DESENCUENTRO ANUNCIADO
Artículo de Alberto Surio en "El Diario
Vasco" del 26 de octubre de 2001
Con un breve comentario al final
Luis Bouza-Brey
EL Pleno sobre el
autogobierno de ayer constató el grave desencuentro político que atraviesa la
política vasca hace tiempo. Las diferencias sobre la interpretación del pacto
estatutario han abierto una sima de incomunicación y desconfianza que la sesión
sirvió para poner de relieve de forma elocuente, a veces hiriente. Pero lo que
divide, sobre todo, son las incógnitas que plantea el futuro. La inhibición
parlamentaria de Batasuna -atención al dato- permitió que el tripartito
PNV-EA-IU sacase adelante su propuesta a favor de crear una comisión
parlamentaria encargada de actualizar el consenso estatutario, aprovechando las
potencialidades del actual marco. La incompatibilidad frontal entre el PP y el
PNV no permitió que prosperase una propuesta socialista que planteaba exigir el
cumplimiento del Estatuto y explorar sus potencialidades «dentro del respeto a
las reglas de juego». El acuerdo no fue posible. Pesan todavía demasiado los
prejuicios ideológicos y la desconfianza sobre lo que los nacionalistas quieren
tejer en el fondo. La semántica es un arma envenenada en el hemiciclo de
Vitoria y el fantasma de una eventual consulta popular flota cada vez más sobre
el ambiente. Nadie se fía de nadie y se opta por exhibir las posiciones de
partida, sin asumir riesgos. Ese es el problema que no puede zanjarse en una
hora de frenética negociación, una losa de impotencia que impide romper la
frontera entre nacionalistas y constitucionalistas.
Quienes tenían más
claro su papel fueron el PP y Batasuna, por motivos bien diferentes. Mayor, en
una intervención sólida, reclamó al nacionalismo vasco que, además de
reivindicar derechos, asuma las «obligaciones históricas con España». Un debate
de fondo que Ibarretxe esquivó con una acusación algo
catastrofista a la regresión autonómica y con un duro alegato contra la
«involución democrática» del PP, con el que envolvió su oferta para negociar un
nuevo consenso democrático. Batasuna esgrimió su doctrina sobre el agotamiento
y la invalidez del actual ordenamiento e interpretó un sutil gesto en el
discurso de Redondo. La izquierda abertzale observa con paulatino interés el
debate interno socialista, una atención directamente proporcional a su grado de
desapego hacia el PNV.
El PSE no pudo o no
quiso ayer repetir su abstención en el pleno sobre la pacificación. No dejó
descolgado al PP, porque un importante sector socialista se opone a este
desmarque, pero tampoco quiso alinearse con Mayor. Una posición que refleja sus
propios equilibrios. No obstante, existe un punto de encuentro entre
nacionalistas y socialistas en torno a la eventual ampliación del consenso a
partir del respeto a las reglas de juego que ayer no pudo cristalizar pero que
dibuja un decorado de confluencia futura.
Comienza a partir de
ahora un proceso parlamentario y legítimo que culminará en seis meses y que
desembocará en algún tipo de propuesta estratégica, se supone que superadora
del actual marco si persiste el «desdibujamiento» del
Estatuto como punto de encuentro. El problema es que el salto al vacío, la
ausencia de una alternativa que genere un mayor acuerdo entre nacionalistas y
no nacionalistas, introduce a la política vasca en un callejón sin salida. La
ampliación del consenso sólo será factible desde el acuerdo o conducirá a una
peligrosa fractura. La táctica nacionalista pasa por cargarse de argumentos,
construyendo un puente entre la autonomía y el ámbito vasco de decisión,
convencido de que tiene margen de maniobra para ello, sin explicitar del todo
cuáles son sus cartas a largo plazo. No espera nada del PP y sólo le quedan dos
piezas en este rompecabezas. Por un lado, tendrá que aguardar a que se
clarifique el debate interno socialista. Por otra parte, el nacionalismo
gobernante sabe que su «nueva centralidad» condiciona también a la izquierda
abertzale. Claro que la vía de un pacto de Estado es incompatible con las
dinámicas unilaterales, los órdagos de poder, los hechos consumados y los vetos
excluyentes. Sólo puede ser viable a partir de muchas más horas de diálogo
discreto, a todas las bandas. Con lealtad y con una paciencia infinita teniendo
en cuenta que los conflictos más enconados, más que resolverse, se transforman
con el tiempo si hay voluntad. A pesar de que sesiones maratonianas
como la de ayer se conviertan al final en una frustrante exhibición de humo.
