¿GOBIERNO SOCIALISTA EN EUSKADI?

Artículo de Fernando Maura en “La Estrella Digital” del 15 de marzo de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Después de muchos años en que el PNV -"el Partido", en palabras de Ibarretxe, tomando de esa manera la parte por el todo- podía permitirse el lujo de gobernar pactando con el conjunto del paisaje político vasco, desde una representación siempre reducida -aunque significativa- del electorado, se podría decir que esa hegemonía está tocando a su fin, aparentemente.

Y es que el partido que fundara Sabino Arana ha jugado su papel con una rara habilidad que nadie le debería negar: ha establecido acuerdos de gobierno con EA -su escisión-, el PSE -su oposición-, el PP -partido con el que tuvo una relación amor-odio que merecería una más amplia reflexión-, Ezker Batua -Izquierda Unida y hasta con los filoterroristas- que proporcionaban sus votos al Lehendakari cuando a este le daba por acometer sus conocidas propuestas soberanistas.

Pero es verdad también que el PNV, con toda su prosapia, siempre ha necesitado de cierta flexibilidad -propia de gimnasta circense- para gobernar: hasta su escisión con EA, de la ausencia de HB en el Parlamento; en los gobiernos de José Antonio Ardanza, del apoyo del PSE-PSOE, dentro o fuera del ejecutivo y de un tripartito-cuatripartito -si contamos con Aralar, en este segundo caso.

Y ahora todo parece cerca de desvanecerse de la escena, a la manera de los inexistentes fantasmas que poblaran los castillos embrujados.

Pero no, el PNV no es -y menos ha sido- un fantasma. Y sus tres décadas de gobierno dejan atrás una larga y densa estela de complicidades y servilismos, de un país hecho a su imagen y semejanza -y no sólo por la ikurriña y el himno que, como se sabe lo eran de ese partido.

Y ahí está el meollo de la cuestión: ¿tiene el partido que opta a la lehendakaritza, el Partido Socialista, la pretensión de desmontar el tinglado que ha conseguido montar el nacionalismo durante estas tres décadas? O, dicho con otras palabras: ¿estará dispuesto a devolver Euskadi a sus ciudadanos?

Habrá que avanzar que no parece ese el caso.

Situado en la encrucijada de caminos tan diversos como opuestos, el actual socialismo vasco debe optar por un PSOE "a la navarra" -con apoyo futuro de UPN o el PP, que los constitucionalistas de la Comunidad Foral no cesan de confundirnos- o de un PSC en abierta construcción nacional, sustituyendo simplemente a un nacionalismo por otro -más peligroso este último, el socialista, porque significa la muerte por mucho tiempo de la alternativa.

Dicen los versados en socialismología vasca que mandan en el PSE los "navarristas", y que estos anidan en Vizcaya. Afirman ellos que los partidarios de la "vía catalana" habitan en Guipúzcoa, y que no dirigen el conjunto de la organización, por el momento.

Si se observan las propuestas electorales de este partido habrá que decir que nada dicen, que se trata de un ejercicio de "buenismo" simplón donde todo el cambio se reduce a que Patxi López sea investido lehendakari... en lugar del "natural" lehendakari.

Se parece bastante el asunto a eso que decía Ramón Rabanera, en las 2 legislaturas en que presidió la Diputación de Álava: "El cambio significa que todo el mundo esté a gusto".

Yo no voy a reivindicar aquí un repaso vengativo de la acción nacionalista durante 30 años, pero es cierto que esa actuación ha consistido en un auténtico régimen que es preciso desterrar. Armados con los cañones que disparan con pólvora del rey -el nacionalismo medievalista vasco es más monárquico seguramente que quienes encarnan la institución- ha urdido una red clientelar que va desde el propio Gobierno vasco hasta la más recóndita empresa del Goierri guipuzcoano; pasando por la tupida red de empresas públicas, ikastolas, traductores de euskera o becarios en universidades extranjeras -aunque, de estos últimos menos, que ya se sabe que el nacionalismo es un mal que se cura viajando, como sabiamente dijo Unamuno-. Sabedores de que el poder es el gobierno y no otras zarandajas, el PNV ha reaccionado mal ante la eventualidad de perderlo; y nadie recuerda la zafiedad expresiva de su actual presidente en momentos como la non-nata consulta soberanista o la menos aún nacida propuesta rebautizada como "plan Ibarretxe".

