EL CÁNTARO DE ZAPATERO

 

 Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 04.01.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Dómine Cabra, y bendito sea don Francisco de Quevedo, «tenía una caja de hierro, toda agujereada como salvadera; abríala, y metía un pedazo de tocino en ella que la llenase, y tornábala a cerrar, y metíala colgando de un cordel en la olla, para que la diese algún zumo por los agujeros, y quedase para otro día el tocino». Lo que tiene José Luis Rodríguez Zapatero es un cántaro panzudo que sospecha lleno de sabiduría y astucia, de esencias democráticas y valores solidarios y que la realidad acredita como totalmente vacío. Los pupilos del licenciado Cabra, según el método de su maestro, comían «algunas sospechas de pernil»; pero, ¿qué sustancia, aún en el culto a la escasez, podemos sacar de los preparados de Zapatero a partir del contenido de su vasija?

La fracasada negociación con ETA es un fruto del cántaro. Zapatero, según tiene ya bien acreditado, confunde sus más nobles deseos con la más perversa realidad y así le va luciendo la legislatura. Cree tener encerradas en el barro de su talismán las semillas de la convivencia y el entendimiento, y las desparrama como quien siembra en barbecho, pero todo es una ilusión. No aprendió nada de la experiencia catalana por la que le condujo Pasqual Maragall, y que todavía no ha devengado sus réditos demoledores de la Constitución. Frente a ETA, acompañado únicamente por sus complejos, ha vuelto a equivocarse. De espaldas al Parlamento y dejando de lado a su propio equipo (?), el líder ha conseguido excavar un agujero en el que ha decidido enterrarse.

Los errores, por supuesto, son licencia que pueden permitirse quienes tienen la responsabilidad de decidir. Cuando los aciertos les aventajan en número e intensidad todo va bien; pero no es el caso. El presidente del Gobierno ha hecho mal todo cuanto ha abordado en su mandato. Incluso lo que ha hecho bien. Y valga la paradoja para cuestiones, como la retirada de las tropas españolas destinadas en Irak, en las que la desastrosa factura anula e invierte la bondad del proyecto. La oposición, débil y sin brío, hace perezosamente lo que puede; pero un partido como el PSOE, en la comodidad que le ofrece el actual equilibrio parlamentario, ¿dejará que se cumpla la legislatura sin más contenido que el del cántaro de su líder?

Una apariencia de Gobierno es escasa compañía para un remedo de primer ministro; pero así están las cosas y, entregados los nacionalismos a sus ejercicios centrífugos, la Nación se descoyunta al tiempo que el Estado se debilita. Afortunadamente la economía aguanta en sus parámetros básicos, pero resulta temerario dejar pasar los días en un ejercicio coral de lamentaciones. Los partidos de la oposición, no sólo el PP, y el partido que sostiene al presidente tienen algo que decir y mucho que hacer. En caso contrario la caja de Dómine Cabra nos parecerá suficiente para un festín.