MATONISMO GUBERNAMENTAL
Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 24.02.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Los estudiosos de la efervescente
peripecia política nacional suelen coincidir en que Alfredo Pérez Rubalcaba es
un hombre de talento. No lo pongo en duda y por ello considero que su probada
capacidad constituye un agravante a la hora de valorar su dedicación a la
propagación de insidias y al sostenimiento de falacias. Al estilo de los viejos
samuráis sirve a su señor, en ejemplo de fidelidad sucesiva, hasta más allá de
la verdad y la razón, algo admirable en el caducado feudalismo japonés, pero
impropio en una democracia que, aunque tan débil y confusa como la nuestra,
trata de ser un Estado de Derecho.
Cuando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tiene un problema, o una
rabieta -no confundir el uno con la otra-, suele ser Rubalcaba el primero en dar
la cara y en defender lo indefendible con acuñaciones dialécticas tan brillantes
como vacías y torticeras. Así, por ejemplo, el hábil portavoz del Grupo
Socialista en el Congreso ha dicho que a los populares, pobrecitos, se les ve
«el plumero». Lo que quieren, dice, es que Endesa «sea alemana con tal de que
quien manda siga mandando». No cabe simplificación más fútil ni acusación más
fofa para, culpabilizando al PP, desviar la atención del soez matonismo
gubernamental desplegado en el caso para dificultar la prosperidad de la opa
lanzada por E.ON sobre Endesa en perjuicio de Gas Natural, el perro flaco de
este curioso juego en el que Zapatero trata de pagar apoyos políticos en
perjuicio de empresas cotizadas.
La destreza de Rubalcaba, aún siendo mucha, no alcanza en esta historia para
cubrir y disimular la desvergüenza gubernamental que, en olvido de la plena
condición europea de España, desdeña «por alemana» la sólida opa de la primera
empresa europea del sector frente a la ridícula oferta de la marioneta cuyos
hilos mueven, con guión de más alto copete, la Caixa y sus amigos del PSC, de
ERC y otras instituciones de beneficencia. La debilidad parlamentaria de Pasqual
Maragall, primero, y de Zapatero, después, están en el fondo del asunto y no
puede separarse de ellas el afán nacionalista para concentrar en Cataluña el
poder energético nacional.
A tal punto ha llegado en esta inconclusa aventura el matonismo gubernamental
que, cuando Wulf Bernotat, máximo dirigente del E.ON, acudió al Ministerio de
Industria para explicarle sus planes al titular José Montilla, ya contaminado en
el caso por su compromiso catalán, encontró junto a él al asesor gubernamental
Miguel Sebastián. Éste, sin alardes de sutileza, le informó al alemán de las
posibilidades del Gobierno de perjudicar o beneficiar a las empresas energéticas
en virtud de su control tarifario. Estamos perdiendo el oremus y, paso a paso,
destruyendo las instituciones porque la única prerrogativa que no cabe entre las
del poder es la de su abuso.