LA DECADENCIA DE ZAPATERO

Artículo de Manuel Martín Ferrand en “La estrella Digital” del 11 de abril de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

"España es una botella de cerveza,

y yo soy el tapón: en el momento

que éste salte, todo el líquido contenido

se derramará, sabe Dios en qué derrotero"

(Fernando VII)

 

A Fernando VII le costó cerca de un cuarto de siglo dejar de ser "el Deseado" para convertirse en "el Rey felón". Salvando las distancias, el proceso de degeneración política de José Luis Rodríguez Zapatero es muchísimo más rápido. Vertiginoso. El líder del PSOE culminó su primera legislatura, a pesar de su errática política económica y su esencial espíritu confederal, con crédito suficiente para resultar elegido para una segunda; pero, en sólo un año -el día 12 se cumple- se ha venido abajo y, aunque mantiene síntomas vitales en las catas demoscópicas, ya son pocos, incluso entre los suyos, quienes le mantienen el respeto. Se ha desautorizado a sí mismo y, de paso, ha conseguido degradar la imagen -ya paupérrima en su origen- del equipo de miembros y miembras que integran su Gobierno.

Zapatero, de quien no se sabe nunca dónde va, es un gran especialista en pisar charcos. Ahora acaba de obtener un "éxito" internacional, algo por lo que viene peleando desde hace cinco años. El presidente de EEUU le ha llamado "amigo"; pero, de inmediato, su ambigua posición internacional ha degradado el valor del reconocimiento. Barack Obama ha vuelto a mostrarse partidario de que la UE admita como socio a Turquía y, como era presumible, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel le han recordado al mandatario norteamericano que ésa es una cuestión exclusiva de los socios de la Unión. Como Zapatero anda comprometido con la Alianza de Civilizaciones, una teoría que sólo le compran en Turquía y en la ONU, se ha vuelto a quedar colgando de la brocha. Le faltan coherencia y grandeza para ser un líder internacional.

En lo que respecta a la política interior, Zapatero lo tiene más difícil todavía. Podría hacer suya la frase de Fernando VII que encabeza estas líneas. Está, lo quiera o no, en la orilla de una crisis de Gobierno; pero cualquier movimiento que acometa, dados los nombres vigentes en el reparto socialista, acercará su realidad a la memoria de Felipe González. Nada podría hacerle más daño.

Zapatero dispone de dos vicepresidentes. Una está gastada por el uso y el otro no ha llegado a gastarse porque ya venía consumido de su crisis anterior, la de los noventa, la que se llevó por delante al González que ahora podría presentársenos en una nueva reencarnación política. Entre sus ministros y ministras -¡cuánta inanidad, cuánta incompetencia!- sólo uno, Alfredo Pérez Rubalcaba, tiene talla suficiente. Los demás, y no quiero ensañarme con los detalles, no debieron nunca llegar a serlo.

La perpetuación de Rubalcaba conllevaría un ascenso del personaje, una vicepresidencia política, y, dado el perfil del actual ministro de Interior, su pasado de defensor de los GAL y de coetáneo con la gran corrupción del felipismo, no parece aconsejarlo. Ni Zapatero, maestro en elasticidades y cambios de criterio, especialista en embustes e incumplimiento de compromisos, podría resultar indemne con una máquina de intrigar colocada a su vera.

Tampoco debe ignorarse el rechazo por el talento que Zapatero tiene acreditado. No es casual que un líder se haga acompañar por gente tan escasa como la que integra la nómina del Gobierno actual. Hay que buscar mucho para encontrar alguien tan hueco como para ocupar un Ministerio de Igualdad y, además, asumir como materia de la cartera algo que, como la nueva ley del aborto, a todas luces correspondería a Justicia y, ya con manga ancha, a Sanidad.

Un nuevo Gobierno de peleles no frenaría la decadencia de Zapatero y, ojalá me equivoque, el vallisoletano que afirma ser leonés no tiene fuste para un equipo de mayor envergadura. Sea el que resulte ser, tampoco tendrá efectos taumatúrgicos. El Estado seguirá su proceso de descomposición y la Nación continuará su ruta hacia la ruina total. La decadencia de Zapatero es nuestra decadencia colectiva. Por el momento, sólo parecen tener plena conciencia de ello los más de tres millones y medio de parados que, duplicando la media del paro en la UE, son el mejor balance del zapaterismo. Alguien, supongo que en propio PSOE, debiera tratar de que no se destape la botella de cerveza que hermana a Zapatero con Fernando VII. ¡Qué catástrofe!