ESTRATEGIAS (4, 5 Y 6)

 

 Artículo de Pío Moa  en “Libertad Digital” del 4 de Mayo de 2006

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Descartada la sumisión --colaboración pasiva-- a las maniobras golpistas en curso,   y descartada la apertura de un nuevo período constituyente, por sus enormes riesgos, sólo queda la defensa de la Constitución actual.

    Esta Constitución tiene serios fallos, ya advertidos por personas tan moderadas como Julián Marías, pero es absurdo imaginar una Constitución perfecta. Sus defectos abren camino, hasta cierto punto, a  tendencias disgregadoras y a un intervencionismo excesivo del estado. Pero son corregibles, por reforma, a la luz  de la experiencia histórica, y seguramente así deben ser abordados, si queremos superar una tradición de bandazos y convulsiones.

   Además, sus virtudes pesan mucho más: proclama la unidad nacional y las  libertades democráticas, ha sido la primera hecha por consenso en la historia de España --un consenso de amplitud inalcanzable para cualquier otra--,  y ha permitido una razonable convivencia en paz, libertad y  prosperidad durante casi treinta años.

 Echarla por tierra como se está haciendo sólo puede ocurrírsele a simpatizantes de lo peor de la república, a  herederos de aquella “política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta” tan bien caracterizada por Azaña y los “padres espirituales de la república”.

     No vislumbro otra alternativa sensata, por mucho esfuerzo que exija, que una resuelta oposición a ese proceso destructivo, emprendido por tales personajes con aquella “audacia tan parecida a la impudicia” que también hundió el proyecto democrático-liberal republicano. Es preciso restablecer el imperio de la ley, restablecer la Constitución, declarando ilegales las acciones tendentes a demolerla realizadas por la Alianza del actual gobierno con los terroristas y los separatistas.

     Sólo a partir de este objetivo claramente expresado es posible diseñar una estrategia adecuada. Sin ello, caeríamos, de un modo u otro, en el colaboracionismo con los liberticidas.

 

 

ESTRATEGIAS (5)

 

 Artículo de  Pío Moa en “Libertad Digital” del 05.05.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

La alianza de hecho del gobierno con la ETA y con Ibarreche, y de derecho con separatistas abiertos como Carod y  apenas encubiertos como Maravall o Quintana,  más su consiguiente labor destructora de la Constitución, son   tan evidentes,  tan flagrantes, que colocan fuera de la ley, insistamos en ello, a los políticos y partidos señalados.

   Ello plantea la lucha política en un plano radical: frente al plan de convertir España en un amasijo de “naciones”  inventadas, mal avenidas, con las libertades en retroceso o anuladas,  internacionalmente irrelevantes y convertidas en peones de maniobras de otras potencias, mientras avanza  la presión islámica; frente a ese proceso ya en marcha debe alzarse de modo inequívoco y firme  la alternativa de una España unida, democrática y estable.  No existe la menor duda de que la gran mayoría de la población está por ésta y contra el plan nefasto.

    De contar el PP con políticos de talla, a la altura del desafío,  su defensa de la democracia y la unidad nacional le permitiría congregar a esa gran mayoría y  derrotar la amenaza. Sin  embargo esos políticos no parecen existir, un fenómeno muy tradicional en la derecha española, comprobado en la crisis de los primeros años 20, o en la de 1930-31, como ahora mismo. La convulsión política característica de la España del siglo XX nace de la combinación de los mesianismos de izquierda y separatistas con la extremada flojera de los políticos de derecha.

   Así las cosas, sólo queda la salida de un movimiento ciudadano que levante la bandera al margen de los partidos. Ante la quiebra de la ley, cualquier ciudadano está autorizado para hacerlo y para predicar la desobediencia cívica contra los liberticidas. Esta es una cuestión de principio. Pero transformarla en una práctica con visos de triunfar exige tener en cuenta otras circunstancias.

 

 

ESTRATEGIAS (Y 6)

Artículo de  Pío Moa en “Libertad Digital” del 06.05.06

    Aunque una España unida y democrática sea el ideal más razonable, y verdadera condición para superar las tradicionales epilepsias políticas, ningún partido lo defiende con firmeza, y la mayoría  de ellos la atacan. Políticos, intelectuales y periodistas lo proclaman en los medios de masas: la destrucción de la ley y el retroceso de las libertades carecen de trascendencia, o hasta son  garantía de paz;  la disgregación de la nación y de su soberanía  constituye una forma “superior” de unidad.  Presentan a los discrepantes como agentes de “crispación”  e intentan silenciarlos con lenguaje y actos perversos, contrarios a la evidencia, típicos de las épocas de crisis.

  Por eso la mayoría ciudadana se halla fragmentada y desconcertada. Superar tal situación es la tarea del momento. No será fácil ni ocurrirá de la noche a la mañana,  pues han pasado muchos años sin respuesta adecuada  a la difusión de  los mesianismos de izquierda y separatistas. Pero los pasos deben ser dados. El primero, levantar con energía  la bandera de la unidad y la democracia,  de la recuperación de la legalidad constitucional, con el espíritu  expresado por Julián Marías: no preguntarse qué va a pasar sino qué puedo hacer.

     La articulación de un movimiento en torno a esos principios ocurrirá, de hecho viene ocurriendo, con la creación de organismos y movilizaciones  como las que surgen espontáneamente, a menudo con fines particulares, pero unidas por el común empeño de impedir el derrumbe de la España democrática. En este foro se ha propuesto un movimiento de Ciudadanos por la Constitución.  Pues manos a la obra. Empecemos por elaborar un manifiesto que exponga breve y claramente sus aspiraciones, y un sistema de contacto (puede ser una dirección de correo electrónico) entre las personas dispuestas a trabajar por ello. Porque trabajo no ha de faltar.

    Nuestra democracia, insistamos, vive una crisis  muy seria, de la que puede salir más asentada, o hundida. Depende de nuestra capacidad de reacción.