UN DISCURSO DEL REY DEMASIADO GUBERNAMENTAL

Editorial de  “El Mundo” del 26 de diciembre de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web


Una cosa es que el discurso del monarca tenga que ser conocido y aprobado por el Gobierno, como establece la Constitución, y otra que el Gobierno aproveche el discurso real para refrendar sus políticas. No creemos que esto haya sucedido al cien por cien, pero parecía en algunos pasajes que el Rey no hablaba en primera persona en su alocución navideña sino que leía un discurso redactado por el Ejecutivo.

Hay párrafos en el mensaje real que resultan calcados de la terminología habitual de Zapatero como cuando Don Juan Carlos afirmó que «hay que redoblar los esfuerzos para que España vuelva a crecer y crear empleo (...) de forma sostenible». Este concepto de «sostenibilidad» es uno de los eslóganes habituales del Gobierno. Es un cliché de la izquierda -inicialmente vinculado a la defensa del medio ambiente- que, a base de ser utilizado para todo, ha terminado no significando nada, una cortina de humo para ocultar la orfandad de respuestas al desempleo creciente. Igual se puede decir de la mención al «terrorismo internacional», una alusión genérica que ignora el islamismo radical de los secuestradores de los cooperantes y a nada compromete.

En el mismo sentido, el monarca valoró positivamente «las medidas a escala internacional, europea y nacional para detener la crisis», una equiparación un tanto injusta en la medida que no todos han hecho las mismas aportaciones para combatir la recesión. Zapatero está, desde luego, en los últimos puestos del pelotón.

Igual sucede cuando el Rey se refirió a «la urgencia» de «un gran acuerdo nacional en materia de educación». Son términos calcados a los utilizados por Zapatero y Gabilondo, su ministro de Educación. El planteamiento es injusto o al menos descompensado, puesto que lo primero que hizo el Gobierno socialista en 2004 fue derogar la ley de educación aprobada por el PP. Ahora Zapatero carece de autoridad moral para decir que «urge» un pacto nacional de educación, sin entrar en la naturaleza de ese acuerdo y no debería hacerlo por boca del Rey precisamente este año.

La parte más esperada del discurso en función de la próxima sentencia del TC llegó, sin duda, cuando el monarca subrayó que la Constitución «garantiza un amplio abanico de derechos y libertades y fundamenta una avanzada articulación de nuestra rica diversidad territorial», palabras que siguieron a una apelación al «entendimiento» entre todas las comunidades. Estas afirmaciones son ambiguas y pueden ser interpretadas de forma distinta, pero independentistas como Joan Puigcercós las entendieron como un llamamiento del Rey a convalidar la constitucionalidad del Estatuto de Cataluña para evitar una ruptura de esta comunidad con el resto de España.

Don Juan Carlos habló también del deber de todos de «preservar la independencia de las instituciones en aras de la confianza que los ciudadanos tienen depositadas en ellas». Todo el mundo estaría de acuerdo con este aserto, pero lo que no está nada claro es a que se refería el Rey. ¿Quería criticar al PP por su denuncia de la inconstitucionalidad del Estatuto aprobado por el Parlament y el Congreso o, por el contrario, apuntaba al chantaje de los nacionalistas catalanes al Constitucional?

La prueba de que el discurso no fue neutral es el contraste entre la fría acogida por parte del PP -aunque correcta y respetuosa- y el entusiasmo del PSOE, cuya dirigente Elena Valenciano afirmó que «es difícil hacer un diagnóstico más acertado y próximo». Parece como si se tratara de un elogio frente al espejo. Sería temerario asegurar que el Gobierno ha dictado el mensaje navideño del monarca, pero lo que sí parece evidente es que estaba demasiado imbuido de la parcialidad de Zapatero.