LA REFORMA ELECTORAL RESULTA NECESARIA, PERO NO ES LA PANACEA

 

 Artículo de Luis Míguez Macho  en “El Semanal Digital” del 08.08.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Con un breve comentario al final:

 

COSA DELICADISIMA ES, Y ESTUDIARLA HEMOS

 Luis Bouza-Brey, con estilo literario "yoda", 8-8-07, 11:30

 

Rajoy lanzó la idea, pero sin concretarla, y ahí está el problema: no puede ser idéntica para los casos municipal, autonómico y nacional ni favorecerá siempre al mismo.

8 de agosto de 2007.  Cuando parecen haberse apagado los ecos que produjo el anuncio formulado por Mariano Rajoy de que el programa del PP para las próximas elecciones generales incluiría la reforma electoral, es el momento de analizar con frialdad lo que supone esta propuesta. Sobre todo porque el líder del PP en ningún momento ha dejado claro los detalles técnicos de su propuesta, a pesar de que es justamente en esos detalles donde reside la clave del éxito o del fracaso de la misma.

Es necesario dejar sentadas algunas cuestiones preliminares antes de profundizar más en este asunto. En primer lugar, hay que tener claros los objetivos de la reforma, que no pueden ser otros que corregir el peso desmedido que las minorías con arraigo territorial tienen en la gobernabilidad del país y evitar que coaliciones que no se presentan como tales ante los electores, sino que se forman después de los comicios con el único fin de alcanzar el poder, puedan desplazar a la lista más votada por los ciudadanos.

En segundo lugar, conviene advertir también que la reforma electoral no se puede plantear en los mismos términos en los tres ámbitos en los que se vota en España, el nacional, el autonómico y el municipal (si dejamos a un lado las elecciones europeas).

Por último, al abordar el tema que nos ocupa se debe dejar de lado toda ingenuidad. Ya sé que un hombre de la inteligencia y la formación de Mariano Rajoy no se lo ha planteado así, pero podría existir la tentación en su partido de pensar que una reforma de este tipo es para que el PP gane todas las elecciones o gobierne siempre; pues bien, toda reforma electoral puede acabar jugando tanto a favor como en contra de quien la propuso, por lo que vale más pensarla bien y en términos de interés nacional y no de partido.



En el ámbito municipal, elección directa del alcalde



Técnicamente, donde menos problemas suscita una eventual reforma electoral es en el ámbito municipal. La propia Constitución contempla la posibilidad de elección directa del alcalde, por lo que no habría mayor dificultad para implantar un sistema como el que tan buenos resultados está dando en Italia, y que explico en dos palabras.

El sistema italiano consiste en que al alcalde lo eligen directamente los ciudadanos por un sistema de doble vuelta, si ningún candidato obtiene más de la mitad de los sufragios en la primera votación. Esto se complementa con el llamado "premio de mayoría", que consiste en que a la lista o listas (pueden ser varias, para hacer posibles las coaliciones) vinculadas al candidato elegido se le otorga automáticamente el sesenta por ciento de los concejales.

Con este sistema se asegura el respeto a la voluntad democrática de los ciudadanos, la transparencia de las opciones que se presentan a las elecciones y la estabilidad de los gobiernos locales. Pero, como ya he advertido, no significa que vayan a ganar siempre los que serían más votados en solitario, porque se permiten las coaliciones; pero las coaliciones se hacen antes y no después de que voten los ciudadanos.



En el ámbito nacional, listas nacionales al lado de las provinciales



Para las elecciones generales, el ilustre constitucionalista y antiguo presidente del Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga, ha desempolvado recientemente la idea de adaptar a nuestro país el sistema electoral que rige en Alemania para la cámara baja o Bundestag, que sería el equivalente a nuestro Congreso de los Diputados.

También en dos palabras y sin descender a detalles demasiado técnicos, consistiría en que, al lado de los diputados elegidos en las circunscripciones provinciales que impone la Constitución, habría otros elegido en listas nacionales que se votarían en todo el país. Así se intentaría reducir el peso de las minorías con arraigo territorial, como son las nacionalistas, fortalecer a los grandes partidos nacionales y facilitar incluso la aparición de partidos-bisagra de ámbito nacional, como son los liberales y los verdes en Alemania.

Con todo, este sistema podría no ser la panacea absoluta. Ya hay unas elecciones en las que votamos en circunscripción nacional única, las del Parlamento Europeo, y los nacionalistas consiguen igual representación por el sencillo método de presentar listas conjuntas en todo el país. Así que podrían igualmente arañar diputados en esas hipotéticas listas nacionales actuando de igual modo; no obstante, es muy probable que, en conjunto, acabasen perdiendo poder decisorio, que es de lo que se trata.



En el ámbito autonómico, no hay nada que hacer



Si alguien está pensando en que la reforma electoral que propone Rajoy evitaría casos como el que está viviendo en Navarra, que pierda toda esperanza. La legislación electoral general que aprueban las Cortes Generales, y que es la que podría ser modificada por una futura mayoría popular, no se aplica a las elecciones autonómicas, que se rigen por cuatro principios constitucionales, por lo que dicen los Estatutos de Autonomía y por la legislación electoral de cada Comunidad autónoma.

