ZAPATERO NO ES DE FIAR

 

 

 Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 21.10.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

«LOS suspiros son aire, ya van al aire». Así, sabiamente, nos dejó dicho Gustavo Adolfo Bécquer; pero, ¿dónde van las cagadas que, una tras otra, enhebra José Luis Rodríguez Zapatero en lo que él entiende -pobrecito- que es hacer política? Aun suponiéndole la buena voluntad, como quiero entender que hacen sus próximos, su capacidad demoledora es sorprendente y, sin parar en barras, lo mismo deshace un partido, aunque sea socialista, que destroza un Estado tan viejo y resistente como el nuestro. Todo ello, eso sí, con la sonrisa en los labios y embutido en la aureola de bondad que le han sabido fabricar sus devotos propagandistas; gente, como se comprueba cada día, de la máxima capacidad profesional y de magnífica condición para el embaucamiento de ciudadanos incautos.

Aunque el meollo del asunto ya era conocido, no puede quedar sin reseña específica el sonoro mutis con butifarra con el que Pasqual Maragall se aleja del PSC que él mismo, con Joan Raventós y Narcís Serra, contribuyó a crear, en los albores de la Transición, para encauzar la confusa y revuelta memoria de los socialistas catalanes. Ayer, valerosamente, Maragall anunció a las puertas del Hospital de San Pau de Barcelona que los médicos le han diagnosticado «un principio de enfermedad de Alzheimer» y, con buen sentido, parece querer dejar diáfano y rotundo su testamento político. Necesita para ello clarificar algunos puntos de su larga y varias veces brillante trayectoria.

Zapatero le debe, en buena medida, la mayoría parlamentaria que le soporta en La Moncloa a Maragall y, a pesar de ello, el de León utilizó al ex president de la Generalitat según le vino a la cuenta del egocentrismo político que le retrata. Mientras José Montilla y Serra apoyaban a José Bono en el Congreso del PSOE en el que Zapatero alcanzó su liderazgo, Maragall y Alfonso Guerra -definitivos- cons-truyeron el pedestal en el que hoy descansa quien, por las paradojas con que nos obsequia el destino, constituye la fuente de sus respectivas decepciones políticas.

Maragall ha dejado de pagar sus cuotas de militante y así, difuminándose, se desengancha de su gran error político: confiar en Zapatero. Por eso, y todavía en plena lucidez -que ojalá le dure muchos años-, se fue a Roma para asistir a la sesión constituyente del Partido Demócrata italiano, un híbrido centrista entre socialistas y demócratas cristianos, que se presenta para superar la decadencia que, en todo el Viejo Continente, presentan los dos mayores grupos políticos en presencia. Esa es la ultima gran lección de Maragall, su testamento. Zapatero no es de fiar y el futuro exige nuevas organizaciones capaces de superar las muy repetidas coplas de los viejos partidos y la insoporta-ble, por machacona, melodía de la partitocracia que, poco a poco, amustia la libertad de todos.