EL DECLIVE SOCIALISTA / EL GOBIERNO (I)

UN EJECUTIVO CON FALTA DE COHESIÓN, RUMBO Y EQUILIBRIO

Informe de  Marisa Cruz / Manuel Sánchez, Madrid,  en “El Mundo” del 06 de diciembre de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el informe que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Los últimos acontecimientos han revelado descoordinación, fallos de comunicación y caos interno, pero Zapatero lo niega Los últimos meses están evidenciando un claro declive de lo que representa el liderazgo que ha ejercido José Luis Rodríguez Zapatero en los últimos seis años y medio en España. A nivel de Gobierno, del Grupo Socialista y del partido se empiezan a consolidar síntomas de un cambio de cliclo o, al menos, de agotamiento de un proyecto. Los últimos acontecimientos, junto con la grave crisis económica que todavía sufre el país, han agudizado estos síntomas y así lo percibe una amplia mayoría social, a tenor de las encuestas. En el Gobierno y en el PSOE se quiere quitar hierro a este análisis e, incluso, se niega. Se confía en el tiempo que aún resta para las grandes citas electorales y, todavía, en que Zapatero recuperará el terreno perdido. EL MUNDO analiza desde hoy los tres pilares en que se sustenta el poder del PSOE: Ejecutivo, Grupo y partido.

 

 

El primero, el presidente, y luego todos los demás. Empeñados en negar las evidencias, uno tras otro los miembros del Gobierno se esfuerzan por insistir públicamente que entre ellos no existen discrepancias, que el Ejecutivo trabaja como un reloj de forma colegiada, que son como los mosqueteros: todos para uno. Y, sin embargo, los hechos, que son tozudos y recurrentes, demuestran lo contrario.

Zapatero insiste en que lo de la descoordinación y las disensiones entre sus ministros es «un invento». Uno por uno los repasa y a todos los califica con adjetivos como «fenomenal», dedicado a Chacón; «más que eficiente», para De la Vega, o «irremplazable», en honor de Moratinos. Garmendia, González-Sinde e incluso Aído se destacan por su coraje y, no digamos Salgado, que sigue al pie de la letra, le gusten o no, todas las fórmulas económicas ideadas por el jefe. Y así, suma y sigue.

No obstante, desde la pasada Semana Santa, cuando el presidente decidió reformar el Gobierno a fin de imprimir un «nuevo ritmo» a la legislatura marcada por la recesión económica, los tropezones se han sucedido. Desde Kosovo hasta Aminatu Haidar, pasando por el Alakrana, la nonata Ley de Libertad Religiosa y extendiéndose incluso por la Red. En el seno del Gobierno se acude a la explicación fácil de los errores de comunicación, que también los hay, pero que no son sino la punta del iceberg de un problema mayor: falta cohesión, rumbo y equilibrio en el Gobierno.

Impuestos y parados. Un primer ejemplo de descontrol fue lo ocurrido en pleno verano. Los españoles asistieron mareados al baile de previsiones y cifras que día tras día ofrecían los ministros. Los mensajes acerca de una inminente subida de impuestos eran una pura contradicción. Y lo mismo sucedía con la anunciada ayuda a los parados que hubieran agotado todas las prestaciones por desempleo. Dependiendo del ministro que se pronunciara, un día subirían los impuestos a las rentas del capital, otro a las del trabajo, al siguiente el IVA, mañana se suprimiría la ayuda de 400 euros, pasado sólo se recortaría el número de beneficiarios, después se convertiría en nuevo cheque para los parados de larga duración, más tarde sólo para los que estuvieran desempleados desde el 1 de julio, luego para los que lo fueran desde el 1 de enero... Y la explicación a este guirigay siempre es la misma: el Gobierno escucha a la ciudadanía y es sensible a su situación, se ocupa y preocupa de ella constantemente, no deja de trabajar pero... a veces le fallan las explicaciones.

El 'Alakrana'. Quizá uno de los ejemplos más evidentes de descontrol. Durante 30 días, el Gobierno optó por el silencio como si nada sucediera. Los medios de comunicación se estrellaban contra los labios sellados. Tan estricto fue el método que, al final, lo secuestradores descubrieron el truco y se dispusieron a utilizar en su favor a la opinión pública. La bomba estalló, bajo la forma de queja angustiada por parte de las familias, en las manos del Gobierno. A partir de entonces, los ministros afectados por el asunto salieron en desbandada. Las filtraciones acerca de los hechos eran continuas. Las fórmulas para solucionar el secuestro eran contradictorias. La vicepresidenta primera, pese a los esfuerzos, era incapaz de mantener las riendas. Y, por fin, tuvo que salir el presidente a pedir prudencia y discreción. Era demasiado tarde. Los principales problemas se revelaron entre De la Vega y Chacón, entre La Moncloa y el Ministerio de Defensa. Todos han intentado taparlos en público, pero no han convencido. La indefinición, las sospechas y las dudas se mantienen instaladas en los ciudadanos y en los medios. La polémica solo se vio acallada cuando surgió un nuevo problema...

El segundo secuestro. No había terminado uno, cuando surgió otro. Tres cooperantes permanecen secuestrados en algún punto del Sahel. Los servicios de inteligencia apuntan hacia Malí. Otras fuentes aseguran que les mantienen en Mauritania. Nada se sabe. A juzgar por lo que dice el Gobierno, ni siquiera los secuestradores, que se sospechan forman parte de Al Qaeda, han abierto vías de contacto y no han hecho ninguna reclamación. En esta ocasión, el Gobierno parece querer enmendar algunos de los errores del Alakrana como si hubiera comprendido que el silencio férreo sólo traslada a la opinión pública el mensaje de que el asunto en realidad importa poco y ha arbitrado un mecanismo de información continua con las familias. También ahora, Zapatero se ha ocupado de salir desde el primer minuto a pedir paciencia, prudencia y calma. De la Vega vuelve a ser la coordinadora de todas las gestiones y de todos los ministerios implicados. Por ahora, se mantiene unánimemente la prudencia. ¿Durará?

Haidar. Ejemplo paradigmático del buenismo en política exterior. Marruecos, tal y como han advertido desde hace años políticos y diplomáticos, no responde a los usos habituales de las naciones occidentales. Nadie discute que las relaciones con el vecino del sur deban ser buenas, pero ello no quiere decir que en las mismas se instale el trágala. España, en un nuevo intento de solucionar los problemas con Rabat -en este caso el de la activista saharaui Aminatu Haidar- a través del diálogo, la colaboración amistosa y el espíritu de entendimiento, ha caído en la red de intereses marroquí. Ahora sí y dentro de 10 minutos, no. Donde dije digo, digo Diego. Moratinos, «el ministro que antes o después», en palabras de Zapatero, «soluciona el 90% de los problemas», insiste junto con el presidente en mantener la mano tendida hacia Rabat pese a los mordiscos sufridos. Otros ministros no lo ven tan claro e, incluso, en el propio PSOE ya hay quien habla de la necesidad de actuar con firmeza.

La revolución internauta. Ha sido el caso más flagrante de descoordinación. La ministra de Cultura, Angeles González Sinde, anuncia el cierre de páginas webs que permitan descargas. Zapatero la desmiente al día siguiente, tras provocarse una auténtica revolución internauta en la Red, y asegura que el Gobierno no cerrará ninguna página. Y, el pasado viernes, María Teresa Fernández de la Vega dice que la ministra no ha sido desautorizada, pero no aclara qué va a hacer finalmente el Ejecutivo.

MAÑANA. La situación del Grupo Socialista.