Detrás del desorden, de tanto galimatías retórico, el nacionalismo que ganó las
elecciones del 13 de mayo sigue adelante con una estrategia dosificada que
tiene como horizonte una consulta. Ibarretxe tendrá
que administrar este proceso y las contradicciones que provoca.
Breve comentario final
Luis Bouza-Brey
Hay algo esencial que falla en Euskadi:
existe diálogo, sí, pero de sordos. Se podría denominar al comportamiento de
alguno de los protagonistas de este tipo de diálogo como tarugismo,
zoquetería, o cerrilismo, entendiendo por tal
"la calidad o condición del que se obstina en una actitud o parecer sin
admitir trato ni razonamiento" (Diccionario de la Lengua de la Rel Academia Española).
Permítanme que les haga varias citas:
TITULO IV. De la reforma del Estatuto
46. 1. La reforma del Estatuto se ajustará al siguiente procedimiento:
a) La iniciativa corresponderá al Parlamento Vasco, a
propuesta de una quinta parte de sus componentes, al Gobierno Vasco o a las
Cortes Generales del Estado Español.
b) La
propuesta habrá de ser aprobada por el Parlamento Vasco por mayoría absoluta.
c) Requerirá, en todo caso, la aprobación de las Cortes
Generales del Estado mediante ley orgánica.
d) Finalmente precisará la aprobación de los electores mediante
referéndum.
2. El Gobierno Vasco podrá ser facultado, por delegación expresa del Estado, para convocar los referéndum a que se refiere el presente artículo.
Ya ven: el pueblo vasco resulta que tiene
personalidad política, de manera que los nacionalistas pueden estar
satisfechos... La reforma del Estatuto de Autonomía habrá de ser sometida a la
voluntad del pueblo vasco mediante referéndum.
Este es el único camino. Cualquier otro, como
la convocatoria rupturista de un referéndum de autodeterminación, o la
interpretación torticera de la primera mitad de las disposiciones adicionales
de la Constitución y el Estatuto, es un ejercicio sectario y solipsista del nacionalismo, resultante de su incapacidad
de evolucionar y de la creencia de que va a poder estabilizar Euskadi rompiendo
los pactos constituyentes. Al nacionalismo le sobra dogmatismo y le falta
creatividad y fuerza para imponer sus opciones. Carece de mayoría suficiente
para ello, y la que tiene la irá perdiendo si los constitucionalistas hacen
pedagogía, mantienen la firmeza y plantean una estrategia a medio plazo de culminación
del desarrollo constitucional del Estado autonómico.
DISPOSICION ADICIONAL
La aceptación del régimen de autonomía que se establece
en el presente Estatuto no implica renuncia del Pueblo Vasco a los derechos
que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia, que
podrán ser actualizados de acuerdo con lo que establezca el ordenamiento
jurídico.
DISPOSICION ADICIONAL DE LA CONSTITUCION
Primera
La Constitución ampara y respeta los derechos
históricos de los territorios forales.
La actualización general de dicho régimen foral se
llevara a cabo, en su caso, en el marco de la Constitución y de los
Estatutos de Autonomía.
Y no sería descartable que si en algún
momento se quisiera desbordar el marco jurídico existente, fuera el Gobierno
central quien convocara un referéndum consultivo, de acuerdo con el art. 92 de
la Constitución, que dice:
Artículo 92.
1. Las decisiones políticas de
especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum de todos los
ciudadanos.
2. El referéndum será convocado por el Rey, mediante
propuesta del Presidente del Gobierno, previamente autorizada por el Congreso
de los Diputados.
3. Una Ley orgánica regulara las condiciones y el
procedimiento de las distintas modalidades de referéndum previstas en esta Constitución.