LA ORQUESTA DEL TITANIC
Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 03 de octubre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Durante
la noche del 14 al 15 de abril de 1912, la Wallace Hartley
Band, más conocida como La Orquesta del Titanic, tuvo
un comportamiento heroico. Todo el mundo conoce la historia. Mientras el RMS Titanic, el más lujoso y moderno trasatlántico de todos los
tiempos, se hundía en las frías aguas del Atlántico Norte los ocho integrantes
del grupo musical, primero en el salón de primera clase y después en la
cubierta de botes, no dejaron de interpretar su repertorio para contribuir al
mantenimiento de la calma y evitar el pánico del paisaje. Los ocho perecieron
ahogados y su memoria, un siglo después, sirve de ejemplo de abnegación y
entrega en el cumplimiento del deber.
En Zapaterolandia, un Estado sin enjundia y una Nación en
porciones, la conducta colectiva se asemeja mucho, demasiado, a la que
inmortalizó la orquesta de Wallace Hartley. La
diferencia estriba en que, en el Titanic, el número
de pasajeros era de 2.224. Ocho hombres se sacrificaron en bien de esos dos
millares y pico de personas y, seguro, algunos entre ellos y gracias a la
música no engrosaron la lista de los 1517 fallecidos. La proporción se invierte
en nuestro caso. Un gigantesco coro de más de 40 millones de ciudadanos,
arrebatados por «una corazonada» y otras cuantas zarandajas propagandísticas,
asistimos a nuestro propio naufragio colectivo en beneficio de un solo
pasajero, José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre que, para mayor sarcasmo, nos
ha estrellado con sus quimeras y obstinaciones contra el iceberg de la crisis
financiera internacional y, peor aún, contra el de nuestras crisis domésticas
que, desde el ladrillo a la falta de productividad, ahondan la profundidad del
problema económico vigente.
Si
Rodrigo Rato, como debiera, siguiese al frente del Fondo Monetario
Internacional el Gobierno, tan hábil en exculpaciones como corto en
percepciones y nulo en resoluciones, podría aducir razones partidistas para
disimular el gravísimo señalamiento que acaba de hacernos el FMI. La economía
mundial se recupera, excepto la española. El PIB decae y el paro sigue
creciendo. Sobrepasará el 20 por ciento. A pesar de ello, en una rara conducta
más grave y demoledora que las crisis que nos afligen, el coro nacional sigue
en cubierta sin dejar de cantar. Nos hundimos, parece que contentos, sin que la
contestación al único y privilegiado pasajero le tache de las posibilidades del
futuro.