LA MARAÑA DE ZAPATERO
Artículo de M. MARTÍN FERRAND en “ABC” del 28/12/04
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
ASEGURAN
los hagiógrafos de José Luis Rodríguez Zapatero, que no son pocos, que el líder
socialista, para bien y para mal, no se corresponde con los modelos clásicos a
los que estamos acostumbrados por experiencia, lecturas y observación de los del
exterior. Es muy posible que tengan razón, si bien es verdad que el argumento de
la singularidad -o de la rareza- igual sirve para el más encendido de los
elogios que para la más acerada de las críticas. Personalmente no tengo ningún
reparo en aceptar la hipótesis de Zapatero como acuñación única, y hasta
irrepetible, en el muestrario político español. Un hombre que, en el poder, en
un estado de gracia que le regalan los asistentes parlamentarios que compensan
su minoría y con una Oposición tan ausente e inexplicable como la que maneja en
exclusiva el PP, no utiliza las páginas del BOE -¡una ley en nueve meses!- es,
sin duda, un caso a considerar como excepcional.
Tras la zafiedad formal de José María Aznar, que fue mucha, Zapatero obtuvo un
gran crédito ante la opinión pública en aras de lo que sus adictos cantan como
talante y es, con más precisión y clasicismo, lo que antes se llamaba buena
educación; pero ¿bastan las maneras como energía capaz de mover la máquina del
poder al ritmo deseado y en la dirección conveniente? Evidentemente, no. Así, de
concesión en concesión, de gesto en gesto, de carencia en carencia y, además,
poco y mal acompañado, el maestro del talante va acreditando escasez de talento
y tejiendo en su entorno una maraña que, especialmente en lo que afecta a los
asuntos autonómicos, no permite presagios de esperanza. Hay que enfrentarse a la
responsabilidad del momento. Como decía el cura de mi pueblo, haz lo que debas
aunque debas lo que haces.
Para mayor inquietud, en donde más se enreda y oscurece la maraña de Zapatero es
en Cataluña, el lugar de donde le viene la fuerza que le permite gobernar. Él y
Pasqual Maragall sabrán los matices y la profundidad de su pacto de poder, del
mismo modo que Maragall conocerá los que aglutinan al tripartito; pero los
hechos, siempre más sinceros que las personas, resultan evidentes y testimonian
una escalada disgregadora de la unidad nacional que, junto con la vasca, resulta
inquietante hasta para un observador poco apasionado en la idea de España. Dando
por buena la sinceridad del presidente del Gobierno, ¿cómo puede utilizarse el
talante como herramienta eficaz para negar la bilateralidad en las relaciones
Cataluña-España tal y como pretende, entre otras lindezas, el proyecto de
Estatut que ahora anima al Parlament y es, de hecho, la tasa que Maragall debe
pagarles a sus socios, especialmente a ERC, por haber llegado a president cuando
las previsiones de la lógica ya descontaban su protagonismo político y, al
margen de su intimidad, le reservaban para lo que en Castilla llaman sopitas y
buen vino? Fausto se debe al diablo, su pacto le esclaviza.