MANDAN LOS SEPARATISTAS

 

 Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 05.02.08

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Carezco de más referencia sobre el Índice de Poder de Banzhaf que las que me proporciona Google; pero, a poco solvente que resulte, produce escalofríos un dato que, elaborado según sus fórmulas por el Gabinete de Análisis Demoscópicos (?), ayer se divulgaba en estas páginas: los grupos nacionalistas tienen en el Congreso el triple del poder efectivo que el PP. Es decir, a lo largo de la legislatura que ya se cierra, los 148 escaños del primer partido de la oposición (un poder efectivo de 10,6) ha sido el mismo que los 10 de CiU. Aburre tener que insistir en el despropósito de nuestro sistema electoral; pero, a poco más de un mes de las próximas elecciones, convendría ir pensando en su urgente reforma. Gane quien gane.

De hecho, volverán a ganar los nacionalistas. Muy próximos en expectativas, el PP y el PSOE no alcanzarán una mayoría absoluta, ni mucho menos, y habrán de reforzar su presencia con el apoyo -de pago, no por simpatía- de las decisivas minorías que, para mayor paradoja, tienen fuerza para determinar el Gobierno de una Nación a la que no quieren pertenecer y niegan su esencia. Sólo una nueva Constitución, tras un razonable proceso constituyente, podrá enmendar ese disparate centrífugo que se incrementó con las reformas estatutarias que, con gran irresponsabilidad, ha manejado José Luis Rodríguez Zapatero.

Hablar de una coalición entre los dos primeros partidos nacionales en pleno combate electoral podrá parecer un despropósito; pero es el único camino, democrático y cabal, para reconducir el desmadre instalado y que el Estado recupere competencias que nunca debió ceder y que están generando más males que bienes a la Nación y a los ciudadanos. A tal punto llega el desconcierto que Pasqual Maragall, ex presidente de la Generalitat de Catalunya, publicó ayer en La Vanguardia un lúcido artículo, destilado en una tregua del Alzheimer que desgraciadamente padece, en el que propugna el voto en blanco. «Nadie ha dicho claramente lo que piensa hacer con los temas importantes», afirma, y ese «nadie» puede concretarse en Zapatero y Mariano Rajoy. De lo que se queja Maragall es de que la Constitución siga sin reconocer la existencia de las nacionalidades históricas; pero que el proceso siga abierto treinta años después de su inicio sólo aporta ausencia de certeza en el sistema.

La conquista del poder carece de sentido si no persigue de un modo sincero el bienestar social, económico y político de la mayoría y eso, aquí y ahora, pasa, por mucho que les duela e irrite a los nuevos caciques de las minorías, por reiniciar el juego con una norma más rigurosa. El Índice de Banzhaf es una prueba de la degeneración democrática, nada representativa y parlamentariamente imposible, a la que hemos llegado. Treinta escaños no deben tener más peso eficaz que trescientos veinte.