EL PARTIDO QUE NOS FALTA

 

 Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 06.07.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Son muchas las buenas cabezas que, más por la derecha que por la izquierda, escapan de la vida política activa y militante. Es natural. El orden cerrado, asfixiante, de la partitocracia en curso tiende a rechazar el talento y la personalidad y, quienes tienen opción a otros modos de ganarse la vida -oficio y beneficio -, se instalan en sus bufetes, sus hospitales, sus estudios, sus mostradores o, sencillamente, cogen el tole y se van con su música y sus ideas a otros menesteres menos obedientes y jerárquicos. Es el caso de Miquel Roca i Junyent, uno de los padres de la Constitución y, con permiso de Jordi Pujol, el cerebro más notable y lúcido de cuantos han poblado, y mandan hoy, en Convergencia Democrática de Catalunya. Dejó el primer plano de la vida pública para ponerse al frente de uno de los despachos jurídicos, y de influencias, más notables de toda España. Miquel Roca se acercó a Santander, a una de las dos únicas universidades que le quedan al Ministerio de Educación, y muy discretamente, con la media voz de quien ya no tiene una oficina de prensa que le amplifique, dijo que necesitamos un proyecto reformista moderado en torno a un nuevo partido político. Una formación bisagra que, desde el centro, limite la desproporcionada influencia de los grupos nacionalistas. En política no suelen darse los ungüentos amarillos, los remedios milagrosos; pero por ahí van los caminos que, sobre una reforma profunda de la ley electoral -sin listas cerradas y bloqueadas-, puedan aliviar la esclerosis representativa que padecemos y, por ello, vivificar un parlamentarismo dinámico con el que los ciudadanos puedan identificarse.

En 1986 Roca ya lo vio venir y alumbró, con más dudas de las debidas, el Partido Reformista Democrático. Un ente tan singular que su candidato a las elecciones legislativas, el propio Roca, era militante de otra formación, Convergencia. El grupo, a pesar de la notoriedad de sus integrantes, no consiguió un solo escaño, pero dejó abierta una inquietud que, con mayor rigor y aplicación, podría haber satisfecho Ciutadans. Ahora, la errática conducta del PSOE, que pone en veremos algunas de las letras de su histórica sigla, y la ineficacia endogámica y monotemática del PP, incapaz de sacudirse sus propias pulgas, avivan la necesidad de un partido nuevo, en el centro, a manera de frontera entre los dos gigantes entre quienes se reparte la merienda nacional.

El marco normativo con el que han sabido protegerse el PSOE y el PP para garantizarse la alternancia en el poder dificulta mucho el brote y desarrollo de una formación nueva, con menos aparato al que mantener y, por ello mismo, más atenta a la ciudadanía. Sin compromisos de pasado y con el hambre de un futuro cuyos cimientos continentales se están construyendo sin que ni el Gobierno ni la oposición, enzarzados en lo anecdótico y menor, atiendan lo que debiera ser, por fundamental y mayor, su verdadero juego. Su servicio a la Nación y al Estado.