UNA ESPAÑA HEMIPLEJICA

Artículo de M. Martín Ferrand  en “ABC” del 16 de junio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

¿Quiénes somos los integrantes de una de las dos Españas para afear la conducta de los de la otra?

 

Cuando se proclamó la II República, el espectáculo en España tenía dos nombres máximos: Raquel Meller, actriz y cantante aplaudida en todo el mundo con La violetera, y Margarita Xirgu, que estrenó el repertorio teatral de Federico García Lorca. La primera era monárquica y de derechas y la segunda republicana y (moderadamente) de izquierdas. Ambas, llegada la Guerra Civil, tomaron una prudente distancia. Meller se fue a Buenos Aires y Xirgu a Montevideo. El público que bebía los vientos por ellas y llenaba los teatros en que actuaban, ¿tenía muy clara sus respectivas adhesiones políticas? Como ciudadanos podemos ser conservadores, liberales, socialdemócratas, comunistas o cubrir cualquier otro epígrafe del muestrario político; pero profesionalmente somos, o debiéramos ser, lo que la vocación y la suerte nos depare. ¿Hay nefrólogos de derechas y de izquierdas o los riñones funcionan independientemente del nivel cultural o la dedicación laboral de quienes los transportan?

Tengo respeto, y en la mayoría de los casos admiración y afecto, por los artistas —Javier Bardem, Juan Diego, Miguel Ríos, María Galiana, Pedro Almodóvar...— que han protagonizado un vídeo en el que encarnan, en primera persona, el recuerdo de quince víctimas del franquismo, quince ciudadanos asesinados al calor de la sublevación del 18 de julio del 36; pero, pienso, se equivocan en un gesto del que no cabe dudar de su recta intención. Son los representantes de una España hemipléjica. Para nuestra común desgracia la barbarie y la saña prendieron por igual, cuasi simétricamente, en las dos Españas. ¿Hay muchas diferencias entre el asesinato de Lorca y el de Pedro Muñoz Seca? ¿Es lícito, en nombre de la libertad (?) violar y asesinar a unas piadosas monjitas sacadas a empellones de la clausura de sus rezos?

Como nos enseña el Evangelio, lo mismo a creyentes que a descreídos, a todos cuantos estamos inmersos en la civilización cristiana, «quien esté libre de pecado que tire la primera piedra». Solo la mujer adúltera sabe hasta dónde llega su culpa y conoce su voluntad de redención. ¿Quiénes somos los integrantes de una de las dos Españas para afear la conducta de los de la otra? Muchos españoles de los dos bandos —demasiados— murieron sin juicio ni abogado ni sentencia. El gran mérito de la Transición fue la voluntad de reconciliación nacional que todos, izquierdas y derechas, aportamos para propiciar el insólito transito de una dictadura a una democracia. Va contra ese espíritu, lo traiciona, el volver la vista atrás con saña y centrar la barbarie en unos episodios dramáticamente simétricos de los del bando contrario.