ETA Y ERC VUELVEN A PINCHAR LOS GLOBOS DE ZAPATERO

 

  Editorial de   “El Mundo” del 07.12.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

El 27 aniversario de la Constitución sirvió ayer, sobre todo, para visualizar la distancia que media entre las fantasías de lo que Zapatero cree que son sus márgenes de maniobra en los grandes asuntos y la realidad de sus opciones. El presidente, que se refirió recientemente a los «agujeros negros» del 11-M y a las supuestas «exageraciones» del Estatut de Cataluña como «globos pinchados», debería darse cuenta de que los únicos globos que a día de hoy está pinchando la realidad son los suyos.

En primer lugar, respecto al terrorismo de ETA. Apenas dos horas después de que el presidente volviera a manifestar por enésima vez su «prudente esperanza sobre el fin de la violencia», cinco bombas estallaban en los alrededores de Madrid. Antes, en el aeropuerto de Santander, se habían producido avisos de varias granadas, y en las localidades de Alsasua y Zumárraga estallaron sendos artefactos.

Buscando la justificación a su esperanzado discurso, el entorno gubernamental volvió a difundir la idea de que ETA trata así de mostrar sus fuerzas antes de dar el paso de la negociación.Pero ya lo de menos es que la banda terrorista declare o no una hipotética tregua; lo importante es su actitud y pretensiones reales. Y por si quedara alguna duda sobre éstas, la banda las ha puesto por escrito en su último boletín Zutabe, afirmando que «está aburrida» de esas peticiones de tregua y que quienes tienen que dar el primer paso -reconociendo la «autodeterminación» vasca- son los Gobiernos español y francés.

Este envalentonamiento es resultado directo de la política visionaria, en el peor sentido de la palabra, de Zapatero, que ha conseguido dar un protagonismo a ETA que no tendría si ésta se viera acosada por el Pacto contra el Terrorismo y con sus seguidores proscritos de las instituciones. Por eso, las bombas de ayer, que hace un par de años hubiéramos interpretado como una muestra de la debilidad de la banda, hoy son entendidas como una muestra de su fuerza negociadora.

Pero también respecto a lo que debería ser la España de las reformas constitucionales y estatutarias media en Zapatero una distancia entre lo imaginario y la cruda realidad. Como volvió a repetir ayer, el presidente ve la Carta Magna como un pacto abierto y flexible que se va renovando permanentemente para dar satisfacción a los deseos de las distintas autonomías, negándose a aceptar la verdad, y es que sus socios en esta aventura están directamente contra la Constitución, como también demostraron ayer al convocar una manifestación y un acto con el fin de «arrancar las páginas de la Constitución». Desde que las tropas franquistas entraron en Madrid y realizaron una quema de libros en la Complutense, no se había visto un episodio semejante en España. Pocos gestos hay tan representativos de la intolerancia y el fascismo como la destrucción de libros, con el agravante de que el destruido ayer en las calles de Barcelona es el que nos representa a todos los españoles.

Tan particular celebración de la Carta Magna obligó ayer a Zapatero a desmarcarse, recordando que es su partido el que tiene 164 escaños en el Congreso e insinuando que puede establecer acuerdos «con todos los partidos menos uno».

Esta alusión implícita al PP, sin embargo, resulta contradictoria con lo que se vio ayer en el Parlamento, donde quienes celebraron la Constitución con un sentido parejo del compromiso fueron socialistas y populares, más cercanos entre sí de lo que están dispuestos a admitir por razones electorales. Sin embargo, hay circunstancias en las que éstas deberían dejar paso a la razón de Estado, en el sentido más noble de la expresión. Hoy, tanto el terrorismo etarra como los embates a la Constitución son dos motivos para que ambos partidos lleguen a grandes pactos. Con o sin Zapatero, el tiempo nos dará la razón.