TODO POR LA PASTA

Artículo de Manuel Martín Ferrand en “La Estrella Digital” del 07 de noviembre de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

"El cántaro cayó: ¡pobre lechera!"

(Samaniego)

En 1907, recién llegado a la presidencia del Consejo de Ministros Antonio Maura, en una España alterada por las sospechas del pucherazo y angustiada por la guerra de Marruecos, Benito Pérez Galdós, a la sazón diputado por Madrid en las filas del Partido Republicano, le dijo -en la calle del Turco- a Julio Camba:

"Esto es una farsa a la que no se debe asistir. No hay nada más hipócrita, más falso ni más miserable que la vida política de España. El sufragio universal es, entre nosotros, la mayor de las mentiras. Aquí hay unos cuantos caballeros que distribuyen las actas tres días antes de las elecciones con un cinismo espantoso, con una desaprensión estupenda. Y una vez hecho esto, no hay manera de corregirlo."

¿Les suena a ustedes esa canción? Un siglo después, tras entretenernos con una dictadura hacendosa, una república frustrada, un tremenda guerra civil, una estéril y larga posguerra y una singular Transición, seguimos en las mismas: en lo de la farsa. Las listas cerradas y bloqueadas han perfeccionado el poder de los jefes de fila y, de hecho, sólo dos personas -en la actualidad, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy- tienen en sus manos la designación de los concejos de la mayoría de las ciudades españolas, la composición de los parlamentos regionales y la del Congreso y, por ello mismo, el control simultáneo de los tres grandes poderes del Estado.

Aquella memorable e ilustrativa conversación entre Galdós y Camba terminó con una vibrante conclusión por parte del autor de Los episodios nacionales:

"Aquí lo que hace falta es una revolución formidable..."

Sigue haciendo falta. Si no le queremos dar más vueltas a una misma falacia habrá que concluir que la Transición ha fracasado. La partitocracia se apoderó de ella y vivimos el esperpento de un sistema representativo que no nos representa y de un parlamentarismo nada parlamentario. La mejor demostración de lo que digo está en la generalizada corrupción que, sin excepciones, se incrusta en todos los partidos políticos y nos asfixia económica y moralmente. El diario ABC afirma que "mueve más dinero que la droga" y, posiblemente, se quedan cortos.

El "todo por la Patria" que algunos escrupulosos de la democracia mal acuñada cuestionan en los cuarteles de la Guardia Civil se ha transformado en una lema común y fáctico que, con las excepciones personales que quieran incluirse, agosta la realidad de los partidos, empobrece la realidad moral de la Nación e impide una verdadera convivencia democrática: Todo por la pasta.

Galdós tenía toda la razón. Aquí hace falta una "revolución formidable" que, por lo menos, cursará, si los hados quieren favorecernos, con más de un siglo de retraso. España no es posible, ni deseable tan siquiera, en ese océano de mierda -con perdón- en el que chapotean nuestros partidos políticos y, con ellos y aparentemente satisfechos, los sindicatos, las patronales y cuantos, de una u otra manera, viven enganchados a la teta del Estado, madre nutricia de iniciativas estériles, proyectos tan faraónicos como inútiles y de un rosario de instituciones prescindibles.

Si tuviéramos la fortuna de que una epidemia de sentido común se instalara entre nosotros y el anticuerpo de la honradez colectiva machacara la epidemia de golfancia que se ha adueñado de los partidos políticos y de muchos de sus ámbitos de influencia, esto sería Jauja. No hay muchos países en Europa tan fuertes como para soportar, al mismo tiempo y sin desmoronarse del todo, un Gobierno como el de Zapatero y una oposición como la de Rajoy mientras el vuelo de los corruptos multicolor nos impide la contemplación del sol. Aquí la lechera no gana para cántaros.