LA AMENAZA PREVENTIVA DE MONTILLA
Por su interés y relevancia he
seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web
El Presidente de la Generalitat ha dado otra vuelta de tuerca a la
presión que viene ejerciendo, junto a los nacionalistas, independentistas y los
principales medios catalanes, sobre el Tribunal Constitucional para intentar
lograr, con amenazas varias, que los magistrados avalen la constitucionalidad
del Estatuto y no rebajen el contenido del texto. Montilla ha redoblado la
intimidación al tribunal aprovechando el insólito editorial conjunto de finales
de noviembre en el que 12 diarios catalanes advertían al Constitucional que
sería un ataque contra la «dignidad» de Cataluña una posible sentencia
desfavorable al Estatut tal y como fue aprobado en referéndum. El presidente de
la Generalitat ha enviado una carta a 201 instituciones y asociaciones
políticas, académicas, empresariales, culturales y deportivas en la que
agradece su respaldo a las tesis del editorial al tiempo que les convoca a
responder al unísono, se supone que en caso de una sentencia desfavorable a las
pretensiones del Gobierno catalán. «Si llega el momento en el que hay que dar
una respuesta política y cívica, clara y unitaria, estoy seguro de que Cataluña
podrá contar con tu apoyo y con el de la institución que representas», advierte
Montilla a los destinatarios de la misiva con un lenguaje que no deja lugar a
dudas: estando conmigo, estás con Cataluña.
Puesto que aún el tribunal no ha fallado sobre el recurso de inconstitucionalidad presentado contra el Estatuto, sólo cabe interpretar la carta como una amenaza preventiva contra los magistrados. Con esta iniciativa, Montilla se revela como un aprendiz aventajado de los partidos nacionalistas que intentan ahogar la pluralidad de la sociedad civil -con prohibiciones, con subvenciones o con ambas cosas- para convertirla en correa de transmisión de sus planteamientos políticos. Lo cual en el caso del actual presidente de la Generalitat no deja de sorprender, ya que -siendo natural de un pueblo de Córdoba- llegó al cargo como representante del sector menos nacionalista del PSC, en contraposición con su antecesor, Pasqual Maragall.
Sin
embargo, durante los cuatro años que dura ya su mandato al frente de la
Generalitat, Montilla -con la furia propia del converso que se avergüenza de
sus orígenes- ha ido cayendo en la deriva de sus socios, ERC e ICV, haciendo
frente común con los nacionalistas de CiU en la defensa de «los objetivos del
Estatut que nos tiene que permitir avanzar nacionalmente», según expresó en la
toma de posesión del Consell de Garanties Estatutariès, un pseudo tribunal
constitucional emanado del texto recurrido.
Pero
sería una ingenuidad no vincular directamente este llamamiento de Montilla a la
sociedad civil catalana-ofreciéndose como líder de la «respuesta unitaria»- con
las elecciones autonómicas que están previstas para otoño de este año. Las
encuestas no son precisamente favorables ni al presidente -cuya valoración como
líder no acaba de despegar- ni al tripartito, ya que la mayoría pronostica la
victoria de CiU con una ventaja sobre el PSC que le permitiría gobernar con el
apoyo parlamentario del PP. Esta caída en la intención de voto de los
socialistas catalanes no es ajena, sino todo lo contrario, a la deriva
nacionalista protagonizada por Montilla, puesto que es un axioma electoral que
los votantes prefieren al original antes que a la copia. Por eso es más grave
la responsabilidad histórica del presidente de la Generalitat, que ha
desaprovechado una ocasión de oro para poner en marcha una alternativa al
nacionalismo catalán.