RAJOY, EL CICLISTA INMÓVIL

Artículo de Manuel Martín Ferrand en “La Estrella Digital” del 16 de noviembre de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

"Un hombre inteligente es el que sabe

ser tan inteligente como

para contratar gente más inteligente que él"

(John F. Kennedy)

A propósito de la convención que el PP ha celebrado en Barcelona, los periódicos han publicado una fotografía altamente descriptiva de Mariano Rajoy. El líder, sonriente, aparece dándole a los pedales de una bicicleta estática, de esas que se utilizan en los gimnasios y los institutos de belleza para, según, fortalecer las piernas o mejorar la silueta. Para mayor confusión, la bicicleta luce sobre el manillar un letrero de regular tamaño en el que, sobre el anagrama del partido, puede leerse: "Bicicleta solidaria". Parece que el líder gallego tiene tal obsesión por mantener su estatus actual que no corre el riesgo, al pedalear, de avanzar un solo centímetro. Viva el inmovilismo. La condición solidaria de la bicicleta estática es de más difícil explicación; pero, tal y como están las cosas en el partido de la alternativa teórica, tampoco es cosa de abundar en las indagaciones.

La razón de ser de la convención de Barcelona, además de mejorar la imagen del partido en Cataluña, donde se juega una parte importante de su futuro electoral, era la de demostrar unidad y fortaleza. Han demostrado lo contrario y líderes como Esperanza Aguirre o Francisco Camps ni siquiera estuvieron presentes en el gran sermón final de Rajoy. Las viejas celestinas eran capaces de recomponer el himen; pero la virginidad, en lo que pueda interesar, es irrecuperable una vez perdida.

Aparte de lucirse en el ciclismo de salón, que otra cosa es arrimarse al toro, y de reforzar la figura de Alicia Sánchez-Camacho, el PP pretendía en su convención manifestar la necesidad y conveniencia de que Rajoy acceda -como inquilino, no como visitante- a la Moncloa. A tal efecto, el candidato pronunció un discurso en el que se formula un decálogo que encierra el truco para tal conquista. Lo he leído varias veces para comprobar que no soy víctima de ninguna gripe alfabética ni de ningún otro mal alucinógeno. Es una hermosa colección de formulaciones mostrencas e indiscutibles, más apreciables en su fondo moral que en su oportunidad política, y que, eso es lo peor, no se evidencian en la práctica de las Autonomías y grandes Ayuntamientos en los que el PP gobierna en mayoría.

Manifiesta Rajoy su fe y la del Partido Popular en la supremacía de las personas, en el derecho a la vida, en la familia, en España como nación de ciudadanos libres, en la igualdad de oportunidades, en una educación en libertad, en el respeto a las reglas del juego, en la austeridad, en la responsabilidad y en el valor de la palabra dada. Todo muy hermoso. Tanto que, como formulación platónica, es indiscutible y como programa político, irrelevante. Es la versión conceptual del pedaleo en la bicicleta estática: no lleva a ninguna parte.

Hay algo, además, que produce una cierta inquietud. Quienes tenemos memoria recordamos muy bien las propuestas electorales del PP en 1993, en las que José María Aznar predicaba la "regeneración democrática" -una necesidad todavía pendiente- y las de 1996, las que llevaron a José María Aznar a presidir el Gobierno de España. Su propuesta, su "palabra dada", volvió a ser la misma y la "regeneración" saltó por los aires, antes de tomar posesión del cargo, como precio a satisfacer por el apoyo parlamentario de Jordi Pujol según el Pacto del Majestic.

Quienes, desde el análisis y no desde la pasión, entendemos que es indispensable y, en lo posible, urgente el relevo de José Luis Rodríguez Zapatero como jefe del Ejecutivo tenemos que escalofriarnos ante un "decálogo" tan inane. Es tan irreprochable en términos éticos como vacío en contenido político. ¿Hay alguien que defienda, por ejemplo, la irresponsabilidad y el despilfarro? Sin embargo, son práctica de uso común en Comunidades como Madrid y Valencia. Quizás por eso sus titulares no estuvieron presentes en el plática de Rajoy, el ciclista inmóvil.