UN MAL AÑO

Artículo de Manuel Martín Ferrand en “La Estrella Digital” del 09 de marzo de 2009

 

Contumaz: Rebelde, porfiado y

tenaz en mantener un error.

(DRAE)

Ya se cumple un año desde que José Luis Rodríguez Zapatero revalidara, en las legislativas del 9-M, su contrato como inquilino de la Moncloa. Para conseguirlo negó la existencia de una crisis mundial sobre la que existían suficientes indicios y sonaban timbres de alarma; pero no hay fuerza ética capaz de contener el impulso de poder que define al personaje. Tiende a la mentira como la cabra tira al monte y, después de haber efectuado una severa poda de talentos en el seno del PSOE, parece indiscutido entre los suyos.

Ha sido un año calamitoso para nuestra vida en común. En lo económico, en lo político y en lo ético. España se empobrece minuto a minuto al tiempo que las tensiones centrífugas, no solamente generadas por los partidos nacionalistas, van reblandeciendo el cuerpo de la Nación y dejando sin contenido los supuestos del Estado.

Junto a la crisis global, esencialmente financiera, cabalgan aquí, como en cuadrilla, otras específicamente españolas. Los resultados están a la vista y, entre ellos, destaca por su dramatismo el hecho de haber alcanzado una tasa de paro, doble de la media europea, que tiene ya tres millones y medio de nombres y apellidos. Antes de que termine el próximo verano, según los pronósticos más conspicuos, ya serán cuatro.

Zapatero, a pesar de todo, mantiene sus niveles de popularidad y aceptación, muy superiores a los de quien, hoy por hoy, pudiera disputarle la presidencia del Gobierno. Eso tiene que tener truco. Parte de ese truco reside en la capacidad de su máquina propagandista para sacar constantemente conejos de la chistera. Lo mismo puede tratarse de una innecesaria y extemporánea reforma de la Ley de Aborto que de salpicar las primeras páginas de los diarios con docenas de casos de corrupción de militantes o próximos al PP. El caso es mantener una permanente e incansable política de distracción: de entretenernos a todos, próximos o distantes, con asuntos de menor entidad, pero de máximo interés. Pero tiene que haber algo más.

Aparte de rencores y resentimientos, que rezuman en todos sus dichos y actos, ¿de que material está construido Zapatero? Recuerdo del bachillerato qué tiempos aquellos en los que los jóvenes aprendíamos y nos educábamos durante el periodo académico!? la existencia de una tabla para medir, por comparación, la dureza de los elementos. Desde el talco y el yeso, los dos elementos más fáciles de rayar, hasta el topacio, el corindón y el diamante, los tres más duros y resistentes.

Contemplando la tarea de Zapatero y la incuestionable incapacidad de su equipo de Gobierno, surge la duda sobre su nivel de dureza. ¿Estamos ante el insólito caso de alguien más duro que el diamante o, sencillamente, se trata de que pretende rayársele con una pluma de avestruz?

Los más viejos del lugar no recordamos un Gobierno tan inconsistente y vacuo presidido por un personaje tan inane y falaz. Con la inconsistente prédica política de una "España plural" -no se atreve a descararse y confesar su vocación confederal- nos conduce hacia la disgregación nacional y va forjando la ruina económica. El Estado, mientras tiende a su sublimación y se queda sin contenidos, se endeuda hasta límites temerarios; pero la contumacia presidencial, erre que erre, insiste en las buenas palabras y en la falta de decisiones.

Como para celebrar el primer aniversario de las últimas elecciones legislativas, María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Gobierno y máxima experta en exculpaciones y disimulos socialistas, se ha lamentado -¡en Monrovia!- de la falta de ayudas que, por parte de la oposición, dificultan la tarea gubernamental. "Nos habría gustado contar con la colaboración del PP", ha gimoteado tan excluyente señora.

Como en la cena de Baltasar de Alcázar, "Esto, Inés, ello se alaba; / no es menester alaballo". No cabe mejor comentario que la misma contemplación de los hechos. Zapatero, tramposo e irresoluto, instalado en la contumacia, resiste. ¿Es un efecto de su inmensa fortaleza o una consecuencia de la torpe y acomplejada debilidad de sus adversarios?