JUGUETES ROTOS EN LA CORTE DE LOS MILAGROS

Artículo de Manuel Martín Ferrand  en “Republica.es” del 16 de octubre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Mediados los sesenta, Tico Medina y Manuel Summers escribieron el guión de una película que, dirigida por éste último, fue un auténtico éxito de taquilla: Juguetes rotos. Por el film desfilaban, desde Nicanor Villalta a Paulino Uzcudun, una serie de personajes entrados en años y desposeídos por el tiempo y el olvido del prestigio que les había acompañado en sus años de juventud. Casi medio siglo después los “juguetes rotos” de la vida española ya no se guardan en el desván ni ostentan méritos geriátricos. Son treintañeros y cuarentones, cincuentones todo lo más, y ocupan los despachos en que se decide nuestro futuro colectivo. Gentes que auguraban un futuro grandioso en la vida pública -a cargo del Presupuesto, naturalmente- y se han quedado en piltrafas políticas.

José Luis Rodríguez Zapatero acaba de cumplir cincuenta años el pasado mes de agosto y es el paradigma de esa juguetería de cachivaches a la que me refiero. El de León iba, según sus hagiógrafos, para líder planetario y se ha quedado en mandamás de cercanías. Es, además de una catástrofe política, el símbolo de un tiempo de tribulación en el que la vieja Europa no encuentra su rumbo y España, además de no buscarlo, se empeña en darle cabezazos a la pared del paro, el déficit y la deuda.

Zapatero, el presidente que ha acumulado más poder en sus manos en todo el tiempo de nuestra reciente experiencia constitucional, se ha convertido en un estorbo. Incluso los suyos, quienes le ensalzan y mantienen, no saben qué hacer con él. Tampoco la oposición lo tiene muy claro. Unos, como el PNV o CC, tratan de aprovechar la situación y chupar de la teta del Estado y otros, como el PP, en sobredosis de cautela, prefieren esperar a que el tiempo lo arregle todo en ignorancia de una de las mayores verdades políticas: el tiempo nunca arregla los problemas, los enquista y complica.

¿Qué hacemos con Zapatero?, se preguntan los suyos en voz baja y los demás sin tanto miramiento. La respuesta es clara, esperar a las legislativas de 2012. Seguramente, hacerlo así es un ejercicio de irresponsabilidad. No se puede tener un juguete roto, un muñequito destrozado por los acontecimientos, en el primer sillón de La Moncloa. El PSOE pagará por ello y empezará a hacerlo a finales del próximo noviembre, en Cataluña. A fin de cuentas fueron los socialistas quienes, muy democráticamente, eso sí, se sacaron de la chistera al muñeco y lo elevaron a los altares del poder. En puridad, debieran ser ellos mismos quienes, a través de su grupo parlamentario o desde la cumbre del partido, le removieran y sustituyeran por un juguete nuevo.

Tampoco Mariano Rajoy cumple en esto con su responsabilidad política. Cierto es que el PP carece de fuerza parlamentaria y amigos suficientes para hacer prosperar una moción de censura; pero, en política, ¿no cursan las responsabilidades morales? ¿Todo ha de hacerse desde la potencialidad del éxito?

En Nuestra Señora de Paris, Víctor Hugo recrea con fuerza y brillo “la corte de los milagros”, el imperio de los golfos y los pícaros que, en la Edad Media, eran enfermos, tullidos y mendigos durante el día para, como por un efecto sobrenatural, recuperar la salud al caer la noche. Entonces, plenos de salud, recuperados sus miembros perdidos y a salvo de la lepra, le daban al trago y a todos los vicios conocidos sin más continencia que la de volver a la mendicidad al nacer un nuevo día.

La España de hoy es una nueva corte de los milagros. El diario ABC acaba de denunciarlo con un brillante trabajo de Ignacio Camacho en el que se hace balance de los 730 casos judiciales relacionados con la corrupción abiertos en España hasta hace un año. 464 corresponden a dirigentes y militantes del PSOE y del PP. Tengo para mí que es ese un problema mayor, y de peor remedio, que el de la crisis reconocida. Es el fracaso de una democracia y, peor todavía, de sus elementos de control. Los juguetes rotos encerrados en la corte de los milagros constituyen un paisaje pavoroso y, seguramente, irresoluble dentro de nuestro marco constitucional y normativo vigente. Lo único que levanta el ánimo es que, al menos teóricamente, son posibles las revoluciones pacíficas. Pero, no nos engañemos, hemos gastado el cupo de “reformas”, hay que entrar en la “ruptura”.