ENTRE SANTOS Y DIFUNTOS 

 

 Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 29.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

José Luis Rodríguez Zapatero, como cualquier jugador de póquer inexperto y desesperado, al llegar a la mesa de La Moncloa se lo jugó todo en una baza. Le sedujo la idea de pasar a la Historia como «el gran pacificador» frente al problema vasco y empezó a negociar lo innegociable. En el tiempo ya cumplido de la legislatura, que no es poco, no ha obtenido mayores resultados y, si nos atenemos a lo que se ve, que nunca se puede descartar la hipótesis de una partida subterránea y simultánea, escasos serán los frutos y abundantes los costes de su empecinamiento. Ello le supone menos desgaste político del que sería natural porque sus servicios de propagada, excelentes, han conseguido trasladar a la opinión pública la idea de que todos los males que padece la Nación tienen su origen en las filas de la oposición, las de Mariano Rajoy.

Todo ello, y cuanto lo acompaña en las proyecciones políticas nacionales, autonómicas y locales, queda ahora aparcado por el hechizo de las elecciones que, el próximo miércoles, servirán para dotar a la Generalitat de un nuevo president. Salvo a los electores, poco motivados por la convocatoria, el entusiasmo empuja las formaciones políticas de Cataluña que buscan, voto a voto, su mejor clasificación en la tabla del poder autonómico. Resulta alegórico pensar que los catalanes votarán en el Día de Todos los Santos y conocerán los resultados y matices de su votación en el de los Difuntos. En ese espíritu, me parece oportuno recordar lo que, revestido como Antonio Mora, decía Fernando Pessoa, uno de los tres más grandes poetas ibéricos de todo el XX: «No se trata de imponerse a otros pueblos, sino de recibir de ellos». Añadía el genio portugués que de la civilización así entendida «sólo se apartan los criterios estrecha-mente nacionalistas, que son el provincianismo de la cultura, y los criterios imperialistas, que pertenecen a la decadencia». Entre ambos estamos y, dicho al paso, algunos de los líderes catalanes enzarzados en la disputa desprenden un catetismo que no cuadra con la grandeza que tratan de representar -es un decir- y gobernar.

Más todavía que los directamente interesados, quienes se la juegan el primero de noviembre son Zapatero y Rajoy. El presidente del Gobierno, decaído en su estrategia vasca, se nos puede quedar en nada si la composición de Govern resultante no concuerda con sus intrigas y maniobras. La tesis que apresuradamente difunden los tantanes monclovitas -«una victoria de Artur Mas será el mayor éxito de Zapatero»- sólo es un ejercicio de disimulo, muy propio del talante del líder socialista. Rajoy, por su parte, se ha comprometido, más de lo que marcan su costumbre y su pereza, con la acción de José Piqué y cualquier retroceso del PP en el Parlament puede acelerar la crisis latente en el partido que él preside y nadie gobierna, orienta y dirige.