LA DIMISION DE BONO, COHERENTE CON SUS DISCREPANCIAS

 

  Editorial de   “El Mundo” del 08.04.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

«Me incomoda que en España quepan varias naciones y varios himnos nacionales», dijo José Bono el pasado día 15 de marzo. Nuestro periódico alegó entonces que lo esencial no era su «comodidad» personal sino su concordancia política. Ayer Zapatero, manejando con hábil discreción los tiempos de la crisis, aceptó su dimisión como ministro de Defensa, que, según palabras del propio Bono, había sido presentada hace tres meses. El ya ex ministro justificó su salida del Ejecutivo por el deseo de dedicar más tiempo a su mujer y a sus hijos. «La vida es más importante que la política», aseguró en su despedida tras el Consejo de Ministros.

La salida de Bono forzó al presidente a una remodelación del Gobierno, pequeña en lo cuantitativo pero grande en lo cualitativo porque José Antonio Alonso pasa a ocupar la cartera de Defensa, mientras que Alfredo Pérez Rubalcaba le sustituye en Interior.Sale también María Jesús San Segundo, sustituida en Educación por Mercedes Cabrera.

Pocos pensaban que Bono iba a atreverse a renunciar a su cargo, máxime tras casi un cuarto de siglo de desempeñar responsabilidades públicas y cuando era el ministro mejor valorado del Gobierno en casi todas las encuestas que se han efectuado en los dos últimos años. Pero dio el paso y lo hizo de forma elegante, desvinculando su discrepancia con el Estatuto catalán -que reconoció- de su decisión de dimitir.

Nadie podrá decir jamás que se ha ido causando daño a Zapatero y a su partido, porque Bono escenificó ayer su lealtad hacia ambos. Si en el futuro las cosas van bien, su actitud habrá sido irreprochable. Si las cosas van mal, nadie le podrá responsabilizar porque se fue a tiempo.

Momento elocuente

Pero el momento elegido por Bono para abandonar el Gobierno es elocuente: lo hace una semana después de la aprobación del Estatuto por el Congreso y dos semanas después del anuncio del alto el fuego de ETA. Bono ha hecho muchos gestos que indicaban que no compartía la deriva estratégica de Zapatero hacia posiciones cada vez más en sintonía con los nacionalistas, por lo que resulta muy difícil de creer que habría abandonado el Ejecutivo si no se hubiera producido ese distanciamiento político.

Es legítimo interpretar que el Estatuto catalán ha sido clave en la renuncia de Bono, que comparte con otros muchos compañeros de partido su repudio a lo aprobado en el Congreso. Francisco Vázquez, otro de los dirigentes socialistas crítico con el Estatuto, ha aceptado la embajada ante la Santa Sede en Roma. Cada vez son menos los que pueden plantar cara a Zapatero dentro del partido.

Las personas como Bono y Vázquez que podían representar un sector moderado, dentro de la tradición de los valores humanistas y cristianos, han sido apartadas de la dirección del PSOE, cuyo discurso ha ido asumiendo tintes cada vez más radicales en su política social.

La dimisión de Bono sólo puede ser entendida en este contexto del progresivo giro hacia una izquierda que se entiende con los nacionalistas y que desdeña cualquier pacto con la derecha. Da la sensación de que Zapatero no cree en el centro y que ha diseñado una estrategia para aislar al PP y presentarse en las próximas elecciones como el gran líder de la izquierda española, fagocitando a IU si hace falta.

Sean cuales sean sus cálculos, Zapatero pierde un peso pesado en un Gobierno de bajo nivel político, en el que hay muy pocas personas que pueden servir de contrapeso al presidente.

La gestión de Bono como ministro ha sido fructífera. Sus mayores aciertos han sido la Ley de Defensa, la de Tropa y Marinería -que mejora las retribuciones- y el buen entendimiento con la cúpula militar, aunque algunos gestos suyos han irritado al sector más conservador del Ejército.

El ascenso de Rubalcaba

El otro gran cambio de la remodelación de Zapatero es el retorno al Gobierno de Pérez Rubalcaba. Vuelve como ministro del Interior, un cargo clave de cara a la negociación con ETA.

Rubalcaba ha prestado a Zapatero importantes servicios y nadie puede dudar de su habilidad negociadora, pero su pasado tiene «puntos oscuros», como dijo ayer Rajoy, que producen una seria intranquilidad. El hasta ayer portavoz socialista en el Congreso encubrió los GAL en el último Gobierno de González, jugó un turbio papel en la tarde del 13-M cuando perfiló esa verdad única sobre los atentados a la que el PSOE se ha aferrado contra viento y marea, ha dado sobradas pruebas de sectarismo y es una persona que suscita la desconfianza de la oposición.

Tiene un perfil adecuado para ser interlocutor con ETA pero no para ocupar la cartera de Interior, un puesto que requiere otra persona de características como las de José Antonio Alonso, que ha demostrado -aunque le hemos criticado muchas veces en estas páginas- un sentido del Estado muy distinto del de Rubalcaba.Se entiende la decisión de nombrar ministro de Defensa a Alonso, con el que Zapatero tiene fuertes vínculos personales, ya que este Ministerio controla el CNI, cuya información será clave para la nueva etapa que se avecina.

La destitución de María Jesús San Segundo resulta casi una humillación política, al día siguiente de la aprobación en el Congreso de la Ley Orgánica de Educación. Su cese demuestra la valoración que Zapatero hace de ese texto, pero habría sido mejor que el presidente retirara la ley aunque mantuviera a la ministra, al revés de lo que ha sucedido.

Todo indica que Zapatero tenía pensado proceder a una remodelación más amplia en septiembre. Hay otros ministros que ya han demostrado su incompetencia y que se han ganado a pulso su relevo. Bono era de los mejores de este Gobierno y deja un vacío político que será difícil de compensar. Bono ha sido fiel a Zapatero, pero también ha querido ser coherente con sus ideas. De momento, ha conseguido conciliar ambas cosas.