CON EL DEBIDO DESPRECIO

 

 Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 18.05.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Es bueno para la democracia, y conviene a la ciudadanía, que veamos crecer a quienes pueden llegar a ser nuestros representantes en cualquiera de los tres planos -nacional, regional y local- de la Administración. La observación de su desarrollo político nos da la medida de sus cualidades y defectos y, tanto para votarles como para dejar de hacerlo, nos brinda referencias suficientes para alcanzar un juicio cabal. La presencia de protagonistas sobrevenidos en razón del dedazo superior de cada partido, conduce a la confusión y al desconcierto. Enturbia cualquier proceso electivo. Los cuneros, paniaguados, incrustados y oportunistas, que de todo hay en la viña electoral, conforman una bruma que impide la contemplación del paisaje.

¿Quién habría de decirnos, aunque se le veía venir, que Miguel Sebastián, candidato a la alcaldía de Madrid por capricho de José Luis Rodríguez Zapatero, gran promotor de indeseables, era todo un malandrín? De haber comenzado su ascensión por donde se debe, de concejal raso o de algo menos, no habría podido defraudarnos en el debate que -en desconexión local para Madrid- mantuvo en TVE con el actual alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, y el aspirante de IU, Ángel Pérez. Sebastián, en uno de esos formatos antiperiodísticos que diseñan los comunicólogos y los agentes de la propaganda partidista, nos mostró sus vergüenzas. Sólo se le puede reconocer su absoluta falta de sentido ético y su mala educación.

Supongo que, si la sensibilidad y el buen gusto siguen siendo ingredientes en la condición ciudadana, Sebastián se suicidó como candidato. Pocos llorarán por él; pero es grave que, impunemente, los partidos, en huida de la democracia interna que les demanda la Constitución, puedan proponernos a tipejos de semejante catadura. Las opciones que la democracia ofrece a los ciudadanos -ideas distintas, proyectos diferentes, representantes variados y modelos alternativos de gestión- tienen su límite en la villanía que lució Sebastián -un rufián, según la precisa definición de un editorial de ABC- en el debate (?) de TVE.

No escribo estas líneas en defensa de Ruiz-Gallardón, que sabe defenderse solo. Tampoco en alivio de Ángel Pérez, que sobrevivió al desagradable naufragio producido por el berbiquí de Sebastián. Las redacto a favor de los millares de socialistas, de carné o de afición, a los que las circunstancias han dejado sin voz, sin candidato y sin el legítimo orgullo de pertenecer a un partido más que centenario. Zapatero, al secuestrar la voluntad de sus bases y generar esperpentos como Sebastián, lindo tipo de varón, está convirtiendo en hemipléjica una democracia que ya venía afectada por el desproporcionado peso que en ella tienen las minorías nacionalistas. Sebastián es un síntoma de esa enfermedad en la que estamos instalados: el rencoroso poder de Zapatero.