UN CASCABEL PARA ZAPATERO

Artículo de Manuel Martín Ferrand   en “Republica.es” del 05 de junio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Javier Pradera, el oráculo del diario que cuando fue independiente lo fue solo de la mañana, ha dicho, a propósito del debate parlamentario en el que – ellos sabrán por qué – CiU le salvó el tipo a José Luis Rodríguez Zapatero: “Al menos Zapatero ha tenido el valor moral y el coraje de asumir sus errores”. Eso es como reconocer la finura intelectual de Belén Esteban y proponerla para académica de Ciencias Morales; pero dicho por Pradera, hijo y nieto de Praderas, tan incapaz de para un pensamiento libre como para una idea errática, debe de tener algún sentido. El País, aparentemente hostil al actual presidente del Gobierno, la lanza un salvavidas cuando está con el agua al cuello. Eso será por algo.

Zapatero, en lo que se contempla a lo largo de su sexenio de poder, es incapaz de reconocer, y menos asumir, sus errores. Ese es un privilegio de los verdaderos demócratas, de quienes piensan que la idea del adversario puede ser tan buena, o mejor, que la suya propia; pero el de León es un fanático en estado puro y ello le obliga a estar en posesión de la verdad y despreciar olímpicamente a todos sus diferentes. Incluso cuando se reviste con la piel de cordero y luce la mejor de sus sonrisas, se le adivina el resentimiento que lleva en el alma y le conduce a la revisión del pasado con ánimos de revolverlo y enmendarlo retroactivamente.

Las encuestas señalan que hasta Mariano Rajoy puede ser capaz de derrotar a Zapatero y sacarle diez puntos de ventaja, de conseguir una mayoría absoluta en unas legislativas. Quizás, ante tan significativa alarma, los del periódico global se sientan inquietos. Malo es, para ellos, lo conocido; pero intuyen que una vuelta del PP a La Moncloa no sería tan benéfica como lo fue el tiempo presidencial de José María Aznar, gran protector de Jesús Polanco y mecenas fáctico del desarrollo del grupo periodístico que hoy está en apuros y vive tensiones de renovación en su cúpula.

En política, las cosas son pocas veces como parecen y, sobre todo, casi nunca llega a ocurrir lo que se presiente y barrunta. Son tantos los detalles capaces de modificar una trayectoria que cualquiera de ellos puede darle la vuelta a la tortilla que cada cual cocina en su imaginación. Lo único que ahora está claro, lo que parece inevitable, es el final político de Zapatero.

Los ciudadanos, inclusos quienes le votaron hace un par de años, ya se toman a broma el talante y la escasez de quien iba a ser un acontecimiento planetario y se ha quedado en el timonel de un naufragio. Por si ello fuera poco, el pedestal que le proporciona su equipo de Gobierno, tan paritario como ramplón, no mejora su imagen ni la consideración de la opinión pública. Quizás, con las muletas de una crisis y la renovación drástica del Consejo de Ministros, pudiera aguantar hasta el fin de la legislatura, que la Oposición tampoco parece tener muchas prisas en quedarse con el amargo pastel que ha horneado durante su mandato el mínimo Zapatero; pero, por parte del PSOE, esa sería una gran responsabilidad.

Sin esperar a que cumpla el plazo de la legislatura, solo hay dos mecanismos razonables para la sustitución del líder que quería ser la gran estrella de la izquierda europea y se ha estrellado contra su propia vanidad. El primero de ellos, la moción de censura por parte del PP, hay que descartarlo dado el carácter de Rajoy y su dificultad para entenderse con los demás. El segundo, la decisión socialista de relevar a su líder por otro de mayor enjundia y confianza, está en las manos de los órganos rectores del PSOE y de su Grupo Parlamentario.

Es tan poca la ferocidad del gato que cualquier ratón está en condiciones de colocarle el cascabel. A pesar del continuado esfuerzo de Zapatero por ir marginando y neutralizando a todos quienes, mejor capacitados que él, pudieran hacerle sombra, hay personas en el socialismo español con méritos y experiencia para ejercer con dignidad y eficacia la presidencia del Gobierno de España. En los mentideros suena con insistencia el nombre de Javier Solana, idóneo por su relevancia en la UE para resolver los problemas actuales que, precisamente, tienen mucho que ver con la Unión. Otros hablan de José Blanco, madurado en el ejercicio pluriempleado de ministro de Fomento y de fáctico numero dos del partido. También suena el de Alfredo Pérez Rubalcaba que, a pesar de su cáscara felipista, es político de fundamento. Cualquiera sería mejor que el actual, aunque fuese cierto que “ha tenido el valor moral” de asumir sus responsabilidades. Si así fuera la situación es aún más grave, estará peligrosamente intoxicado. Un antídoto, por favor…