Además, ninguna de las recetas anteriores sería aplicable a las elecciones autonómicas, aun suponiendo que se lograse reformar las diecisiete legislaciones electorales de las Comunidades autónomas. Quizá la solución sería introducir un "premio de mayoría" que otorgase la mayoría absoluta a la lista que superase un determinado porcentaje de votos, pero es una solución que resultaría, como es evidente, extremadamente polémica.



¿Y qué hay de las listas abiertas?



Tradicionalmente, en nuestro país cuando se habla de reforma electoral, sale el tema de las listas abiertas. No así en la reciente propuesta de Rajoy, y me parece lógico. Ya tenemos listas abiertas en las elecciones al Senado, y no se ve que sirvan para mucho; los electores siguen votando a los partidos, y si algún candidato dentro de la misma lista lleva más votos que los demás, suele ser por el azar del orden en el que aparecen en aquélla.

Si se quiere acercar realmente los representantes políticos a sus representados y romper el monopolio que los partidos ejercen en este terreno, probablemente la única receta válida sea el sistema uninominal mayoritario, al estilo inglés: en cada circunscripción se elige un solo diputado. Pero esto es imposible con nuestra Constitución, al menos para las elecciones generales, por lo que es mejor concentrase en las reformas viables, como las que aquí se han expuesto.

 

breve comentario al final:

 

COSA DELICADISIMA ES, Y ESTUDIARLA HEMOS

 Luis Bouza-Brey, con estilo literario "yoda", 8-8-07, 11:30

 

Parece indudable que la reforma electoral es necesaria si queremos evitar la putrefacción de la democracia española, y regenerarla. Las patologías que nos aquejan son la oligarquización de los partidos, con la consecuente jerarquización del poder y la selección negativa de los dirigentes, acompañado todo ello por el poder desmesurado de las minorías nacionalisas y caciquiles en detrimento de la voluntad de la mayoría de los españoles.

 

Y este conjunto de factores están produciendo en la última legislatura la tergiversación y falsificación patentes del sistema democrático: un líder irresponsable hace lo contrario de lo que propuso en el programa electoral sin que su partido rechiste, aliándose para ello con las fuerzas contrarias a la democracia española, a la que quieren desarbolar mediante soberanismo; y con la autodenominada "izquierda", residual y sin más proyecto que la protesta sistemática ---o antisistémica--- y el apoyo a todo tipo de primordialismos.

 

Resulta evidente que como consecuencia de todo ello el sistema está desviado, y se aleja de la voluntad mayoritaria de los españoles, que no ha sido centrífuga, sino centrípeta, aunque pueda estar sufriendo un proceso de narcotización o abstencionismo de rechazo cuyas resultantes estimulan la desviación del conjunto del sistema hacia la descomposición.

 

Resulta igualmente evidente, de todo ello, que el sistema de partidos no es funcional para el desarrollo político del país, y que hay que transformarlo en dirección centrípeta, introduciendo mecanismos de mayor participación ciudadana, menor oligarquización y mayor responsabilidad de los gobernantes ante los gobernados.

 

La corrección que parece evidentemente necesaria del sistema de partidos es la de sustituir el papel de los nacionalismos-caciquismos soberanistas y localistas, en su función de bisagras imprescindibles para que cualquiera de los dos grandes partidos puedan alcanzar el poder, por un nuevo partido centrípeto que estabilice y cierre el modelo territorial del Estado, haciendo recuperar a éste sus funciones de dirección del conjunto del país y de instrumento de consecución de la libertad e igualdad del conjunto de los españoles.

 

Igualmente, parece necesario conseguir que los partidos respeten los principios que dicen defender y los compromisos electorales con los que se presentan a las elecciones, introduciendo mecanismos de control políticos, jurídicos y culturales contra el oportunismo, la estafa y la violación de los principios políticos y democráticos. Aunque pueda resultar una innovación demasiado atrevida, se le ocurre a uno pensar que, frente a los riesgos de anquilosamiento del sistema parlamentario derivados de la moción de censura constructiva, se podría crear una especie de "recall" consistente en la institucionalización de una iniciativa popular plebiscitaria dirigida a pedir la disolución anticipada de las Cámaras.

 

Por otro lado, el sistema de partidos funciona mal debido en parte al sistema electoral, que podría cambiarse en el sentido de elevar el umbral mínimo para obtener representación por encima del 3 por ciento, elevar el número de Diputados de 350 a 400, y modificar el sistema de presentación de candidaturas, transformándolo en uno de listas cerradas pero no bloqueadas. No resulta claro si el artículo 68 de la Constitución permitiría instrumentar la idea de Jiménez de Parga de aplicar el doble mecanismo electoral del sistema alemán, pues dicho artículo establece la provincia como circunscripción electoral. Aunque tampoco hay que descartar una posible reforma constitucional que afecte al sistema electoral. Reforma necesaria también si se quisiera introducir un mecanismo de "recall" como el mencionado anteriormente.

 

En fin, la cosa, como ven, es muy compleja, pero parece cada vez más evidente que si se quiere frenar la degeneración  de la democracia en nuestro país, que ya se está produciendo, hay que jugar a fondo la opción de una reforma del sistema mediante un pacto de Estado entre los dos grandes partidos, obligados a ello por un partido bisagra centrípeto y regeneracionista, que impulse el pacto de Estado después de la derrota del PSOE en las elecciones.

 

No me cansaré de repetirlo, pues es la única salida que veo a la putrefacción de la democracia en España.