¿CIUDADANOS DE GALICIA?

 

 Artículo de Luis Míguez Macho en “El Semanal Digital” del 08.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

8 de noviembre de 2006.  Al menos en mi entorno, lo que más ha interesado del resultado de las elecciones catalanas no es que se vaya a resucitar el tripartito en vez de formarse una sociovergencia (al fin y al cabo, qué más da, si en todo caso seguirá gobernando la misma oligarquía, hoy volcada hacia el nacionalismo radical porque conviene a sus propósitos), sino la sorprendente irrupción de Ciudadanos de Cataluña. Algo quería decir sobre el asunto, para reafirmarme en una opinión y rectificar públicamente un análisis que ha resultado equivocado.



El perfil ideológico de Ciudadanos de Cataluña



La opinión se refiere al perfil ideológico de Ciudadanos.
Mi amigo Pascual Tamburri lo ha dicho recientemente en estas páginas de una manera que yo no podría mejorar: son parte del problema que genera en España el nacionalismo, y no la solución. Porque a una situación como la de Cataluña no se llega por casualidad, ni de la noche a la mañana, y los mismos artistas e intelectuales que están detrás del emergente movimiento político son, en buena medida, los responsables de aquélla.

Lo explicaré en pocas palabras. Si el normal sentimiento nacional y patriótico que precisa el Estado-Nación moderno para crear la imprescindible identificación colectiva con sus fines se ridiculiza mediante burlas y payasadas y se socava intelectualmente mediante exabruptos nihilistas del tipo de "yo soy ciudadano del mundo" (es que no hay ciudadanos sin nación: el concepto de ciudadano presupone el de nación), "estoy contra todas las patrias", etc., el hueco que deje será cubierto no por una fría y abstracta adhesión a los principios del internacionalismo humanitario, sino por un regreso al tribalismo insolidario. Qué le vamos hacer, la naturaleza del hombre es así, visceral, egoísta, cainita.

Frente a esto, la única respuesta efectiva es contraponer otro modelo de identificación colectiva más compatible con la libertad individual, con la razón y con la historia, que es el del Estado-Nación moderno, hoy plenamente reconciliado con las identidades regionales que también ha creado el devenir histórico. Por el contrario, nada arreglará el que algunos se revuelvan por puro interés personal al comprobar que en el paraíso vallado del nacionalismo los "ciudadanos del mundo" no tienen sitio, sin abjurar del nihilismo que deja el campo expedito al tribalismo oligárquico.

Así y todo, me equivoqué cuando pronostiqué que Ciudadanos no le quitaría votos a nadie. Subestimé la habilidad política de los impulsores del movimiento, que han sido lo suficientemente inteligentes para apartarse de la primera fila y dejar sitio a caras nuevas, y, sobre todo, subestimé el grado de hartazgo de mucha gente con el nacionalismo.



Los resultados electorales del PP catalán



Sobre esto último quiero añadir un par de consideraciones. Todavía no he conseguido recuperarme del asombro que me han causado las reacciones que dentro de la cúpula del PP y de los medios afines al partido han provocado los resultados de éste en las elecciones catalanas. Es una reedición del cuento del emperador desnudo.

Por supuesto que ha sido un desastre. Sí, el PP catalán no se ha desplomado, pero, siendo el único partido del arco parlamentario que no se declara nacionalista, no haber sido capaz de recoger ese sentimiento de hartazgo de la población y, encima, ver no sólo cómo otros lo capitalizaban, sino también cómo disminuían de nuevo los votos y los escaños propios, únicamente se puede calificar de completo fracaso.

He aquí una paradoja para reflexionar: el "centrismo" de Piqué no ha arrancado ni un voto al PSC. Pues, entonces, ¿para qué sirve?; ¿no se trataba de atraer a ese electorado de centro (centro-izquierda) que a veces vota al PSOE, a veces se abstiene y que eventualmente podría recalar en el PP? Porque no ha sido la "ultra" la que ha votado a Ciudadanos. Esta última también se presentaba a las elecciones catalanas, y junta por una vez, la nueva y la vieja. Obtuvo 2.500 votos, frente a los casi 80.000 de Ciudadanos.



¿Qué hay de Galicia?



Me preguntan si en Galicia podría darse un fenómeno como el de Ciudadanos. Desde luego, la base electoral existe, y voy a poner un ejemplo de dónde cabe encontrarla: en la ciudad de La Coruña a Francisco Vázquez lo votaba gente del PSOE y del PP, por ser buen alcalde, sin duda, pero desde el punto de vista ideológico ese voto era sustancialmente anti-nacionalista.

Hoy el PSdeG, como el PSC, está echado en brazos del nacionalismo, en parte por convencimiento y en parte por necesidad. De hecho, es ya un fenómeno electoral consolidado en Galicia el trasvase recíproco de votantes entre el PSdeG y el BNG. Esto hace que el PP se haya quedado solo, como en casi todas partes, a la hora de representar y defender el sentimiento no nacionalista.

La ecuación final es fácil de resolver. Si el PP de Galicia no flaquea, ni harán falta ni tendrán sitio unos eventuales Ciudadanos de Galicia, porque los descontentos socialistas rara vez abandonan la disciplina del partido para formar otras opciones y el sentimiento no nacionalista tendrá al menos un cauce de expresión política. Ahora bien, si el PP acaba comulgando con las ruedas de molino de los nacionalistas, todo podría ocurrir, especialmente entre el electorado urbano.

En este contexto, la reforma del Estatuto de Autonomía es una verdadera prueba de fuego para el PP de Galicia. Aceptar los aspectos simbólicos que quieren imponer los nacionalistas, con la anuencia del PSdeG y de los nuevos caciques que viven del presupuesto autonómico, significaría a los ojos de muchos votantes decantarse por el nacionalismo, aunque, socialmente hablando, no es eso lo más delicado, sino la cuestión de la lengua.

Admitir la imposición de un deber general de conocimiento del gallego, o la imposición de un deber individual a los funcionarios en vez de a la Administración como organización, o, lo peor de todo, permitir su consagración en la enseñanza como lengua normal, o vehicular, o cualquier otro eufemismo con el que se quiera encubrir que por gracia del Estatuto la educación de nuestros hijos se va a entregar a los del Bloque, sería para el PP gallego un suicido político en toda regla.