LA REINVENCIÓN DE ESPAÑA
Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 03.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
CADA uno de nosotros, en más o en
menos, tendemos a entender como lógico y natural todo aquello que nos conviene o
complace, independientemente de su justeza y adecuación al interés general. Es
algo que forma parte de la condición humana y que, en la escala que va del
egoísmo a la generosidad, sirve para medir la «calidad» que nos adorna. Puede
ampliarse la idea, sin grandes deterioros, al ámbito familiar, al barrio, la
ciudad, la comarca... la autonomía o la nación. Según crece la escala, aumenta
la dificultad para encontrar y establecer un interés común; pero el mecanismo
continúa siendo el mismo y sus resultados finales, claro está, poco solidarios.
Según se estableció ayer en el Parlamento de Andalucía, con el distanciamiento
de los andalucistas y del PP, en afirmación exclusiva de la mayoría de
izquierdas, es que a la hermosa región del Sur lo que le conviene y complace es
una fórmula federal para el Estado y en ese espíritu discurren los 246
artículos, repartidos en 11 títulos, que integran el proyecto de ley que, cuando
sea aprobado por las Cortes, podremos llamar nuevo Estatuto Andaluz de
Autonomía.
La yuxtaposición de monólogos autonómicos que, hoy por hoy, sustituye un
deseable diálogo nacional es una prerrogativa que dejó abierta la Constitución
del 78 y, lejos de taponarla, después de que Cataluña iniciara la procesión, no
hay Autonomía que no corra tras una nueva definición de sí misma. Es, a fin de
cuentas, la aportación de José Luis Rodríguez Zapatero a nuestra convivencia. A
falta de verdaderas iniciativas de Gobierno, de esas que mejoran la vida real de
las gentes, hemos entrado en la espiral de la literatura constituyente y, en
plena ceremonia confusionista, andamos todos distraídos con la reinvención de
España. Es una borrachera que traerá incómodas resacas. No llegará a romper lo
que durante siglos ha estado unido de mejor o peor grado, que la inercia de la
Historia es fuerza poderosa; pero parece tan seguro como innecesario que esta
fiebre nos debilita y empobrece.
Los catalanes quieren co-soberanía y los andaluces, en un quiebro, lo que
pretenden es co-decisión en los asuntos del Estado. Parece que sólo Castilla-La
Mancha no busca un nuevo enganche nacional mientras las demás porciones
españolas tienen su demanda original. Para atenderlas a todas habría que
reformar la Constitución; pero eso, para hacerlo bien, habría que plantearlo con
una convocatoria constituyente y en el orden inverso de las actuaciones en
curso. Lo que fue, en el 78, el fruto de una común buena voluntad se ha
convertido en un ejercicio para el lucimiento de los pícaros autonómicos,
resurrección de los viejos caciques. Ahora, lo que podría ser mejorado con el
debate razonable, se enmienda con espasmos de oportunismo y prisas electoreras.
Un juego apasionante; pero, ¿podemos permitírnoslo?