Podría poner algún ejemplo:

¿Va a modificar el PSE la Ley de Territorios Históricos, concediendo poder a las entidades locales? Le convendría, sin duda: el PNV va a ejercer su oposición desde las Diputaciones, lo cual resultará extenuante para un gobierno obligado a negociar permanentemente. Pero, si lo hace, el PNV lo considerará un "casus belli" sin precedentes. En el principio del imaginario vasco fueron eso que alguno denominara luego los "herrialdes" y en la grave crisis que seguiría a la escisión que diera lugar a EA, los "jeltzales" se aprestaron a hacerse fuertes en las Diputaciones, claro que entonces los socialistas acudieron solícitos a su salvamento, pero esto es otra historia. Mi pronóstico es que le faltarán arrestos.

Otro caso: ¿Desmontará un lehendakari que accederá a ese puesto sin hablarlo, el modelo educativo hoy existente según el cual el común de los estudiantes vascos sólo pueden estudiar en euskera? Debía hacerlo. No en vano, la inmensa mayoría de sus electores andan que bufan con este asunto. Mi pronóstico es que practicarán una política de gestos, que permitirá abrir algo el sistema, aunque sin garantizar este derecho en su plenitud: creo que el socialismo vasco piensa -al igual que los nacionalistas- que el vascuence es un icono de la identidad vasca, no un sistema de comunicación como otro cualquiera -y tan respetable, desde luego, como cualquier otro.

La última -por ahora, que ejemplos podrían ponerse bastantes más-: ¿Está dispuesto el PSE a emplear a la Ertzaintza, con todas las posibilidades de que esta dispone -que no son pocas- a combatir el terrorismo? Sería lógico, han sido muchos sus militantes asesinados y son muchísimos más quienes han sido amenazados por ETA. Mi pronóstico: No se aplicarán a desmontar el andamiaje nacionalista -"abertzale" que cimenta la policía autónoma, en lugar de eso harán vagas llamadas a la profesionalidad de este cuerpo, confiados en los virtuosos efectos contagiosos de una política basada en el "optimismo antropológico". En conclusión, su eficacia estará lejos de alcanzar el máximo.

Y es que el PSE afronta, esta que debería serlo, etapa histórica para el País Vasco con una notable carga de complejo, la de un partido heredero de aquellos trabajadores que Arana llamaría "maquetos", pensando paradójicamente que sólo el nacionalismo les puede adjudicar su carné de vascos. En eso han venido a quedar tantas historias personales de adversidades y penurias, de décadas de barrios y ciudades miserables, de luchas y de organizaciones creadas frente a los ataques de las burguesías locales: en una increíble victoria de aquel racista, de familia carlista, que fabricaba barcos de madera y que veía cómo todo su mundo se venía abajo con la llegada de la industrialización y que habitaba en esa "Sabin Etxea" que hoy alberga a sus descendientes ideológicos.

¿Soy un agorero por lo que digo? Francamente, espero equivocarme. Pero los 25 escaños desde los que va a gobernar no le concederán al PSE voluntades de las que carece además.

Gobernar Euskadi, sin el nacionalismo, es elegir entre gobernar en contra de él o verse obligado a realizar políticas avergonzadamente nacionalistas.

Ramón Rabanera se fue, sin pena ni gloria, y ahora el nacionalismo, el más radical, el de Egibar, manda en Álava.

¿Se repetirá la historia?