ENTERRADO, EN LA MONCLOA

Artículo de Marcello  en “Republica.es” del 06 de octubre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

La película de Rodrigo Cortés “Enterrado” está causando furor entre los amantes del buen cine y de las grandes emociones. Relata la angustia de un hombre enterrado vivo que, con un móvil y el poco oxígeno de su ataúd, intenta salir con vida de su angustiosa situación. Algo parecido ya vimos en la serie de “Kim Bill” de Quentin Tarantino, y hace bastantes años otro realizador abordó el tema bajo el título terrorífico de “Catalepsia”. Y no digamos las recurrentes películas de los vampiros y los Zombies. Enterrado vivo, he ahí el drama y la intriga del film de Cortés.

Aunque en nuestro país no hace falta ir al cine para apreciar situaciones similares. En vida, y en un ataúd un poco más amplio llamado zulo, fue enterrado Ortega Lara por ETA, esa organización para la que los nacionalistas vascos piden derechos humanos y libertad política y de expresión. Y en vida hay también muchas maneras de estar más o menos enterrado ocurre a los desamparados de este mundo, o a los que navegan en ataúdes/pateras por el Estrecho de Gibraltar. Incluso los más poderosos señores de la tierra y de España también sufren la misma angustia, aunque solo sea un sufrimiento existencial.

Ahí tienen al presidente Zapatero políticamente muerto y enterrado en el palacio de la Moncloa, un panteón de gobernantes ilustres del que, desde el inicio de la transición, todos los presidentes del gobierno han salido con los pies por delante, o de muy mala manera porque todos, Suárez, González, Calvo Sotelo y Aznar perdieron el poder en dramáticas o conflictivas circunstancias que empañaron sus respectivos mandatos.

Ahora, el muerto vivo de la Moncloa es Zapatero. Y las últimas paladas de tierra que se han echado sobre su ataúd las han volcado sus compañeros de la izquierda, los líderes de Comisiones Obreras y UGT –que también tienen muy mala cara-, o Tomás Gómez desde la primarias de Madrid, sin olvidar los ataques catalépticos que ha sufrido este personaje desde que el pasado mes de mayo le dio el infarto del ataque frontal de los mercados a la deuda española, y se pasó toda la noche en vela esperando las noticias de Tokio para ver “qué pasaba con el índice nikei”, pobrecillo.

Desde entonces, Zapatero es un muerto viviente, un “zombie” con muy mala cara que entra y sale con dificultad del panteón de Moncloa donde se deprime oyendo las malas noticias, o leyendo las encuestas que le fabrica Cebrián con la peor intención y en el peor momento desde el diario El País. Pero también se consuela leyendo los artículos de su protector Pedro J. como ocurrió el  domingo –durante la angustiosa espera de la derrota de Trini- porque el director de El Mundo tuvo a bien publicar el extracto de la nota que el financiero y gran especulador John Paulson había escrito sobre Zapatero para tomarle el pelo y felicitarle por su conversión a la religión de los mercados, decía así: “El primer ministro Zapatero dio la impresión de ser un líder brillante. Me quedé impresionado con la rapidez y determinación de las medidas de las reformas para reducir el déficit, estabilizar la deuda, consolidar el sector bancario y apoyar el crecimiento. España se ha convertido en un reluciente ejemplo de una política económica progresista” (sic).

Pero lo más asombroso de este episodio es que Zapatero se encargó personalmente de pasarle a su confidente Pedro J. la carta de Paulson para que la publique en exclusiva y le haga propaganda de su éxito con los tiburones asesinos de Wall Street. Lo que lejos de ayudar al presidente frente a su descreída base política y social lo deja a los pies de los caballos, y tampoco engaña a los oráculos de Moody´s.

Pero sabido es que el muerto/vivo de la Moncloa hace tiempo que perdió la razón y desvaría con gran facilidad porque a su estrepitoso fracaso político se le ha unido el desvarío que provoca el escaso oxígeno y la tenue luz que habitan en el panteón de la Moncloa. Y el pobre se agarra al teléfono móvil con fruición para llamar a su psiquiatra mediático y ofrecerle en exclusiva la carta del tiburón. Y esto hace Zapatero con igual desparpajo e imprudencia con el que José María Aznar –otro que  volvió a escaparse de su panteón particular para dar ayer una lección magistral sobre el zapaterismo- le mandó a Pedro J. las fotos de la cumbre canadiense en la que Aznar posaba junto al presidente Bush fumándose un puro y poniendo obscenamente los pies sobre la mesa.

Al presidente, a la vista está aún le quedan cerrillas, algo de oxígeno y batería del móvil al menos hasta las elecciones catalanas. Un momento crucial donde la derrota del PSC de Montilla le hará tocar fondo y lo sepultará todavía un poco más, mientras grita con desesperación, “¡sacadme de aquí, que estoy vivo!” A lo que la cúpula del felipismo le contestará mientras sella con cemento el panteón: “tu lo que estás es mal enterrado”. Y colorín, colorado, la película habrá terminado.