EL QUIETISMO DE RAJOY

Artículo de Manuel Martín Ferrand  en “Republica.es” del 02 de agosto de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Mariano Rajoy, el líder que no se inmuta, debiera andarse con cuidado. Aunque en el PP abunde la actitud triunfal de una próxima victoria electoral – “ya es fruta madura”, me decía ayer un notable de la formación –, el pronóstico es temerario. Los comicios los carga el diablo y nunca resulta ser del todo cierto eso de que las elecciones “las pierde el adversario”. Hay que ganarlas con mucho esfuerzo y alguna idea que ofrecerles a los del “no sabe no contesta”, la fuerza decisoria en un país de fervores duales.

El que dice ser “el periódico global en español” (*), El País, acaba de dar a la luz una encuesta de Metroscopia según la cual, en el último mes, los socialistas han reducido en 3,1 puntos la diferencia con los populares en intención de voto (41,3% frente a 33,6%). En las circunstancias actuales, inmersos en una crisis no prevista, mal valorada y torpemente enfrentada por José Luis Rodríguez Zapatero, esa es mucha y muy vertiginosa recuperación en la hipótesis electoral del PSOE y, sensu contrario, invita a considerar la endeblez del atractivo y los métodos de Mariano Rajoy.

Pedro Arriola, el que fue sabio de cabecera para José María Aznar, lo es también de Rajoy y conocida es su teoría sobre el fortalecimiento propio en virtud del desgaste ajeno. Como enseña Baura, no hay teoría mala, especialmente si se formula después de conocer el resultado de una circunstancia de difícil previsión. En el caso del PP el quietismo rajoyano – ¿suena bien, verdad? – podría resultar suicida. Especialmente si se considera la situación general que vive el partido. La actitud levantisca, claramente indisciplinada, de Francisco Camps, que se ha alzado en Valencia con el santo y la limosna, es todo un síntoma de la disgregación que ese quietismo tiende a generar entre los barones con mando en plaza. La indecisión sobre la hipótesis de Francisco Álvarez Cascos como cabeza de lista para las autonómicas en Asturias es la cruz de la misma moneda en la que Camps es cara: la componenda y el mirar para otro lado, la indecisión y la abulia como método de trabajo.

A José Luis Rodríguez Zapatero le han bastado un par de gestos impostados y falsarios para recuperar, en un solo mes, parte de su perdida clientela. Una reforma laboral que es solo un abaratamiento del despido y una reforma financiera que se limita a encubrir la catástrofe de un montón de Cajas de Ahorro secuestradas por los políticos de sus respectivas circunscripciones, han sido suficientes para que, lo que a principio de julio era una distancia de 10,8 puntos en expectativas de voto, sean ahora, a primeros de agosto, solo 7,7 puntos de ventaja. Diga lo que diga Arriola, el quietismo resulta irresponsable. Claro que unos no se mueven porque no quieren hacerlo y otros no lo hacen por su incapacidad de decidir hacia dónde.

A lo largo de este mes de agosto, mientras Rajoy viaja en automóvil sin abrocharse el cinturón, Zapatero abundará en su idea fija y constante de conservar el poder le cueste lo que le cueste, España incluida. No es descartable una renovación de su Gobierno y, si consigue la incorporación de algunos pesos pesados, de su partido o de sus cercanías, el efecto ante la opinión pública pudiera tener valores taumatúrgicos. Uno de los lastres del zapaterismo reside en el raquitismo intelectual y político de muchos de los miembros y miembras de su Gabinete; pero eso es subsanable. Y de un día para otro. ¿Ya han estudiado Rajoy y su Pepito Grillo el modo de neutralizar los efectos de la llegada al equipo del presidente del Gobierno de personajes como Javier Solana, con nombre, prestigio y capacidad para el arrastre electoral?

El desdén rajoyano es, además de irritante, una eficaz colaboración pasiva para que, sin haber presentado una moción de censura que ponga en evidencia parlamentaria su mala gestión gubernamental, Zapatero continúe en La Moncloa después de las elecciones de 2012. Algo que, posiblemente, Rajoy puede permitirse en su condición de hombre tranquilo entregado al pasotismo; pero que sería dramático para los intereses generales de la Nación. O de lo que, para entonces, quede de ella.

(*).- Según el DRAE, “global” es un adjetivo que debe entenderse como algo tomado en su conjunto; pero, con respecto al globo, El País, ¿será aerostático, terráqueo o, sencillamente, cautivo? Muchas veces parece esto último en función de sus dependencias y extremadas devociones. Lo que, en función de sus circunstancias actuales – ¡ojalá que pasajeras! –, es un diario que está en globo.