EL RÉGIMEN DE ZAPATERO

Artículo de Agapito Maestre en “Libertad Digital” del 20 de julio de 2009

 

El Estado de Zapatero es tan nuevo como exigen todos los "nuevos" órdenes fascistas. Zapatero nos ha traído, pues, un nuevo "orden". Un nuevo Estado.

 

A propósito del nuevo "modelo" de financiación autonómica, Zapatero ha dicho contundentemente: "Hemos creado el verdadero Estado de las autonomías". Ahí está recogida, en mi opinión, la esencia del régimen político que conllevamos los demócratas españoles. Este gobernante ha creado, sí, un Estado al margen del Parlamento, del resto de los partidos políticos e, incluso, al margen de su partido, pues Zapatero no se lo ha explicado a su partido, ni siquiera lo ha discutido con las federaciones regionales, sino que se lo ha comunicado sólo a un órgano del partido: el Consejo Territorial del PSOE.

El modo secreto, torticero e impositivo de llegar a ese "modelo" de Estado es esencial para saber que no estamos ya en un Estado de Derecho, sino en un Estado de las autonomías absolutamente nuevo. ¡Y tan nuevo! Es un Estado al que le sobra la Constitución. Yo diría que el Estado de Zapatero es tan nuevo como exigen todos los "nuevos" órdenes fascistas. Zapatero nos ha traído, pues, un nuevo "orden". Un nuevo Estado. Por si alguien no se había percatado del "acontecimiento", aunque sería mejor hablar de suceso luctuoso, Zapatero se ha encargado de transmitirlo con nitidez: "Hemos creado el verdadero Estado de las autonomías", naturalmente, al margen de la Constitución, del Parlamento y del resto de partidos políticos.

Sí, sí, ha creado un verdadero Estado, según el propio Zapatero, a través de negociaciones opacas, oscuras y secretas –casi bordeando los métodos mafiosos–, ya que, al día de hoy, nadie sabe todavía a ciencia cierta cómo se repartirá el dinero entre todas las comunidades autónomas. Y, además, Zapatero ha contado para esta operación con la abstención colaboradora de Rajoy. Quien ahora, como si no tuviera otra iniciativa que llevar a cabo, pide que Zapatero explique en el Congreso el "engaño" al que el líder del PP se ha prestado. Pobre. El hombre que ha mandado abstenerse en la votación que legitimaba el engaño, sin embargo, exige que se lo expliquen en el Congreso. Estupendo; de paso espero que alguien le pregunte a Rajoy por qué se abstuvo a la hora de votar el engaño.

Es indudable que la parálisis de Rajoy, otros le llaman tranquilidad amoldada al nuevo régimen, contribuye de modo decisivo a la estabilidad del zapaterismo, a pesar de las disonancias de gente como Esperanza Aguirre, la única en reconocer que "el PP debería haber votado contra la financiación". Esa parálisis, por otro lado, es otra prueba de que estamos ante el establecimiento de un régimen político profundamente autoritario al margen de la publicidad, de la discusión pública que requiere toda decisión democrática, pero los principales agentes críticos del zapaterismo prefieren ignorarlo, o mejor, hacen como si la cosa no fuera tan grave. Ayer, por ejemplo, los periódicos más críticos con el régimen sólo se atrevían a ironizar con Zapatero –así, Pedro J. Ramírez mantenía en su columna que "no hay mayor sandez que alegar que el nuevo sistema favorece a todas las comunidades"– o, simplemente, a mostrar la quiebra de la solidaridad, según recogía ABC en su editorial, que abre en la sociedad española el nuevo "modelo" de financiación.

No seré yo quien cuestione esas críticas a Zapatero, pero resalto su tibieza ante la contundente declaración del presidente del Gobierno: "Hemos creado el verdadero Estado de las autonomías". Pronto, no lo duden, veremos sustituido el "hemos" por el "he creado", yo, el mismo Zapatero, el Estado. ¿O es que acaso el Estado español es algo sin las autonomías? Esperemos que se autocontrole este sujeto, pues de lo contrario nadie dude de que el día menos pensado se levante simpático y diga: "Yo, Zapatero, soy el Estado". De este hombre cualquier cosa puede esperarse.

De momento, y al margen de cualquier ironía, Zapatero está creando un arquetipo del autócrata del siglo XXI. Su labor es actualizar la tarea de los autócratas del siglo pasado. Llega al poder por métodos electorales más o menos democráticos, pero toma decisiones al margen de la razón democrática, o sea, al margen de la publicidad que exige todo sistema democrático. Zapatero ha conseguido que su secretismo, su vileza antidemocrática, sea algo "normal" en la acción política. Zapatero funcional al margen de la "publicidad" democrática, que es la condición necesaria y mínima para hablar de un proceso democrático, sin que la sociedad en general, y las agencias de socialización política en particular, pongan el grito en el cielo.

He ahí el primer síntoma de que la democracia es sólo un vocablo retórico. Vivimos ya en un régimen sin mayores "sobresaltos". Hemos hecho de la falsedad, del error y la mentira una forma normal de vida política. El envilecimiento es nuestra cotidianidad. Lo funesto es la normalidad. La "sociedad" española está tan envilecida como el "régimen" democrático. El ejemplo más sobresaliente es Zapatero. Sus decisiones no respetan la discusión pública. No atiende la publicidad de los expertos, sí, desoye permanentemente las razones públicas de los científicos, por ejemplo, los informes del Consejo de Energía Nuclear sobre la Central de Santa María de Garoña. Por supuesto, no va al Parlamento a explicar, discutir y resolver decisiones que atañen a todos los españoles, por ejemplo, el sistema de financiación autonómico; peor aún, no negocia ni discute con el resto de partidos en los foros públicos sino en covachuelas secretas y sin exhibir jamás cifras exactas, argumentos públicos y razones convincentes.

Por otro lado, no fomenta la discusión entre los miembros de su Gobierno a la hora de tomar decisiones importantes; por el contrario, cuando alguno de sus ministros expresa alguna política coherente, universalizable y con solvencia, en fin, algo que comparta la mayoría de la población, él adopta una decisión diferente y aún opuesta. Y, por supuesto, su partido, el PSOE, para él sólo es un nicho, una empresa, para llevar a cabo sus arbitrariedades y deseos; el partido es, sobre todo, el principal instrumento para tejer una red secreta que le permita permanecer en el poder por métodos ajenos a la discusión pública. A la democracia. Zapatero no tiene en cuenta, pues, a su partido ni a su programa. Dice, dispone y hace a su antojo sin que nadie sea capaz de desentrañar esa tupida red de secretos para tomar decisiones al margen de los mecanismos democráticos... Si esto no es un "régimen", entonces que venga Dios y nos lo explique.