LA AGRESIVIDAD GENERALIZADA
Artículo de C. Mudarra en “Voto en Blanco” del 06 de abril de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Gran
parte de esta sociedad vive su fracaso, desasida de asideros consistentes está
enferma; con fácil alborozo, se despojó de los valores tradicionales y
religiosos, para acomodarse a posturas laicas y agnósticas más o menos
generalizadas y ahí tiene los resultados, la agresividad y la violencia, el
encono y el odio han venido a rellenar el vacío.
En Seseña, Toledo, una niña acaba de morir, víctima
de su propia agresividad y la de su compañera de Instituto. Cuentan que en el
mercadillo las vieron discutir y reñir acaloradamente, de allí parece que se
citaron en lugar retirado entre los destrozos de una antigua yesera, para
ajustar cuentas mediante una seria pelea, tanto fue en serio que la de catorce
años acabó con esta de trece por los golpes y su derribo a una fosa profunda,
en la que acabó muriendo desangrada sin auxilio.
El odio y el rencor de tanta y honda frialdad lleva a este extremo de violencia
a dos crías; la inhumanidad impide a la vencedora salir corriendo, al verla
caída en la fosa, a pedir ayuda y salvarle la vida. ¡Tanto es el abismo de
crueldad, de desprecio por la persona, que no se estremece la conciencia ni un
ápice en los cuatro días que mantuvo el silencio del abandono en la fosa! ¿No
hay sentimiento alguno de bondad y remordimiento? No queda resquicio de temor y
responsabilidad. Se ha instalado el relativismo y el hedonismo, se impone el
dar salida a los instintos, a satisfacer las bajas
pasiones. Y dos niñas actúan como dos matones que se citan, se ensañan y se
retan en un vil e insulso desafío.
Las causas son variadas y confluyentes. Los padres, los educadores primarios y
fundamentales, procedentes ya de esas LOGSES lúdicas y permisivas, no pueden ni
saben educar, andan temerosos y desbordados por los influjos sociales y por su
propia cesión continua a los gustos y caprichos y a la permisividad ambiental.
La escuela tampoco viene a educar y reparar las deficiencias de un sistema
educativo que deseduca, aburre y desincentiva, al desechar la exigencia, el
deber, la disciplina y el respeto. El martilleo de unos programas de televisión
que, fomentando lo soez y lo infame, muestran el triunfo de la grosería, la
zafiedad e insolvencia, escenifican riñas y peleas vecindonas y pagan la
incultura y el descalabro. Y unas leyes ingenuistas
de visos rouseuanianos que conceden muchos derechos y
pocos deberes, que favorecen los logros y artimañas de los niños frente a los
padres y educadores, que hacen imposible la convivencia y la educación, con un
excesivo proteccionismo del menor que puede denunciar al progenitor y, aún
siendo asesino declarado, burlar las actuaciones policiales y legales y salir a
la calle. Son las consecuencias del falso y fatuo progresismo, que, en lugar de
incitar el avance social, retrotrae y abisma.