FEDERALISMO

Artículo de José María Marco  en “La Razón” del 2 Enero 09

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

En España la palabra federalismo tiene mala prensa. La izquierda ha confundido siempre, más o menos a propósito, federalismo y confederación. La confederación supone la existencia de naciones soberanas previas a la reunión en una unidad superior. El federalismo no. Al revés, por muy descentralizadas que estén las unidades territoriales y administrativas, el Estado «federal» es un Estado respetado y con autoridad. En el debate de la Constitución norteamericana, a finales del siglo XVIII, los federalistas eran los más centralistas, y en la discusión sobre la naturaleza de la Unión Europea, «federalistas» eran quienes querían instituciones europeas fuertes, con competencias sobre los Estados miembros. Viene esto a cuento de la propuesta socialista sobre financiación de las autonomías. Como se ha dicho más de una vez en estos días, a partir de ahora ya no quedará nada más que repartir. Pero el problema no será ese, porque en algún momento tenía que acabar el proceso de descentralización emprendido por la sociedad española en los últimos treinta años. El problema será lo que a partir de aquí le queda a eso que ahora se llama «Gobierno de España» por no llamarlo «Estado central», en trance de convertirse poco menos que en un residuo, ese «no sé qué» con que Bossuet, el gran clérigo francés del siglo XVII, intentaba dar nombre a los restos de unos despojos mortales en proceso de descomposición. Para atajar tan desagradable evolución, habría que aceptar de una vez los resultados de lo hecho en estos años y proponer además para el Estado un papel claro que le devuelva lo que puede perder en cualquier momento, como es la exclusividad de algunas competencias y la capacidad de establecer políticas de coordinación. Un sistema que combina un Estado respetado, descentralización administrativa, fiscal y política, y -eso sí- sentido de la unidad nacional se llama y se llamará siempre un sistema federal. Estamos descubriendo lo que ya está inventado, pero con un coste gigantesco, en parte por negarnos a llamar a las cosas por su nombre. Vicio muy español, dicho sea de paso.