LA INDIGNIDAD DE JOSÉ MONTILLA



 Artículo de Manuel Martín Ferrand en “La Estrella Digital” del 14.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Quiero encabezar esta reflexión en torno a la actualidad que, desde viejo, comparto con los lectores de ESTRELLA DIGITAL con la cita de Montesquieu, en El espíritu de las leyes, que la inspira y fundamenta: “Todo hombre que falta al honor queda sometido a la censura aun de los que no tienen ningún honor”.

Es costumbre socialista, con más de un siglo de tradición en España, la descalificación del adversario como método dialéctico. Nada de oponer razones a las razones, que ésa es una costumbre burguesa y liberal; sino tratar de machacar a quienes discrepan de sus dichos y censuran sus hechos con descalificaciones —bien o mal fundadas, que poco importa— e improperios.

Acabamos de verlo, una vez más, en la actitud de José Montilla, el pluriempleado cacique del PSC, quien, atrapado en el escándalo de una deuda con La Caixa, descubierta y denunciada por El Mundo, en lugar de buscar razones exculpatorias para tan dolosa como desvergonzada conducta del partido en el que actúa como secretario general, la ha emprendido a lanzadas con la COPE, la cadena de radio que es propiedad de la Conferencia Episcopal, y su máxima estrella, Federico Jiménez Losantos. También contra el director denunciante, Pedro J. Ramírez. Ya puestos, el también ministro de Industria Comercio y Turismo ha sacado el mandoble para sacudirles, de frente y por derecho, al cardenal arzobispo de Madrid y al arzobispo de Toledo.

Lo que no ha dicho Montilla es por qué La Caixa, después de conceder al PSC un crédito importante, no siguió el reglamento de cobros establecidos e, incluso, llegó a condonar una parte de la deuda. Algo que, por ejemplo, la institución crediticia no hizo en su día con la UCD y provocó la desintegración del partido que tuvo el mando y el mérito de la Transición.

A José Montilla le han pescado con los pantalones caídos en los tobillos y, lejos de dar una explicación razonable o, por lo menos, voluntariosa, trata de taparse las vergüenzas con el insulto a terceros y el maltrato a relevantes personajes del poder eclesial. No parece proporcionado ni, mucho menos, honorable. Así que, aunque Montilla tuviera razón, que no lo parece, habría legitimado las críticas de las que tanto se queja y, supongo, tanto le duelen por haber dado en la diana de su trampa financiera que, en razón de la situación de los deudores, cursa con evidente abuso de poder. Algo muy feo aun aquí, en donde las mayores indignidades ya no afectan a una población aburrida de debates que no concuerdan con su intereses y de representantes que no se atienen a sus contratos electorales.

La mejor defensa que han sabido hacer el PSC y Pasqual Maragall para distanciarse del escándalo de la deuda aplazada, en parte condonada y, en cualquier caso, dolosa para los impositores de La Caixa, es señalar que una cosa es el partido y otra el Govern. La justificación es paupérrima; pero, dándola por buena, sólo se tendrá en pie con el sacrificio político del deshonrado Montilla. Si el PSC, el deudor y el Govern son cosas diferentes y distantes, como lo son ambas realidades del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Montilla no debe aparecer, como vínculo para el contagio, en la Secretaría General del PSC, en la inspiración del tripartito y en el Ministerio de Industria.

Sobra Montilla, como consecuencia de sus propios hechos y de su no asumida responsabilidad, en el panorama con el que el socialismo trata de gobernar España y Cataluña, una de sus partes, sin la debida concordancia política, escaso respeto constitucional y modos y trinques impropios de gente de bien.