SALVADORES DE LA PATRIA

 

 Artículo de Felix Martinez en “El Mundo” del 09.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Con una apostilla a pie de título: PERO ESTE ARTICULO, ¿ES UNA PARODIA O VA EN SERIO? (L. B.-B., 9-1-06, 9:30)

 

 

Todo parece indicar que el teniente general José Mena Aguado (Antigüedad, Palencia, 18 de marzo de 1942) contaba con ser destituido tras pronunciar su premeditado discurso del pasado 6 de enero, durante la celebración de la Pascua Militar. El general Mena habría pasado a la reserva dentro de unos meses, el próximo 18 de marzo, al cumplir los 63 años. Así que el general decidió tener en cuenta una escatológica frase hecha sobre un convento y la escasa expectativa de permanencia en su interior para dar rienda suelta a su naturaleza golpista. Mena decidió atribuirse las funciones del Tribunal Constitucional para erigirse en garante de la constitucionalidad del futuro Estatut y en ministro de Defensa y presidente del Gobierno para otorgarse la facultad de ordenar al Ejército que intervenga en Cataluña si el marco autonómico que el Parlament, primero, y las Cortes, después, no resulta del agrado de su mentalidad autoritaria.

 

El general Mena es un espécimen digno de estudio porque podría brindar a la ciencia la oportunidad de estudiar si el golpismo es una enfermedad genética. Al fin y al cabo, es hijo del militar al que el régimen de Franco convirtió a dedo en alcalde de su localidad natal entre 1959 y 1969. El padre del general, Juan Mena de la Cruz, fue un alcalde célebre porque centró su gestión en la ciudad palentina en erigir monumentos a los caídos y a los héroes que habían salvado la patria de la repugnante democracia republicana cuando se alzaron en armas en 1936 contra el sistema del que se habían dotado los estúpidos españoles para gobernarse. Así que la apelación del, hasta el sábado, número tres del Ejército, a la necesidad de que las Fuerzas Armadas intervengan en política para evitar los excesos de los representantes de la soberanía popular fue, para el general Mena, algo así como el estricto cumplimiento de una tradición familiar.

Como la mayoría de los golpistas célebres, Mena, que hasta que se quitó la máscara comandaba 40.000 hombres integrados en diferentes unidades -algunas de ellas con base en Cataluña, las que, previsiblemente habría utilizado contra el Gobierno de la Generalitat-, gozó de la confianza de los diferentes gobiernos democráticos a los que había servido sin levantar demasiadas sospechas sobre su verdadera naturaleza. Como en su día el conocido demócrata Augusto Pinochet.

El ministro José Bono, que fue el responsable del nombramiento de Mena como jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército y condecoró a teniente general, tuvo muy claro desde el principio que un sujeto como ése debía ser destituido inmediatamente. Y no se limitó a destituirle, le arrestó para que quedara claro que no se trataba de apartarlo del cargo por un malentendido, sino que su comportamiento debía ser sancionado disciplinariamente.

Las Fuerzas Armadas han dejado de ser un poder fáctico en España, tras haber condicionado y haber ejercido el poder político durante más de dos siglos. La democratización llevada a cabo por los diferentes gobiernos democráticos desde el fallido golpe de Estado del teniente coronel Antonio Tejero del 23 de febrero de 1981 ha sido un hecho y los tres ejércitos españoles, desde entonces, sólo han aparecido en los titulares relacionados con misiones internacionales de paz -con algunas excepciones, como la isla de Perejil o la intervención española en Irak, con gobiernos tanto del PP como del PSOE-. Sin embargo, el genio palentino se otorgó la representación de la mayoría de la soldadesca española a la hora de pronunciar su advertencia contra el legítimo intento de incrementar el autogobierno de Cataluña a través de los instrumentos que el Estado de Derecho pone al servicio de los políticos.

El anticatalanismo ha animado en más de una ocasión a los militares golpistas. La sanjurjada de 1932 tenía como móvil acabar con el Estatuto de Autonomía aprobado en el Parlament de Cataluña.Los militares que dieron el golpe de Estado fracasado del 18 de julio de 1936 que acabaría degenerando en la Guerra Civil, actuaban impulsados por dos sentimientos: la negativa a aceptar los resultados de las elecciones de febrero de ese año, que habían situado al Frente Popular en el poder, y su irracional hostilidad hacia el proyecto auntonomista de Lluís Companys para Cataluña.Mena Aguado ha dejado claro que una de las flagrantes causas de sus declaraciones es el intento de los irresponsables políticos catalanes de hacer que el catalán sea una lengua conocida por todos los ciudadanos de Cataluña, entroncando así con la tradición de militares demócratas como Sanjurjo, Mola, Millán Astral o el propio Franco. Este último, sin duda, uno de los líderes espirituales de Mena.

Que un militar se declare golpista a estas alturas no debería pasar de ser una desafortunada anécdota, máxime cuando las autoridades civiles han intervenido inmediatamente para apartarlo de sus responsabilidades y enviarlo a su casa.

Lo preocupante es que determinados políticos hayan decidido aprovechar la apariencia de ruido de sables para, en la mejor tradición franquista, acusar a los políticos que impulsan el Estatut y que, a su pesar, suman el 89% del Parlament de Catalunya, para acusarles de los excesos verbales de un militar ultraderechista y descerebrado como Mena. Su posición es la continuación del discurso de los vencedores de la Guerra Civil, que justificaron sus acciones criminales por los excesos de la izquierda. Excesos que no se manifestaron hasta que alguien quiso -y lamentablemente logró- desalojar con las armas a los servidores públicos elegidos democráticamente.