Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 15 de enero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Mientras
la izquierda, quizás para entretener el tiempo muerto del franquismo, se dedicaba
a la acuñación de héroes de hojalata, huecos, sin más contenido que el de una diletancia incapaz de convertirse en contestación, la
derecha democrática se dividió en dos grandes familias de conducta. Unos, los
más, aplicaron el primum vivere
de la prudencia y, con mayor o menor complacencia, fueron cortando los cupones
de sus respectivas Cartillas de Racionamiento. Otros, los menos, con rigor y
entereza, no sin sacrificio, contribuyeron a sentar las bases de una sociedad
nueva, el cimiento de la que ha permitido la magia de la Transición y el
milagro de una democracia, por imperfecta que sea, levantada sobre el solar y
las leyes de una dictadura férrea. De ahí la escasez de maestros en el
pensamiento, ejemplos en la conducta y paradigmas en la personalidad cívica que
padecemos en España.
Ayer se
nos fue Antonio Fontán, marqués de Guadalcanal y
ejemplo singular de un intelectual comprometido y exquisito, profundo y
coherente. Fontán fue un liberal. El liberal de
guardia. Como profesor, periodista, político y ciudadano siempre mantuvo viva,
en alarde de caballerosidad, la tenue llama del liberalismo español, base de la
Restauración, lánguido en el 98, débil frente a la Dictadura de Primo de
Rivera, castigado por la II República, convaleciente tras la Guerra Civil y,
salvo excepcionales testimonios individuales, barrido por el bipartidismo
oligárquico y los espasmos nacionalistas en los que nos hemos instalado.
Fontán, «héroe de la libertad de Prensa», luchó toda su vida, con
abnegación y limpieza, por la defensa de su fe, la restauración de su sueño
monárquico, la normalidad democrática, la formación de los jóvenes y la
dedicación a la ciencia y el conocimiento. El diario Madrid, una de sus
trincheras, fue uno de los primeros pregones de una España evolucionada,
redimida de sus viejos fantasmas y de sus perennes tiranos. Voces que fueron
ahormando una nueva realidad. El gran déficit de la España actual es la de
protagonistas como Fontán, patricios germinadores de
la convivencia y la tolerancia. Sabios comprometidos con la libertad. Quienes
hemos tenido el privilegio de trabajar en su ámbito -en la SER primigenia, en
la Universidad de Navarra, en Nuestro Tiempo- sabemos que es una pieza sin
repuesto. Una de las contadas singularidades que, verdaderamente, impulsan
progreso.