memoria
histórica"). No quieren recordar lo que dijeron e hicieron hace tan sólo
un par de días. Y en este arte de negarse a sí mismo, José Luis Rodríguez
Zapatero le saca varios cuerpos al más amnésico de sus colegas.
Sin embargo, la responsabilidad es uno de los conceptos claves
que separan la democracia y la tiranía, y la responsabilidad política no se
asume sólo ante las urnas, se asume, también, en el día a día, ante la llamada
opinión pública. Además, la responsabilidad lo es ante lo dicho y ante lo hecho
y sirve para aprender de los errores propios y ajenos e incluso para eso tan
sano que los católicos llaman "dolor de corazón y propósito de
enmienda". Palabras éstas que a los políticos al uso y a sus asesores de
cabecera les suenan como petardos en un concierto de violines.
Promesas incumplidas, leyes de campanario, ocurrencias varias,
clientelismo barato (que, por cierto, le sale carísimo al contribuyente),
palabras ofensivas contra la inteligencia... Todos esos pecados han de pagarse
y no en el más allá. ¿Cómo?
Convendría saberlo porque la única forma que le va quedando al
ciudadano es el voto, que suele consistir en elegir lo menos malo. Aun así, los
partidos –si tuvieran unas migajas de democracia interna, unos gramos de
vergüenza torera–deberían ajustar las cuentas con sus líderes, sobre todo
cuando éstos meten la pata con una contumacia sublime.
Pues bien, para empezar a hacer boca, creo que entre los
socialistas de esta hora ha llegado el momento de la prudencia o, si se quiere,
es preciso renegar de una imprudencia que se ha impuesto entre sus filas desde
el año 2000. Esa imprudencia impuesta se llama silencio, la imprudencia
impúdica del aplauso y de la reverenda hacia el jefe.
¿Cómo es posible que en los Comités Federales del PSOE, una
vez tras otra, los asistentes (todos mayorcitos) se pongan de pie para aplaudir
–"sin medida ni clemencia"– al líder y en el debate posterior no se
levante jamás ni una sola voz crítica?
¿Cómo es posible que no haya una persona capaz de hablar claro
ni en la Comisión Ejecutiva del PSOE ni en el Comité Federal, ni siquiera en el
Grupo Parlamentario?
Nunca es la hora de la crítica interna, porque "eso sería hacerle el juego a la derecha" y siempre es la hora de "cerrar filas". Y yo me pregunto: ¿qué significa cerrar filas? Y me contesto: cerrar filas es una forma como otra cualquiera de negarse a ver la realidad. Pero la realidad es terca. Nos lo han recordado, por ejemplo, desde Alemania y la denuncia viene de la pluma de un notable novelista que apenas se prodiga en el foro político. Se trata del valenciano Rafael Chirbes.
En un demoledor alegato publicado en el dominical del diario alemán Fankfurter Allgemeine Zeitung bajo el título "En la mesa con los caníbales", Chirbes sostiene que Zapatero ha construido la ficción de su política progresista a base de recursos y tensiones culturales, con la intención de ocultar el hecho de una política de derechas. El hundimiento de esa ficción, deja ahora a Zapatero, dice Chirbes, "con el triste semblante de un suicida".
"En pocos minutos, durante la mañana del 12 de mayo, se derrumbó el marco ideológico sobre el que se había sustentado durante seis años la versión española de la socialdemocracia. Un modelo que se creía a salvo de las vicisitudes económicas, gracias a una estrategia mediante la cual los problemas cotidianos de la vida pública eran eliminados y sustituidos por juegos que algunos han definido como culturales", explica Chirbes.
"Conflictos, más o menos intrascendentes, que habían
prescrito hacía tiempo, han servido, mediante una dramática puesta en escena,
para mantener la ficción de una política progresista.
"Elementos de ese juego de manos, señala el escritor,
fueron la recreación de toda una serie de enfrentamientos entre católicos y
laicos, antiabortistas y partidarios del aborto, nacionalistas y centralistas,
partidarios de la negociación con ETA y partidarios de la mano dura, machos
contra feministas y homosexuales y, sobre todo, herederos de las víctimas de la
guerra civil contra herederos del régimen franquista. Estos fuegos de artificio
sirvieron –añade Chirbes– para ocultar una
domesticación capitalista con 4,6 millones de parados, subvenciones para la
industria del automóvil y un rescate millonario de los bancos exento de todo
control. En ese contexto, los sindicatos españoles no movieron un dedo por
quienes perdieron su puesto de trabajo, sus hogares o tuvieron que cerrar sus
negocios. Su única lucha visible en los últimos meses ha sido la defensa de un
juez que ha estado metido durante veinticinco años en todo tipo de
maquinaciones políticas.
No he leído jamás un alegato tan firme contra la política de
gestos de la que tanto ha abusado este Gobierno. Gestos que pretenden ocultar
la dura realidad con llamadas ideológicas al choque frontal entre los buenos
(nosotros) y los carcas (el PP). Un juego que, aparte de mentiroso, encierra
serios peligros: los de sacar a pasear a nuestros viejos demonios. Los demonios
que atormentaron nuestro siglo XIX, los mismos diablos que acabaron por
convertir España en un largo infierno que duró desde 1936 hasta 1975.
Una compañera del PSOE me pasa un argumentario con el que se intenta explicar el haraquiri del 12 de mayo, en donde se lee:
"Los mercados están perfectamente organizados, y un núcleo
duro toma las decisiones sobre cuándo lanzar un rumor, o cuándo atacar la
economía de un país o una moneda".
Una forma nada original de echar balones fuera. El renacer de
la conspiración judeo-masónica.
Acerca de los inventores del nuevo socialismo y su destino,
parece llegada la hora de pensar en su relevo, que se vayan tranquilamente a
sus casas y dejen a los demás la tarea de recomponer el partido sobre bases
ideológicas menos originales, pero más firmes y con gentes de más mérito y
fuste que las actuales. Y a ver si los socialistas ponemos esta vez más tino a
la hora de elegir un líder pues, decididamente, la elección del año 2000 no fue
buena.