ESPAÑA


 Artículo de Luis Manuel MADIEDO HONTAÑÓN
en  “La Razón” del 04/12/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


El PSOE de Zapatero se ha visto obligado a pactar con los nacionalismos radicales para alcanzar el Gobierno de España. Este pacto nacional estuvo precedido del que llevaron a cabo los socialistas catalanes, al mando de Pascual Maragall para conseguir gobernar en Cataluña.
   Hoy, tan sólo meses después de la marcha del Partido Popular del Gobierno del Estado, observamos cómo las nefastas consecuencias de semejantes alianzas no se hacen esperar y la propia existencia de España puede correr un peligro cierto.
   Antes de nada, hemos de aclarar que no tratamos de defender la unidad de España como Estado por cuestiones de idealismo sentimental o por motivos de identidad, que podrían, no obstante, tener una justificación histórica mucho más fundada que otros nacionalismos peninsulares. Simplemente pensamos que una España unida es la formula que más bienestar, más prosperidad y más libertad puede garantizar al conjunto de ciudadanos de este país, nación, o Estado como cada uno lo quiera denominar.
   La idea de España posee una potencia extraordinaria y la fuerza de su inercia histórica y de sus elementos de cohesión también, pero los ataques a los que está siendo sometida y sobre todo la debilidad de quienes deberían ser garantes de su permanencia son tan grandes que, por primera vez desde la aprobación de nuestra Constitución, la amenaza de su destrucción parece real.
   La mayoría de las posturas de los nacionalismos periféricos radicales parten de un falseamiento histórico pleno de revanchismo, que se desmiente por sí solo y que pretende desconocer que nuestra realidad actual es fruto de nuestra evolución histórica. Si el idioma castellano o español es hablado en todas las comunidades autónomas y por tanto es el idioma común que todos tememos el derecho de utilizar y el deber de conocer (art.3.1 de nuestra Constitución) es porque la historia de España fue la que fue. ¿Qué sentido tiene ahora pretender edificar nuestra convivencia sobre unas bases históricas que nunca existieron? Se imaginan que Europa se pretendiera construir como si la Santa Liga hubiera perdido la batalla de Lepanto, la Armada Invencible no se hubiera ido a pique frente a las costas de Inglaterra, Villeneuve no hubiera llevado a la flota francoespañola al desastre en Trafalgar o el desembarco aliado en Normandía hubiera fracasado. Pues eso es lo que pretenden algunos nacionalismos históricos aunque en el intento se lleven por delante la paz, la libertad y el bienestar de los españoles.
   En los últimos días hemos escuchado una serie de manifestaciones y asistido a un conjunto de acontecimientos que ponen de manifiesto una situación cada vez más complicada y a la cual el Gobierno español se muestra incapaz de dar respuesta, dada su dependencia política de los que protagonizan semejantes situaciones.
   Pascual Maragall expresa su intención de incorporar el derecho de autodeterminación de Cataluña en la próxima y anunciada reforma de su estatuto de autonomía, lo que nunca pretendió Jordi Pujol, mientras festeja a las selecciones catalanas y pide que España deje de competir como tal en el nivel internacional.
   El PNV solicita que se declare oficial el idioma árabe en Ceuta y Melilla, en tanto Ibarreche, tras proclamar ante el Rey de España que sueña con la vuelta de la rama política de ETA a las instituciones, mantiene que sólo los vascos decidirán cómo y de qué manera se vinculan con España. ¿Qué vascos? ¿También los navarros?
   Las ideas de Ibarreche y ahora las de Maragall (¿Quién será el próximo?) suponen lisa y llanamente la fragmentación de la soberanía nacional que pasaría de residir en el conjunto del pueblo español (art 1.2 de la Constitución) a residir en cada uno de los territorios que lo pidieran por separado. Con ello, España se convertiría en una especie de confederación de estados independientes que supondría en la práctica su desaparición a todos lo efectos. ¿Es eso lo que quiere Zapatero?; y si no es así, ¿por qué no lo dice abiertamente y nos presenta a los españoles su proyecto de articulación territorial para el Estado, superando el marco constitucional, al parecer, según ellos, ya amortizado? En esta situación de indefinición y extrema debilidad, el tiempo corre en contra de España y, como dije al principio, no de una España sentimental de glorias y grandezas pasadas, sino de la España que mejor garantiza la paz, la libertad, la prosperidad y el bienestar, no sólo de los españoles, sino de todos los ciudadanos que han decidido libremente vivir en ella y colaborar en su progreso.
   
   
   Luis Manuel Madiedo Hontañón es secretario ejecutivo del partido Popular de Asturias