O ESTATUTO O REFORMA DEL SENADO

 

  Editorial de   “El Mundo” del 10.11.05

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web

 

El Debate sobre el Estado de las Autonomías que se cerró ayer ha servido para comprobar que la brecha abierta entre PSOE y PP continúa agrandándose en torno a lo que debe ser el Estado y sus instituciones. Todo indica que la reforma del Senado, eternamente pospuesta, va a seguir estándolo, pues Rajoy ha advertido que no pactará ésta hasta que el presidente del Gobierno no pacte también la del Estatuto catalán, tal y como se comprometió a hacer el pasado 14 de enero.

La lógica que subyace a este intercambio de pactos es impecable, dado que para reformar la Cámara Alta es imprescindible que exista un consenso entre ambos partidos sobre qué es España y cómo articular su relación con las comunidades, algo que el actual proyecto de Estatuto impide. Cuando Zapatero enfatiza que necesita «matemáticamente» al PP para reformar el Senado revela además que su visión del pacto entre los dos grandes partidos es más la de un imperativo legal que un bien para la democracia.

En este sentido, resultan aún más necesarias las dos reformas constitucionales propuestas por Rajoy: condicionar la reforma de los estatutos de autonomía al voto favorable de dos tercios del Congreso y fijar las competencias exclusivas del Estado.

La posición del presidente del Gobierno respecto a este último punto fue esbozada en su discurso de la segunda jornada del Debate, cuando expuso su catálogo de las siete competencias irrenunciables del Estado. Sin embargo, dicha lista sólo consigue aumentar la confusión sobre sus planes, porque contraría el 90% del Estatuto catalán que él ha apadrinado y quiere ahora enmendar pero «sin desnaturalizarlo».

En este sentido, la revitalización del Debate de las Autonomías no ha podido llegar en mejor momento, pues ha ofrecido la oportunidad de comprobar la posición al respecto de todos los presidentes autonómicos, exceptuando, por exclusión voluntaria, el del País Vasco. Y es en este contexto en el que se pone en evidencia lo tramposo de la estrategia del presidente del Gobierno que consiste en transmitir la valía de sus posiciones únicamente por contraste con la «soledad» del PP. No sólo porque se haya constatado el peso específico de un partido que lidera siete de las 17 autonomías más Ceuta y Melilla. Es que, además, y como recordó ayer Rajoy, el PP cuenta en su soledad «con medio PSOE», un hecho incuestionable para quien escuchase los discursos del presidente de Extremadura o del de Castilla-La Mancha.