LA ESPAÑA DE ZAPATERO, UN VIAJE ATRAS EN EL TUNEL DEL TIEMPO

 

  Editorial de   “El Mundo” del 19.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Más de un cuarto de siglo después de la aprobación en referéndum de la Constitución y a punto de cumplirse ese lapso de tiempo respecto a la traumática dimisión de Adolfo Suárez y la intentona golpista del 23-F, los problemas que creíamos solucionados para siempre vuelven al primer plano de nuestra vida política.

Estábamos convencidos de que afortunadamente todo aquello estaba superado. Que jamás nuestro país tendría que volver a pasar pruebas tan difíciles como las de la Transición. Pero nos equivocábamos porque los tremendos errores que está cometiendo Zapatero han vuelto a resucitar los viejos demonios familiares.

Tras el fallido golpe de Tejero, Felipe González gobernó España con aciertos y errores. El país dio un gran salto económico y social, pero su gestión tuvo los tremendos borrones de la corrupción y la guerra sucia que crearon una situación límite en términos éticos. Aznar le sucedió en 1996 y se mantuvo ocho prósperos años en el poder. Su apoyo a la intervención de Irak fue una grave equivocación por la que pagó con creces tras el trauma del 11-M. Pero ni González ni Aznar cuestionaron nunca la necesidad del consenso para abordar las grandes reformas de Estado ni pusieron en peligro el modelo constitucional, refrendado por una amplía mayoría de ciudadanos.

 

Cambio a peor

 

Cuando Zapatero ganó las elecciones en marzo de 2004, a pesar de los terribles atentados de Madrid, la democracia estaba consolidada, no había enfrentamientos territoriales ni graves conflictos entre las instituciones. España era un país similar a su entorno europeo.

Han pasado casi dos años desde entonces y la situación ha cambiado radicalmente para peor. No hay más que echar un vistazo a la portada de hoy de nuestro periódico: agitación entre los militares, desafío a la legalidad del brazo político de ETA, tensas negociaciones contra reloj para un nuevo Estatuto catalán, cuestión lingüística, debate sobre el modelo de Estado, pulso celtibérico por unos legajos históricos... Los problemas de hoy son muy parecidos a los de hace 25 años, cuando había que pasar de una dictadura a una democracia. La diferencia es que esos conflictos eran entonces inevitables y hoy han surgido de forma artificial por los errores de un gobernante.

La gran paradoja es que el dirigente político que representaba un nuevo talante y prometía acabar con la crispación está creando una situación que amenaza la estabilidad del sistema democrático y la convivencia de los españoles.

Zapatero ha hecho algunas cosas bien, pero ha incurrido en la frivolidad de depositar su supervivencia política en manos de un partido independentista como ERC, que le ha empujado a realizar concesiones más allá de todo lo razonable. Hace más de un cuarto de siglo, los partidos políticos también negociaban un Estatuto para Cataluña. Pero participaban todos sin ánimo de exclusiones y con el objetivo de redactar un texto aceptable para el conjunto de los españoles, incluidos los catalanes. Hoy las negociaciones se desarrollan con el mismo secreto y nocturnidad que entonces, pero los miembros del Gobierno tripartito se jactan de marginar al PP y Maragall y sus socios están a punto de lograr que Cataluña sea definida como «nación» en el nuevo Estatuto.

 

Malestar en el Ejército

 

Hoy podemos leer también en la portada de nuestro periódico el desafío de un capitán de la Legión, que se insubordina contra el Gobierno. Su mezcla de simplificaciones y amenazas merece una sanción más dura que la inadecuada apelación a la Constitución del teniente general Mena. Pero el ministro de Defensa debe asumir las palabras de uno y otro como el síntoma de una inquietud generalizada en el Ejército en vez de salirse por la tangente diciendo que «no hay que volver a la España de los Reyes Católicos».Nadie pide eso.

Como hace 25 años, el problema vasco sigue ocupando hoy las primeras páginas. El líder de Batasuna afirma que celebrará su congreso pese a la prohibición de la Audiencia Nacional, mientras el presidente del PNV descalifica a los jueces, acoge a Otegi en su sede y afirma que está dispuesto a reunirse con él en Francia si hace falta.

Y también la radicalización lingüística en Cataluña vuelve a ser hoy un gran problema, como lo fue hace 25 años. El primer consejero de la Generalidad, Josep Bargalló, vino a tildar ayer de «franquista» a este periódico por defender el derecho a utilizar los dos idiomas en Cataluña, mientras que se lamentaba de no poder ver dobladas las películas en catalán. Que no exista esta opción depende de las productoras de Hollywood, pero que no se pueda educar a un niño en castellano en Cataluña depende de él.

En este viaje hacia el túnel del tiempo, no falta la esperpéntica decisión del alcalde de Salamanca de no permitir hoy la carga de los camiones para sacar los papeles del Archivo, en cumplimiento de una ley aprobada por el Congreso. La ley nos parece una arbitrariedad pues sólo a Salamanca se le arrebata algo y sólo a Cataluña se le entrega algo, pero la batalla hay que librarla en los tribunales.

Cada uno de estos fenómenos tiene su explicación y su lógica, pero lo que produce inquietud es su simultaneidad en el tiempo.¿Por qué se está produciendo todo ello en estos momentos y no hace cinco o 15 años?

La respuesta ya la hemos apuntado: González y Aznar respetaron el consenso de la Transición y nunca cuestionaron las reglas de juego. Zapatero quiere cambiarlas sin pactar con la oposición y en contra de una parte de su propio partido que calla dócil y servilmente, en una insensata mezcla de irresponsabilidad, aventurerismo y experimentalismo.

En su juego de aprendiz de brujo, Zapatero está conduciendo al país a un callejón sin salida. No va a resolver el problema catalán pero va a resucitar el malestar militar. No va a lograr la paz en el País Vasco pero va a poner en almoneda la legalidad vigente, no va a poder contentar a los nacionalistas pero va a indignar a muchos ciudadanos que no lo son. Rajoy afirmó no hace mucho que el problema es Zapatero. Nos gustaría que el tiempo no le diera la razón.