EL RETROCESO NACIONALISTA

Artículo de Manuel Martín Ferrand en “La Estrella Digital” del 07 de marzo de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Ya sabemos, salvo que el número de muertos votantes americanos supere los números de la desvergüenza -hipótesis nunca desechable a partir de nuestra pintoresca normativa electoral-, quién será el nuevo presidente de la Xunta de Galicia; pero surge una nueva, grande, trascendental y compleja incógnita: ¿quién será el nuevo lehendakari del País Vasco?

Por vez primera desde la proclamación del vigente Estatuto de Guernica, el respaldo electoral a los partidos de esencia nacionalista (PNV+Aralar+EA+EB-B = 37 escaños) es menor que el que han obtenido los que no lo son y a los que dicen constitucionalistas (PSE+PP+UPyD = 38).

El resultado gallego constituye una gran victoria para el PP y para Alberto Núñez Feijóo que recupera el fracaso de Manuel Fraga en los últimos comicios autonómicos gallegos. Es, también, un respiro para Mariano Rajoy. El fracaso conjunto que los socialistas gallegos y el disparatado BNG han cosechado durante cuatro años de palabras huecas, promesas incumplidas, ausencia de iniciativas y, en lo pragmático, retroceso económico en las cuatro provincias de la circunscripción, consiguió movilizar al electorado, que acudió a las urnas en porcentajes hasta ahora desconocidos en Galicia y que le ha devuelto al partido de la gaviota su confortable y tradicional mayoría absoluta.

El hecho de que el PP haya crecido a costa de sus dos adversarios habla por sí mismo del fracaso de ambos y, salvo que la esclerosis partitocrática lo impida, obligará a las cúspides de los socialistas y de los nacionalistas a revisar sus liderazgos en la región.

A Rajoy se le puede reconocer el mérito del esfuerzo. Nunca se le había visto al actual presidente del PP tan activo y batallador. Aunque, pervertido por la prudencia distante, llegara a decir, por si acaso, el "yo no me presento" que le trasladaba a Feijóo el posible fracaso electoral, Rajoy ha sudado la camiseta -¡una cochinada!-, quizás, por primera vez en su ya larga vida política.

En el País Vasco no se le puede decir lo mismo al líder del PP. Aunque se hayan manifestado contentos y triunfales por los 13 escaños conseguidos en el Parlamento de Vitoria, se trata de un nuevo retroceso del partido en un territorio tan trascendental para el juego político español. Antonio Basagoiti, a quien no le faltan condiciones, está todavía poco curtido para una tarea de esa envergadura. Su retroceso, prólogo del que muy posiblemente experimentará el PP en las elecciones al Parlamento Europeo, se sustenta en la inexplicada precipitación en sustituir a María San Gil, que, en su día y en condiciones verdaderamente tremendas, obtuvo dos escaños más en Vitoria y, lo más significativo, una distancia muchísimo menor con el PSE.

Lo que ahora resultará apasionante será asistir al espectáculo de la responsabilidad/irresponsabilidad que sean capaces de lucir los estados mayores del PSOE y del PP. Aunque, en puridad democrática, parece deseable que, en unas elecciones de segundo grado efectuadas con listas cerradas y bloqueadas, obtenga las llaves de la sede presidencial el partido más votado, en el País Vasco parece imprescindible el juego de la alternancia en el poder.

El PSOE, por otra parte, ya ha despreciado en más de una ocasión -Galicia, Cataluña, Cantabria...- la prioridad de la lista más votada y ahora, a la vista del paisaje dominante y de las expectativas creadas, hasta para el voluble y engañoso José Luis Rodríguez Zapatero sería muy difícil rechazar el apoyo del PP para darle el suyo al PNV. La opinión pública, aquí y ahora, no pinta mucho; pero tampoco resulta prudente para un líder en apuros, y Zapatero lo es, el andarle tocando las emociones a su propio electorado.

En el análisis, aunque sea de urgencia, no se puede dejar de valorar el mérito de Rosa Díez, la Robinson Crusoe del españolismo político. Más sola que la una, sin apoyos mediáticos ni respaldo económico, ha conseguido instalarse como la cuarta fuerza política de Galicia, aunque sin representación en Santiago, y ha colocado a uno de sus hombres en Vitoria. No es fácil averiguar la etiología del voto que la apoya; pero si yo fuera dirigente del PSOE o del PP, tanto dan, la miraría con más respeto y prevención.

El nacionalismo, especialmente el radical, el que representa Ibarretxe, retrocede en España y, palpablemente, en el País Vasco y en Galicia. Es un poco el efecto de las crisis económicas que padecemos y tanto nos afligen; pero es también, un mucho, la fatiga de unos supuestos tan viciosos y perversos como para que los territorios adquieran más valor que las personas que los habitan y la tradición y las historias inventadas tengan mayor presencia y respeto que la realidad marcada por el paso de los siglos.