EL PROBLEMA ES MORAL

Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 05 de junio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

La contemplación panorámica de la realidad nacional española nos indica que los debates en curso, los enfrentamientos estériles que tanto nos desgastan y disminuyen, se centran en la confrontación -derecha, izquierda; patronal, sindicatos; devotos, descreídos...- sobre como quisiéramos, todos y cada uno, que fuera la realidad. No, como parecería más sabio y fecundo, en analizar esa realidad y, después de contrastada con la de las Naciones de nuestro entorno, tratar de perfeccionarla con la aportación de lo que la falta y desecho de cuanto hay en ella de inútil, rutinario y costoso. Nos falta sentido crítico para que así sea y nos seguirá faltando mientras la Educación, el primero de nuestros problemas y el germinal de todos los demás, no adquiera prioridad entre los planes de la política y la exigencia de una sociedad que le ha dado la espalda al conocimiento y prefiere un viaje turístico -siete días, seis noches- al esfuerzo y la búsqueda de la excelencia.

También ocurre que, como ya demandaba Francisco Silvela hace más de un siglo, nos falta sentido moral tanto en el ámbito de lo privado como en el de lo público. La idea del «bien común» ha quedado reducida a una muletilla dialéctica para políticos de menor cuantía y, de hecho, asistimos al lamentable espectáculo en el que todos cuantos son, o dicen ser, representantes de los demás anteponen su interés de grupo al general de la Nación. Es humano, pero resulta demoledor para un Estado que, dividido en 17 taifas constitucionales, resulta incapaz de buscar soluciones únicas para un problema común.

Resulta paradigmático de lo que señalo la actitud de los «agentes sociales». En pleno naufragio nacional, mientras los segmentos más desfavorecidos de la sociedad, desde parados a pensionistas, están con el agua al cuello insisten en el mantenimiento de sus privilegios. La anteposición del interés de las partes al del todo es el fundamento de la ruina; pero, desde el rigor intelectual y la exigencia moral, ¿se puede sostener la existencia y mantenimiento de buena parte de nuestras superpobladas instituciones y de toda la maquinaria, pública o subvencionada, que secuestra o jibariza la iniciativa privada, esquilma a los ciudadanos y rompe los esquemas clásicos y contrastados del bien y del mal? Tengo que hablar de todo esto, si es que los tengo, con mis representantes en el Concejo y en los Parlamentos.