LA HORA DE ROSA DÍEZ, ¡UF!

Artículo de Manuel Martín Ferrand en “La Estrella Digital” del 16 de febrero de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

"En el país de los ciegos,

el tuerto es el rey"

(Refrán popular)

Asegura Patxi López, candidato socialista en las elecciones autonómicas vascas, que "hay mucha gente harta de quienes han utilizado la política para dividir y enfrentar, para dar satisfacción a lo que eran sus pretensiones particulares e imponerlas al conjunto de la sociedad por encima del interés general". Eso va a misa; pero, ¿en quién estaría pensando López cuando dijo algo tan cierto?

El diagnóstico del líder del PSE, la franquicia del PSOE para el País Vasco, le cuadra lo mismo a Mariano Rajoy que a José Luis Rodríguez Zapatero. Para el de León cabe el agravante de que está en la Moncloa y para el gallego se puede aducir el atenuante de que, crecientemente, resulta improbable que llegue a estarlo.

Nuestra política, convertida en mera partitocracia, se envilece tanto como nos empobrece. Resulta penosa por su falta de imaginación, sus carencias éticas, su escasez representativa y su ausencia parlamentaria; pero no hay otra cosa ni, mucho menos, voluntad de que llegue a haberla.

Zapatero, en Galicia, para poner en valor al candidato socialista a la Presidencia de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, no ha tenido mejor ocurrencia que referirse al PP. "No andan nada bien de líderes", asegura el líder que ha congelado la sonrisa. ¿Están mejor o peor en el PP que en el PSOE? Sería ese un torneo de difícil juicio final, y, de existir un ganador, habría que recurrir a la foto finish para determinarlo.

Nunca, en todos los años que llevamos en la secuestrada democracia presente, España había tenido líderes de tan escaso perfil y de tan baja graduación ideológica. Tan rematadamente inútiles. Baste considerar que cuando alguien, próximo al PSOE, como el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, apunta la necesidad de cambiar la normativa laboral vigente y abaratar el despido como medida de reacción para crear empleo, el primero en replicarle con gran saña socialdemócrata fue Cristóbal Montoro, el oráculo económico de Rajoy.

En esa paupérrima bipolaridad monocolor en que ha quedado la vida política de la Nación, adelgazada además por las crecientes tensiones centrífugas que generan los nacionalismos, surge con brillo especial la figura de Rosa Díez. Los trescientos mil votantes que la llevaron al Congreso de los Diputados en los últimos comicios -los mismos que obtuvieron las listas del PNV- crecen en la estimación de las últimas encuestas.

Rosa Díez, militante socialista y afiliada de UGT durante treinta años, es una veterana conocida para quienes, bien sea por afición u oficio, seguimos con una mínima atención el pormenor de la peripecia política nacional.

Su primer gran momento de gloria lo alcanzó, entre 1991 y 1998, como consejera de Comercio, Consumo y Turismo con José Antonio Ardanza como lehendakari. Fue entonces, en 1994, cuando, en negación del más mínimo instinto liberal y con abuso de poder, llevó a los tribunales al maestro Mingote. Ella, creadora de una campaña vasca de promoción turística con el lema de "Ven y cuéntalo", entendió que Antonio Mingote era autor de "una agresión" al pueblo vasco, ¿¡nada menos que a todo el pueblo vasco!?, por haber dibujado una viñeta en ABC en la que se presentaba la fotografía del cuerpo de una mujer ensangrentada, asesinada por ETA, con el eslogan turístico como pie.

A pesar de tan triste antecedente, Rosa Díez es en la actualidad la voz más diáfana a la hora de proclamar y defender la unidad nacional y, en términos electorales, el único líder que crece en la estimación demoscópica de la ciudadanía.

Más todavía: a pesar de su no disimulada ideología socialdemócrata, su mensaje resulta ¿aborto y otras cuestiones de esa naturaleza al margen? mucho más abierto y liberal ¿con perdón? que el del PP. De ahí que, en el penacho de esta columna, le añadiera el ¡uf! del cansancio a su nombre.

Resultaría risible, de no ser dramático, que el nombre más próximo y asumible para un liberal que pretenda votar ideas y no siglas sea el de una veterana y contrastada socialdemócrata. Eso habrán de pagarlo, posiblemente a pachas, Zapatero y Rajoy. Rosa Díez es el tuerto en un país de ciegos.