UN COMERCIANTE PLANTA CARA A LA ROTULACIÓN EN CATALÁN
TRAS SER SANCIONADO CON 1.200 EUROS
Informe de Héctor Marín en “El Mundo” del 10 de agosto de 2009
Hospitalet
Por su interés y
relevancia he seleccionado el informe que sigue para incluirlo en este sitio
web
Con una apostilla a pie de título:
La cultura política catalana se
caracteriza por la
ESQUIZOFRENIA PARANOIDE
como modo de percepción de la
realidad. A sus ingenieros no se les puede ir con racionalizaciones como el
constitucionalismo. España tiene que comenzar desde cero de nuevo.
Luis Bouza-Brey, (10-8-09, 17:00)
Hay otros casos de propietarios denunciados ante la Generalitat por no rotular sus establecimientos en catalán. Pero algo diferencia a Xurde Rocamundi de los demás comerciantes que han sido castigados con multas: su negativa a reemplazar el rótulo con el que ofrece los servicios de su pequeña agencia inmobiliaria.
Su
tesón se ha traducido ahora en una multa de 1.200 euros. Ya la ha recurrido.
«Me siento discriminado en mi propia tierra», dice.
Xurde
Rocamundi González nació en Barcelona hace 43 años y es padre de tres hijos.
Fue hace casi un año cuando recibió una notificación del Govern que le
conminaba a adecuar el cartel del comercio, en el plazo máximo de «dos meses»,
al artículo 32.3 de la «normativa vigente» en política lingüística. Según este
capítulo, «la señalización y los carteles de información general de carácter
fijo y los documentos de oferta de servicios de los establecimientos abiertos
al público tienen que estar redactados, al menos, en catalán».
Aquella
notificación resultaba de la denuncia de un «consumidor» anónimo «enviada el 5
de mayo de 2008 por correo electrónico».
Transcurrido
el tiempo, y sin que el catalán se sumara al rótulo del comercio ni a los
anuncios de pisos del escaparate, el empresario fue sancionado por «vulnerar
los derechos lingüísticos reconocidos a los consumidores», ya que los
documentos y contratos de adhesión no estaban, «al menos, en catalán».
El
funcionario que instruyó el expediente de Rocamundi resolvió sancionarlo con
1.200 euros, de acuerdo con la graduación prevista en el artículo 14 de la Ley
1/1990 sobre «disciplina del mercado y defensa de los consumidores y usuarios».
La
denuncia a Rocamundi se suma a la de otros comerciantes que han sido instados
por la Agència de Consum a ofrecer sus productos y servicios también en
catalán. La diferencia con ellos es que él prefirió no hacerlo.
«La
denuncia vulneró mis derechos lingüísticos y la recurrí», afirma Rocamundi,
quien opina que este tipo de normativas «favorece que el castellano pueda
resultar discriminado en Cataluña, donde es un idioma oficial, tan oficial como
lo es el catalán».
«¿Por
qué tienen que obligarme a rotular en catalán en mi propio negocio? ¿En qué
otro país pasa algo así? Otros empresarios tienen miedo a sufrir pintadas
políticas en las fachadas, pero, tal vez, a mí me convenga empresarialmente
anunciarme en castellano», protesta.
Xurde
Rocamundi dice que quiere llegar «hasta el final para que los que vienen detrás
tengan un precedente». Conoció en EL MUNDO el caso del comerciante de Sant Boi
(Barcelona) denunciado por un ciudadano anónimo por no rotular su comercio en
catalán, y le pareció «un palo» que un trabajador autónomo «tenga que afrontar
en plena crisis un gasto evitable como es la compra de un rótulo nuevo».
Rocamundi
mantiene el cartel y los presupuestos de su negocio tal y como los encargó hace
unos 10 años. Se defiende: «No soy bilingüe. Entiendo la lengua catalana, pero
con mis hijos y en la oficina hablo siempre en castellano, aunque el cliente lo
haga en catalán».
Asegura
que cambiar el rótulo no entra en sus planes: «No lo voy a sustituir». Y abunda
en su voluntad: «Quiero ir a juicio y sentar precedente. Y, si eso pasa por
llegar hasta el tribunal de la Unión Europea, a Estrasburgo, iremos». Le
asesoran la Asociación por la Tolerancia e Impulso Ciudadano. El denunciado
afirma perseguir «una normativa lingüística legal en Cataluña para que sea el
ciudadano quien decida sobre sus usos lingüísticos».
«Creo
que es una ley anticonstitucional, ya que en ningún lugar persiguen a un
ciudadano por escribir un rótulo en una de las lenguas oficiales de ese país»,
señala, para añadir que se siente «discriminado» en su propia tierra.
Rocamundi
defiende el bilingüismo «entendido sin imposiciones». «Que el interlocutor
elija en qué lengua quiere expresarse», reclama.
«Mis
padres me pusieron Jorge, pero, cansado de que en la oficina me catalanizaran
el nombre y para todos fuera Jordi, hace unos años me fui al Registro Civil y
me lo traduje al bable, el idioma de la región de la que procedo, Asturias»,
explica Xurde.
«Me
sentí identificado con Josep Lluís Carod-Rovira aquella vez que pidió a un hombre
en televisión que no le llamara José Luis», abunda. «En Arenys, algunos me
llaman facha por la calle por reivindicar mi constitucionalismo; creo que les
sienta mal que se hable castellano».