UNA SENTENCIA TRASCENDENTAL
Artículo de Luis Míguez
Macho en “El Semanal
Digital” del 29 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Al
leer las primeras noticias relativas al fallo del Tribunal Constitucional sobre
el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, estoy seguro de que muchos lectores
habrán pensado: "Ya está. El parto de los montes". Cuatro años de
espera para al final descubrir que, como titula algún periódico, "el
Tribunal Constitucional avala la mayor parte del Estatut".
No obstante, algo más debe de haber que estos apresurados –e interesados-
titulares y el impostado triunfalismo de algunos miembros del Gobierno. Varios
artículos declarados inconstitucionales, otros sometidos a interpretación
conforme a la Constitución, la declaración de Cataluña como nación privada de todo
valor jurídico, incluso del meramente interpretativo, y la reacción de los
nacionalistas catalanes (en los que incluyo al PSC), dispuestos a seguir hasta
el aburrimiento con la pantomima que les ha hecho perder en el resto de España
aquel halo de seny que tuvieron en la Transición y
que les había convertido en ejemplo a seguir en otras Comunidades autónomas.
La realidad es ésta. De los preceptos del nuevo Estatuto catalán impugnados por
el PP, casi la mitad, es decir, unos cincuenta, han sufrido reproches de
inconstitucionalidad por parte del Tribunal Constitucional, que han llevado o a
su anulación o a su reinterpretación obligatoria. Por lo tanto, la tesis que ha
mantenido públicamente el actual ministro de Justicia, Francisco Caamaño, sobre
la completa y perfecta constitucionalidad del texto que contribuyó de manera
decisiva a forjar no ha sido compartida por el alto Tribunal. De hecho, es la
primera vez que se anulan preceptos de un Estatuto de Autonomía.
Pero,
con todo, lo más importante no es esto, sino el que la sentencia se haya
dictado finalmente. Aunque parezca increíble, habíamos llegado al punto de que
se cuestionaba seriamente, y no sólo en el plano político, sino también en el
jurídico, que el Tribunal Constitucional estuviese legitimado para controlar la
constitucionalidad del nuevo Estatuto catalán, sobre la base de peregrinos
argumentos como el que haya sido sometido a referéndum o su supuesto carácter
de "pacto entre Cataluña y España".
Con
esta sentencia queda claro que, jurídica y políticamente, nada hay por encima
de la Constitución, expresión de la voluntad constituyente del único titular de
la soberanía, el Pueblo español en su conjunto. Ni una parte del mismo ni la
mayoría política de turno (que cambiará) pueden prevalecer sobre esa voluntad
soberana.
Queda
igualmente claro que, desde el punto de vista jurídico y político, no existe
más nación que la Nación española. Por supuesto que cada uno puede mantener el
concepto de nación que le venga en gana; pero el concepto jurídico y político
de nación no es ni discutido ni discutible, como afirmó en una desafortunada
ocasión el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sino que es
el que se desprende de la Constitución, que lo identifica con el Pueblo español
en su conjunto, titular de la soberanía. En definitiva, el pretendido Estado
plurinacional confederal no tiene cabida en el texto constitucional.
Ningún
medio de comunicación contará tampoco el resto de la historia: que muchas de
las cláusulas del nuevo Estatuto catalán no corregidas por el Tribunal
Constitucional están condenadas a la inoperancia, porque su efectividad depende
de la modificación de leyes estatales que o nunca se llevará a cabo, o si se
hace, es perfectamente reversible por la voluntad de una mayoría parlamentaria
posterior.
Llega
así al desastre otro de los grandes proyectos políticos de José Luis Rodríguez
Zapatero. El Gobierno tendrá que fingir que no ha pasado nada, qué remedio.
Queda por ver si los nacionalistas catalanes están dispuestos a hacerle pagar
el fiasco de la única forma viable, que no es con una revolución imposible en
un país democrático desarrollado y bien acomodado, sino con un simple y
civilizado adelanto electoral.