EL INAUDITO Y TREMENDO CASO DE LA FURGONETA MILAGROSA

 

  Editorial de   “El Mundo” del 25.04.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

La información que hoy publica este periódico dentro de su serie sobre los agujeros negros del 11-M tiene una trascendencia enorme y exige una respuesta inmediata del juez Juan del Olmo. Se trata del inaudito y tremendo caso de la furgoneta milagrosa, de cuyo interior brotaron decenas de objetos y pruebas destinadas a abrir una vía islamista la misma tarde de la masacre. Esa furgoneta es la famosa Kangoo blanca, detectada por el portero de una finca cercana a la estación de Alcalá de Henares. Los primeros policías que la inspeccionaron -tres agentes de probada experiencia y pericia que permanecieron junto al vehículo varias horas y lo abrieron con una palanca- afirman que en su interior no había nada. Su impresionante testimonio coincide con la declaración ante la Comisión del 11-M del jefe de la Policía Científica de Alcalá, quien aseguró a los portavoces de los grupos parlamentarios que al entrar en la Kangoo pudo comprobar que estaba «vacía»: «no hay nada ahí». Y, sin embargo, choca de manera frontal con el auto de procesamiento dictado por Del Olmo, según el cual en la furgoneta había hasta 61 «evidencias», entre ellas dos mantas, un jersey, dos bufandas, tres guantes, ¡14 chalecos de fútbol! y una bolsa de Carrefour, además de los detonadores y la cinta con versos coránicos.

Dada la enorme relevancia y gravedad de esta contradicción, EL MUNDO ha reconstruido el episodio con una furgoneta idéntica a la del 11-M y 58 objetos iguales a los que figuran en el auto, pues tres de las «evidencias» son rastros de ADN. El resultado está a la vista en nuestro reportaje fotográfico: es materialmente imposible que una persona -y menos aún tres agentes especialistas en hacer atestados y efectuar inspecciones de vehículos sospechosos de haber sido utilizados por terroristas- no viera los objetos mencionados por el juez. Porque si bien la bolsa de los detonadores sí cabe físicamente debajo del asiento, intentar ocultar todos los demás resulta sencillamente imposible.

Se plantea, así, una cuestión evidente. ¿Cómo es posible que los agentes no vieran todo ese cúmulo de objetos, algunos de los cuales no se podían camuflar? Sólo cabrían dos hipótesis.O bien los tres policías sufrieron una merma repentina, drástica y simultánea de sus sentidos -comparable a la que supuestamente habrían experimentado los perros expertos en olfatear explosivos, que tampoco detectaron los restos de dinamita hallados en Canillas-.O bien las «evidencias» fueron introducidas con posterioridad, en el trayecto desde Alcalá hasta el complejo policial de Canillas o en la propia Canillas por parte de algún miembro de las Fuerzas de Seguridad.

Esta última hipótesis pone los pelos de punta pero no puede ser infravalorada, máxime después de los datos que hemos conocido sobre la mochila de Vallecas y el Skoda Fabia. En los tres casos, los indicios y desde luego los testimonios apuntan a una manipulación de pruebas dirigida a encauzar la investigación del 11-M hacia la pista islamista. Lo verdaderamente inaudito, en todo caso, es que el juez Del Olmo no haya tomado declaración a los agentes de Alcalá. Un fallo inexplicable que el magistrado debe subsanar de inmediato.